Alfonso Reyes, el mexicano universal, a 130 años de su nacimiento

“Reyes ha sido uno de los mayores escritores de las diversas literaturas cuyo instrumento es la lengua española”, decía Jorge Luis Borges del diplomático, ensayista, poeta, narrador, y pensador regiomontano

…Todos sabemos que usted es infinitamente superior a Ortega y Gasset”, le dijo Jorge Luis Borges a Alfonso Reyes, en una de esas noches de domingo en las que se veían en la embajada de México en Buenos Aires durante el tiempo en que el regiomontano era embajador en la Argentina.

“Reyes ha sido uno de los mayores escritores de las diversas literaturas cuyo instrumento es la lengua española”, sugería el escritor argentino, cuya admiración por él lo llevó a impulsarlo para que ganara el Nobel, un premio que a la postre, ninguno de los dos grandes literatos pudo obtener.

El 17 de mayo de 1889 nació Alfonso Reyes, uno de los más grandes pensadores mexicanos de todos los tiempos. De él, diversos autores han tomado inspiración, y todos ellos reconocen a un hombre preclaro, de gran cultura y alcances. Describir a Reyes es difícil, pues parece imposible encasillarlo en una categoría, de las muchas facetas que tuvo: poeta, ensayista, narrador, diplomático y pensador.

Conocido como “El regiomontano universal”, Alfonso Reyes convivió con muchos y los más importantes escritores, no sólo hispanos sino de todo el mundo. Las cartas que escribió, representan en sí mismas una parte de su obra literaria. De hecho, hay libros dedicados a estos intercambios, como La Máquina de Pensar, de sus elucubraciones con Jorge Luis Borges.

José Emilio Pacheco escribió sobre Reyes en la Revista de la Universidad:

“Reyes fue, sin duda alguna, el escritor mexicano que mantuvo una comunicación íntima, constante, con los mejores escritores de su tiempo. Revisando sus cartas parece que retrocedemos a los días en que novelistas y poetas escribían para confiar a sus amigos lo que no podía constar en su obra misma. Azorín, Fousché-Delbosc, Unamuno, Ortega… la lista sería abrumadora, escribieron a Reyes valiosas cartas y Reyes contestó apuntando, a uno, algún hallazgo; previniendo a otro; anticipando la ayuda al escritor en desgracia consigo mismo. La correspondencia de don Alfonso es parte de su legado literario. No son, las suyas, cartas escritas para la posteridad. Revelan su grata compañía, su. incomparable sagacidad para desenredar malas ideas; su estilo, tierno, sencillo, escrito en voz baja. Publicamos un legajo de cartas de Reyes y Borges; es decir, de dos escritores a quienes deben nuestros países una nueva conciencia literaria y un medio más digno de expresión. Borges -el lector lo confirmará – consideraba a Reyes el mejor de su tiempo. Sus razones son las nuestras. En los veinte años de la muerte de Reyes me pareció oportuno transcribir de nuevo aquellas cartas, ahora con notas que no estaban en Siempre! y con algunos textos de Borges sobre Reyes y de Reyes sobre Borges, muchos de los cuales tampoco son fáciles de conseguir. No se recogen exhaustivamente las menciones al uno en la obra del otro. El propósito de este artículo es modesto: contribuir al estudio de una amistad literaria, estudio que no poddo hacerse sin que en él intervengan Ernesto Mejía Sánchez, Rodríguez Monegal, Robb, Barbara Bockus Aponte y Yates. Una verdadera “correspondencia” y un examen de sus relaciones literarias sólo será posible mediante un esfuerzo colectivo. Lo que sigue son apenas materiales para este trabajo.”

Continúa Pacheco: “Gracias a Alicia Reyes, el II de diciembre de 1973 tuve oportunidad de hablar a solas con Borges durante media hora. Subimos al escritorio de Reyes y le dije que allí estaba su fotografia. Le expliqué la función que en “Los rostros aleccionadores” Reyes daba a esa foto. Borges no conocía el texto de Las burlas veras que se copia más adelante. Le dije que años atrás me había atrevido a publicar sin permiso sus cartas, por razones tan obvias que me apenaba mencionarlas. Añadí que en mi opinión faltaban muchas cartas de uno y otro en el fólder que se conserva en el Archivo de Reyes. Borges respondió que, en efecto, tenía en Buenos Aires algunas cartas manuscritas y agregó que no objetaba la publicación pero que a su juicio carecía de interés, ya que él jamás ha escrito cartas literarias. En ese momento llegaron reporteros y fotógrafos. La conversación se interrumpió y no siento deseos de proseguirla mientras dure el actual estado de cosas en Argentina. En este momento, y desde México, esto es lo que ha podido reconstruir de la amistad literaria alguien que es un lector atento de ambos escritores pero en modo alguno pretende figurar como especialista en sus obras”.

De Reyes, incluso las anécdotas tienen una literatura inefable “Reyes ha reformado la anécdota. Su prudente revolución corresponde a la solicitada por Ben Jonson para el epigrama. En vez de sujetar la entera composición a la última línea, al desenlace armado, al rasgo (de antemano) asombroso, Reyes quiere que el agrado de sus anécdotas sea perpetuo. Nunca procedieron así los anecdotistas. Siempre nos propusieron su página, no de gustativa lectura, sino de desconfianza o de impaciencia o de suspensión, para recién justificarse en la última línea y callar. Leerlos tenía más de tarea que de placer. Uno se fatigaba, esperándolos. Reyes, no; Reyes nos presenta un mundito y hace como si lo dejara vivir. El riesgo de esta suerte de anécdotas desmochadas, de anécdotas sin asombro pero con encanto, sería la insipidez; Reyes ni siquiera ha tenido que precaverse de tal peligro. Alguna – El Gimnasio de la Revista Nueva- es incomparable.”

Reyes, es sin duda, uno de los más importantes pensadores mexicanos del siglo XX y su bastísima obra trasciende tiempos y espacios. Él fue quien en su Visión de Anahuac bautizó al Valle de México con el epígrafe de inicio: Viajero: has llegado a la región más transparente del aire.

Lee el texto completo de José Emilio Pacheco sobre Alfonso Reyes en la Revista de la Universidad.

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