Feliz cumpleaños, Guillermo del Toro

El cineasta originario de Guadalajara es reconocido a nivel mundial por su amor a los monstruos y los personajes oscuros, obtuvo el Oscar a Mejor Dirección en el 2018 gracias a su trabajo en ‘La forma del agua’

Después de coronarse en Hollywood con La forma del agua (2018), Guillermo del Toro se paró en el podio del Oscar, el premio más prestigioso de la industria cinematográfica estadunidense, para responder preguntas de los reporteros en el lugar. “Uno de ellos preguntó al realizador: usted tiene la habilidad de ver el lado oscuro de la naturaleza humana, la fantasía y el terror… pero también es una persona alegre y amorosa, ¿cómo encuentra ese balance?”.

Su respuesta, “porque soy mexicano”, dio la vuelta al mundo y se convirtió en el resumen perfecto de las obsesiones e intenciones del cine hecho por el director nacido en Guadalajara, Jalisco, un 9 de octubre de 1964. El tercio más fantasioso de los llamados Three Amigos, junto al excuequense Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, es uno de los cineastas más famosos del mundo gracias a su particular visión del mundo, plasmada en su trabajo mediante atmósferas oscuras y personajes propios de un cuento de hadas.

Los inicios

La vida de Guillermo del Toro siempre pareció estar ligada al mundo del cine, desde muy pequeño mostró un interés particular por el séptimo arte y muy pocas intenciones de dedicar sus días a cualquier otra profesión. A los 13 años filmó su primer largometraje, cursaba la secundaria en el Instituto Ciencias (IdC) de Guadalajara.

Por eso a nadie extrañó cuando decidió estudiar Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos, de la Universidad de Guadalajara, donde pronto destacó gracias a su entusiasmo y talento detrás de la cámara. A pesar de que no fueron sus primeros trabajos, sus cortometrajes Doña Lupe y Geometría lo confirmaron como una de las voces más prometedores del cine mexicano a finales de los años 80.

Dirigió varios capítulos de La hora marcada –programa de televisión donde coincidió con el fotógrafo Emmanuel Lubezki y su amigo Cuarón– antes de filmar su primer largometraje: Cronos. La película, sobre un extraño aparato que otorga la vida eterna, no generó mucho entusiasmo en territorio mexicano, sin embargo, un triunfo en la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes de 1993 garantizó que la capacidad del mexicano no pasara desapercibida. Ese mismo año se llevó el Ariel a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor de Cuadro, Mejor Guión, Mejor Escenografía, Mejor Ambientación. Mejores Efectos Especiales y Mejor Ópera Prima.

“Cronos era fresca sin estar a la moda, diseñada exquisitamente sin perder de vista sin perder de vista el hecho de que incluso la criatura más genial –el dispositivo cronos de la película, un insecto mecánico intrincadamente tallado con un núcleo vivo, es extraordinariamente genial–, no puede compensar los personajes poco concebidos o una narrativa tediosamente formulaica”, escribe el ensayista Maitland McDonagh sobre la película para The Criterion Collection, empresa que restauró y relanzó la película durante el 2010.

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Hollywood

A pesar de los detalles en su debut, Guillermo del Toro fue llamado sin dilación a Hollywood, donde pronto notaría lo complicado que sería llevar su personal visión del mundo a la pantalla grande. Así quedó comprobado con la caótica producción de Mimic, su siguiente proyecto que no cumplió con las expectativas en taquilla. Ante el aparente fracaso, Guillermo viajó fuera de Estados Unidos y filmó en España El espinazo del diablo, una historia de fantasmas ambientada en la Guerra Civil Española que le devolvió el favor del público y la crítica especializada.

Regresó a suelo norteamericano para tomar las riendas de Blade II, una de las franquicias que intentó conquistar al público de los cómics antes del boom cinematográfico del cine de superhéroes. El éxito de la película protagonizada por Wesley Snipes le permitió adaptar uno de sus cómics favoritos: Hellboy, personaje creado por el escritor y dibujante Mike Mignola.

El siguiente paso en su carrera terminó por confirmar –por si había dudas– que Guillermo del Toro era uno de los mejores cineastas trabajando alrededor del mundo. El laberinto del Fauno obtuvo 3 premios Oscar (a Mejor Fotografía, Mejor Diseño de Arte y Mejor Maquillaje) y más de una centena de nominaciones a otros galardones, incluyendo varios Ariel y una nominación a la Palma de Oro, del Festival de Cine de Cannes.

El jaliciense, motivado por la racha positiva, decidió sumergirse en una segunda entrega de Hellboy, subtitulada ahora El ejército dorado, aunque en esta ocasión la inversión del estudio, cercana a los 100 millones de dólares, no garantizó una buena taquilla y pasaron casi cinco años para que Del Toro estrenó otro largometraje: Titanes del Pacífico, esta historia de robots gigantes que deben salvar al mundo de unos monstruos interdimensionales entusiasmó al público asiático, no así a la audiencia occidental y más de uno la consideró un fracaso.

La cumbre escarlata, del 2015, tampoco cambió la percepción del público, y algunos, como el decano de la ENAC Jorge Ayala Blanco, vieron en ella una repetición de ideas de parte del mexicano: “Y el terror cursi se sueña vertiginoso, abisal y pesadillescamente delirante, cuando sólo consigue ser esforzado pero decepcionante, convencional y previsible, debido a su manida sobrecodificación vuelta fórmula vuelta receta, generando una misteriosa película retorcida que ya viste antes de verla”, anotó el autor de La condición del cine mexicano en su colaboración para el suplemento cultural Confabulario, de El Universal.

Sin embargo, su momento de redención estaba a la vuelta del calendario. Bastaron un par de años para que Guillermo del Toro borrara el mal sabor de boca que dejaron las bajas recaudación en taquilla de sus tres proyectos anteriores. La forma del agua le colocó al nivel de Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, quien habían cosechado varios Oscar gracias a su trabajo en películas como Gravedad, Babel, El renacido, Los niños del hombre y Birdman.

Sobre ella, Jorge Ayala Blanco apuntó en Confabulario, de El Universal: “Y el bestiario multifebril se afirma y reafirma de manera autoconsciente y reivindicadora la irónica función ehrenburguiana del cine como fábrica de sueños, como reverberación onírica que salva de la nefanda tibieza cotidiana y eleva a la poderosa vicariancia de los ensueños baratamente masificados como un imaginario propio, hasta la fusión culminante de los prófugos para que integren el ser parmenídeo de los amantes malditos, nadando un vals sin fin por el planeta subacuático.”

En casa con mis monstruos y la UNAM

La imaginación de Guillermo y su popularidad parecen estar al alza, como lo demuestran las largas filas que ha provocado la exposición dedicada a su trabajo, En casa con mis monstruos, en Guadalajara y su buena mano para apoyar producciones independientes, como la película Mamá o Historias de miedo para contar en la oscuridad.

La exposición cuenta con el apoyo de la UNAM gracias a la contribución de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia y el Museo de Anatomopatología Manuel H. Sarvide, quienes prestaron cinco piezas a la exposición, entre las que destaca un cíclope de gato. En Casa con mis Monstruos reúne más 900 piezas de 20 colecciones públicas y privadas a través de las cuales el director tapatío busca que las personas puedan encontrar sus propias interpretaciones artísticas de los diversos monstruos, venga de donde venga.

Que los monstruos sigan iluminando su camino. Feliz cumpleaños, Guillermo del Toro.