El amor también se construye con signos

Resignificar objetos amorosos podría ser parte de una terapia para ayudar a las parejas

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El amor, ese sentimiento que vive y experimenta una pareja, también se construye a partir de significados que le dan sentido a esa relación, apuntó Óscar Rubelio Ramos Gómez, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS).

El autor del libro Semiótica del amor sostiene que ese vínculo se construye a partir de objetos, lugares, fechas, música y todos aquellos detalles que forman parte tanto del sujeto amoroso como del objeto amado.

A diferencia de la sociología (es una necesidad social), la psicología (una necesidad subjetiva), la biología y la antropología (parte del proceso reproductivo para mantener la especie) o la química (el cuerpo segrega sustancias que influyen en la elección de la pareja); la semiótica estudia los signos que nacen del amor a través de la historia, así como los significados que se construyen en pareja, social e individualmente.

Hay un recorrido histórico en esa construcción a partir de objetos que adquieren un significado amoroso. Por ejemplo, una rosa roja significa amor. Pero ¿qué hace que un objeto (una flor, en este caso) social y culturalmente tenga dicha representación? Quizá, cuestionó el académico de la FCPyS, lo retomamos de un hecho histórico, de un pasaje bíblico o de un texto literario como El ruiseñor y la rosa. En este cuento de Óscar Wilde, para que un joven pueda regalarle una rosa roja a la chica que ama, el ruiseñor sacrifica su vida: clava su corazón en una espina para pintar de rojo la flor.

Como mexicanos, dijo, también construimos relaciones amorosas a partir de nuestra herencia cultural prehispánica. En el Pueblo del Caracol, Michoacán, y en otras comunidades de Jalisco, a cierta hora los muchachos y las muchachas dan vuelta en el kiosco. Van en sentido contrario unos de otras, ellas llevan confeti, que avientan al chico que les gusta y ellos portan un pañuelo, que ofrecen a las chicas que pretenden.

Apuntó: cada cultura, mediante la historia, ha desarrollado modos y medios para significar esa comunicación dentro de la pareja. Un caso emblemático se da en la época victoriana o durante el franquismo, cuando hay una prohibición que lleva a comunicarse con abanicos. Si la mujer llevaba el abanico cerrado colgado de la mano derecha, indicaba que deseaba tener novio. Cerrado y de la mano izquierda, que estaba ya comprometida.

“Cualquier cosa puede ser un objeto amoroso: un globo de corazón, un oso de peluche, un collar de perlas, una flor de papel, una pintura como La Magnolia, de Julio Ruelas, que el MUNAL resguarda, las cartas de enamorados.”

Emoticorazón en redes

Al referirse al amor en los tiempos de las nuevas tecnologías, aseguró que los emoticones son desarrollados a través de otras formas y medios de comunicación. Hoy en día un emoticón de corazón es de interpretación inequívoca, pero cuando recién empezó Internet, sólo los millennials sabían que dos signos matemáticos como <3 significaban corazón.

A propósito de una pregunta que en una conferencia en Bilbao, España, le planteó a Roald Hoffmann, Nobel de Química 1981, sobre si el cuerpo de los sujetos amorosos segrega las mismas sustancias por Facebook (“excelente pregunta y tema para investigar”, le contestó), Ramos Gómez considera que una persona “puede sentir lo mismo tanto por redes sociales como de manera física”, pero eso depende de los significados que se construyan con la pareja.

Obviamente, agregó, los mensajes o canciones dedicadas y enviadas por Face o Whats son “una comunicación de significados transitorios, no perennes”, a diferencia de una serenata, “más adherida a un significante”, porque uno se acuerda del día, la hora, el lugar. “No afirmó que la relación sea menos, simplemente los significados varían”.

“Cualquier cosa puede ser un objeto amoroso: un globo de corazón, un oso de peluche, un collar de perlas, una flor de papel, una pintura como La Magnolia, de Julio Ruelas, que el MUNAL resguarda, las cartas de enamorados.”
Óscar Rubelio Ramos
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

¿Mariposas en el estómago?

Durante el enamoramiento nos sentimos felices, bobos, vulnerables y hasta fuertes, todo al mismo tiempo. Y, en pocos segundos, llega ese cosquilleo en el vientre al que llamamos mariposas en el estómago, ¿Por qué las sentimos?

Diana Patricia Guízar Sánchez, adscrita a la Unidad de Posgrado de la Subdivisión de Especializaciones Médicas de la Facultad de Medicina, señaló que surgen porque tenemos un sistema nervioso entérico, formado por neuronas en el estómago y el intestino. Se trata de una subdivisión del sistema nervioso autónomo que es el encargado de controlar al aparato digestivo. Así, cuando tenemos alguna emoción surgen reacciones en el estómago y es cuando aparecen las mariposas.

“Paradójicamente, es el mismo sistema que se activa cuando nos da miedo y queremos huir”, advirtió Guízar Sánchez.

Cuando el sistema simpático que maneja el miedo siente esta emoción envía la orden para huir. Surge la adrenalina y en ese momento manda más sangre a los músculos, brazos y piernas para correr, y le quita sangre a otros órganos como el intestino y el estómago. Así, baja el nivel de flujo sanguíneo, el estómago lo detecta y le envía señales al cerebro. En el enamoramiento sucede el mismo proceso con la adrenalina y “es lo que entendemos como mariposas en el estómago”.

La académica explicó que el enamoramiento y la sensación de las mariposas dura aproximadamente los primeros seis meses de la relación, debido a la emoción, y al igual que el miedo, se desconoce lo que pasará. El asunto es que durante el enamoramiento se producen cuatro neurotransmisores importantes: serotonina, noradrenalina, dopamina y glutamato, sustancia principal que genera actividad en el cerebro.

Desamor: de la patología al simple desencanto.

La psicología considera una psicopatología a aquellos signos o síntomas que pueden formar o derivar en un trastorno psicológico. En la literatura, un amor no correspondido lleva en muchas ocasiones a la locura. Una licencia narrativa y poética que ha llevado a generaciones enteras a creer que puede perderse la cabeza por amor; sin embargo, la realidad dista de la apasionada ficción.

Una ruptura amorosa “no necesariamente genera una psicopatología, los criterios para considerar una patología varían de acuerdo con los síntomas que la persona padezca durante un lapso específico. Realmente depende de los recursos que el individuo tenga para afrontar el duelo causado por la ruptura amorosa, entendiéndolo como una pérdida que genera un dolor temporal y no como la parcialización de la persona”, detalló Jorge Negrete, psicólogo clínico de los Servicios de Salud Pública de la Ciudad de México.

Una relación codependiente podría ser un signo que derive en una depresión profunda, puntualizó: “Sentir que una pareja cubre una necesidad que de otra forma no puede ser cubierta, una necesidad de carácter emocional que lleva a la aceptación total de situaciones y conductas que en ocasiones pueden llegar a ser profundamente lesivas para ambas partes”.

Es importante que después de una ruptura amorosa, prestemos atención a nuestro comportamiento e identifiquemos si éste muestra síntomas de depresión u otras psicopatologías. “Además de la depresión y la ansiedad que se presentan solas o en paquete, la inseguridad y el miedo suelen dar pie a la celotipia, que es la presencia de ideas obsesivas y recurrentes sobre la preferencia de la pareja por otra persona o personas, la personalidad codependiente de la que ya hablamos previamente y desde luego la creación de patrones de violencia que actúan a diferentes grados”, concluyó el especialista.

El amor y las relaciones interpersonales han cambiado debido a la forma en que nos comunicamos; pero, en esencia, aquél sigue siendo lo mismo: una reacción química en el cerebro, símbolos que le dan sentido a esa relación, construcción social, amor por los objetos, y cuando algo falla, está el sufrimiento y algunas patologías.

La química del amor: El amor es una reacción, una recompensa de dopaminas para el cerebro que trabaja más intensamente en la adolescencia y de manera más madura en la adultez. En la niñez, el amor que se experimenta es el apego, el amor filial intenso del niño a quienes lo rodean.

Una construcción social: Actualmente existe la ilusión de diversidad en las formas de relacionarnos, más aún en las de pareja, pero el amor sigue siendo una construcción social y cultural. Establece reglas, porque al final el modelo que prevalece es el del amor romántico.

El amor líquido: El amor se basa en las relaciones objetales, que hacen que se forme un vínculo. Sin embargo, la manera en que nos comunicamos ha cambiado, también nuestros deseos y los medios para conseguirlos, por lo que el amor líquido ha hecho que las relaciones sean desechables.

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