Aportación hispano-mexicana a la Tabla Periódica de elementos

Con ella se organiza la química y se proyectan investigaciones

La Tabla Periódica de los Elementos es la herramienta más importante de la química. Desde su descubrimiento en 1869, por el científico ruso Dmitri I. Mendeleev, se convirtió en un faro para organizar la química que se conocía y, después, para proyectar la investigación en esa disciplina.

Esta síntesis de las propiedades y las características más relevantes de los elementos químicos resultó esencial no sólo para la química, sino también para la física, biología y geología. Su utilidad se ha reflejado a lo largo de la historia en aspectos tan importantes como la fabricación de fármacos o el entendimiento de los ciclos bioquímicos.

A 150 años de su creación, la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 2019 como el Año Internacional de la Tabla Periódica, como una “forma de reconocer la función crucial que desempeñan las ciencias fundamentales, especialmente la química y la física, a la hora de aportar soluciones a muchos de los desafíos que afrontan los países miembros para aplicar la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible”.

En México, durante el periodo virreinal, se descubrió originalmente este elemento.
En México, durante el periodo virreinal, se descubrió originalmente este elemento.

La UNAM se suma a la conmemoración con una serie de actividades que comenzarán el 1 de marzo en el Auditorio Alfonso Caso, en Ciudad Universitaria, y que se extenderán hasta el 1 de diciembre, con la celebración del Día del Químico.

Plinio Sosa Fernández, académico de la Facultad de Química (FQ), señaló que esta ciencia se encarga de estudiar los procesos mediante los cuales se obtienen sustancias a partir de otras. Hoy en día hay cerca de 145 millones, cuyas partículas contienen átomos de distintos tipos; pero sólo 118, que son simples o elementales (sus átomos son del mismo tipo) están contenidas en la tabla.

En México, durante el periodo virreinal se descubrió originalmente uno de los elementos, el vanadio, de número atómico 23. El español Andrés Manuel del Río Fernández encontró en 1801, en una mina de Zimapán, Hidalgo, un mineral que llamó su atención porque reaccionaba con diferentes ácidos y se producían distintos colores. Sabía que se trataba de un nuevo elemento al que llamó, en una primera instancia, pancromio (todos los colores).

Luego, al observar que los compuestos cambiaban a rojo, lo llamó eritronio; después de analizar muestras del material en París, se informó erróneamente que sólo contenía cromo.

En 1830, el sueco Nils Gabriel Sefström lo redescubrió. Desconocía la historia de Del Río y nombró al elemento vanadio, en honor de la diosa escandinava del amor y la belleza, Vanadis. Aunque no tuvo el crédito del descubrimiento en un principio, el alemán Friedrich Wöhler confirmó que se trataba del mismo elemento que ya había encontrado el científico hispano-mexicano: el eritronio. Así es como aparece el nombre de nuestra nación, expuso el universitario.

De cuatro a 118 elementos

La historia de la Tabla Periódica de los Elementos es la historia de la química, relató Sosa Fernández. Desde la antigua Grecia se pensaba de qué están hechas las cosas; se creía que era una sola materia con distintas presentaciones. Después, que debían estar conformadas de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua.

Lo que los griegos no sabían es que las fábricas de los elementos son las estrellas. La más cercana, nuestro Sol, por el momento lo único que hace es convertir hidrógeno en helio; cuando se le acabe el primero, colapsará y se formará una gigante roja.

Ya sin hidrógeno tendrá sólo núcleos de helio que chocarán entre sí y formarán otros elementos: berilio, carbono, nitrógeno, oxígeno, y hasta el hierro, con número atómico 26.

Todos los demás, del cobalto (27) hasta el uranio (92), se producen únicamente durante las explosiones de estrellas masivas, en novas y supernovas, porque se requieren grandes energías para formarlos, explicó el experto.

Desde el neptunio (93) y hasta el último descubierto, el oganesón (118), se trata de elementos de origen “terrícola”, pero eso ya no tiene relación con la química, sino con la física nuclear. Es decir, abundó Plinio Sosa, en aceleradores (“pistas” con imanes que aceleran partículas hasta alcanzar velocidades enormes) se producen choques que fusionan distintos átomos hasta producir unos más grandes.

Estos elementos producidos artificialmente son muy inestables: se forman, pero –en cuestión de millonésimas de segundo– se desintegran.

Plinio Sosa anunció que como parte de la celebración mundial se colocará una tabla periódica gigante en el edificio B de la FQ, y cubos con la información de varios elementos en el patio de esa entidad. También se realizarán visitas guiadas para alumnos de bachillerato y se editará un libro. Algunas de las actividades se desarrollarán en conjunto con Universum, Museo de las Ciencias; el Instituto de Química y la Sociedad Química de México.

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