A 45 años del golpe militar en Chile

Para los exiliados chilenos, la UNAM fue un espacio de libertad y creación intelectual

Este 11 de septiembre se cumplen 45 años del golpe de Estado contra el presidente constitucional de Chile, Salvador Allende Grossens.

Augusto Pinochet Ugarte, comandante del ejército, en colaboración con la clase empresarial chilena, y con la organización y financiamiento de la embajada de Estados Unidos en Chile, terminó con la experiencia socialista del gobierno de Allende, quien murió en las primeras horas del levantamiento militar junto a cientos de ciudadanos.

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En los días siguientes, el ejército y la armada apresaron a partidarios del presidente derrocado, a quienes ya no se les volvió a ver, y a los que no asesinó los llevó a las cárceles donde fueron torturados.

Ese mismo día se creó una Junta de Gobierno dirigida por Pinochet. Estaba integrada por el general Gustavo Leigh, el almirante José Toribio Merino y el director de los Carabineros César Mendoza. Aunque se estableció que la dirección del grupo golpista sería rotativa, en diciembre de 1974 Pinochet se nombró Jefe Supremo del Gobierno, esto significaba que en los hechos era el presidente de la República.

Las primeras medidas de los golpistas fue establecer el estado de sitio, el toque de queda, la censura a los medios, la disolución del Congreso, la prohibición de los partidos políticos y la prohibición de cualquier manifestación contra el gobierno militar.

Desde las primeras horas del golpe se persiguió a los miembros del gobierno de Allende y a sus simpatizantes. A sus ex ministros, dirigentes políticos, periodistas, y a los militares leales a su gobierno se les exigió acudir al Ministerio de Defensa; si no acudían, les esperaba la cárcel “por desacato”.

El Estadio Nacional, en la capital, Santiago, fue la cárcel para alrededor de tres mil detenidos. En los cuarteles se improvisaron cárceles y se crearon campos de concentración por todo el país, como el de la Isla Dawson, en el Estrecho de Magallanes en el extremo sur. El más famoso fue el de Villa Grimaldi, pero hubo otros como Tejas Verdes, Ritoque, Melinka, Chacabuco y Pisagua. En esos lugares los prisioneros fueron torturados sistemáticamente, algunos hasta morir; muchos salieron al exilio.

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Las elecciones de 1970

Antes de las elecciones, a finales de mayo de 1970, las encuestas daban al candidato del Partido Nacional, de la derecha, Jorge Alessandri, 36.1 por ciento de la intención de voto; a Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana, 30.8 por ciento, y a Allende, apenas 25.6 por ciento. Tres meses después, una encuesta Gallup del 1 de septiembre señalaba que la ventaja de Alessandri se había ampliado, ahora tenía 41.5 por ciento de la intención de voto. Tomic había descendido a 29 por ciento, y Allende subió a 28 por ciento.

Sin embargo, el día de los comicios, Allende y la Unidad Popular, la coalición de partidos de izquierda que lo postuló como su candidato, obtuvieron 36.6 por ciento de los votos con lo cual ganó las elecciones, pero con mayoría relativa. Alessandri alcanzó 35.3 por ciento, en tanto que Tomic obtuvo 28.1 por ciento. Esta era la cuarta vez que Allende competía para ser presidente. Las anteriores fueron en 1952, 1958 y en 1964.
Dos meses después, el 4 de noviembre de 1970, Allende asumió la presidencia de Chile, con lo que dio inicio el primer gobierno socialista que llegó al poder por la vía democrática.

Las medidas que Allende echó a andar al asumir el poder, conocidas como las cuarenta medidas fundamentales, incluía el reajuste en 66 por ciento del salario mínimo, congelamiento de los precios de los artículos de primera necesidad, control de la inflación, construcción de viviendas, mejoramiento de los servicios de salud y la creación de un sistema único de seguridad social; profundización de la Reforma Agraria, que se había iniciado en el gobierno anterior de Eduardo Frei, continuar con la nacionalización del cobre, y del salitre y el carbón.

El medio litro de leche

Entre la población, la más popular de estas medidas fue la número 15, destinada a entregar de manera gratuita medio litro de leche a los niños del país. El 2 de diciembre de 1972, en un discurso que dio durante su visita a la Universidad de Guadalajara, el médico Allende dijo que “si acaso un niño durante los primeros ocho meses de su vida no recibe la proteína necesaria para su desarrollo corporal y cerebral… se va a desarrollar en forma diferente al niño que pudo tenerla… Si al niño que no recibió la proteína suficiente después de los ocho meses se le da, puede recuperar y normalizar el desarrollo”.

Esto explica que las principales medidas de salud de su programa de gobierno estuvieran destinada a mejorar la alimentación de los niños chilenos.

El exilio chileno en México

“Para los exiliados chilenos, la UNAM fue un espacio de libertad y creación intelectual”, dice Gilda Waldan Mitnick, investigadora chilena de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. “El refugio no fue sólo académico, sino también afectivo”.

La investigadora considera que el aporte intelectual y académico de muchos profesores e investigadores del exilio chileno fue muy importante en todos los ámbitos del conocimiento. “La UNAM abrió sus puertas a muchos de ellos. Por ejemplo, en el campo de la física, a Sergio Aburto, quien fuera Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile”.

Waldan Mitnick recuerda que “la vieja Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, con sus pequeños pero hermosos jardines, fue un espacio de encuentro con alumnos y colegas en el que durante largas horas de discusión se analizaba a América Latina y la geopolítica mundial”.

En las ciencias sociales, recuerda a Armando Cassigoli, quien había sido decano de Filosofía de la misma universidad chilena; a Eduardo Ruiz Contardo, a José María Bulnes y a Pío García, entre muchos otros, quienes formaron generaciones de alumnos e incorporaron al espacio intelectual mexicano nuevas interpretaciones de la realidad latinoamericana. “Han sido un referente de la historia intelectual y académica de la UNAM hasta hoy”.

“Después del golpe de Estado en Chile en 1973, que fue de una violencia inesperada e inusitada, el gobierno mexicano fue muy generoso. El entonces embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá, ayudó a salvar a mucha gente en peligro, e incluso intentó que Pablo Neruda, ya muy enfermo, viajara a México, lo cual no se logró. Las puertas de la Embajada estuvieron abiertas para salvar muchas vidas”, dice la académica chilena.

Luego del bombardeo de la aviación al Palacio de la Moneda y de la confirmación de la muerte del presidente Allende, Martínez Corbalá se dio a la tarea de rescatar y salvar la vida de cientos de ciudadanos chilenos que acudieron a la Embajada de México. Cuando ya no cabía una persona más en el edificio de la Embajada, el embajador ofreció la Residencia oficial de México, donde vivía, para salvar a familias completas. Se calcula que fueron más de 750 chilenos que llegaron a México gracias a él, y que se insertaron en la sociedad mexicana, en la que iniciaron una nueva vida.

El primer grupo de asilados políticos que salió rumbo a México incluía a Mercedes Hortensia Bussi Soto, la viuda de Allende, y sus dos hijas, Carmen Paz e Isabel y sus nietos, más algunos funcionarios del gobierno derrocado. Era el 15 de septiembre de 1973.

En Estados Unidos recuerdan el 11 de septiembre por el ataque a las Torres Gemelas mientras los chilenos recuerdan el golpe de Estado ordenado por Richard Nixon, quien meses después, en 1974, fue obligado a renunciar a la presidencia por el escándalo de Watergate pero no por el derrocamiento de un presidente elegido por vía de las urnas.