Fin de semana OFUNAM: Marc Moncusí, director huésped

La filarmónica de la UNAM presentará obras de Granados, Rodrigo y Brahms/Schönberg y contará con el Cuarteto Sensemayá; La cita es sábado a las 8 PM y domingo a las 12 PM.

La OFUNAM contará con la presencia de Marc Moncusí como  director huésped en los conciertos del sábado 6 y domingo 7 de abril, y con el Cuarteto Sensemayá.

 

 

Marc Moncusí

Estudió en el Conservatorio Superior de Música del Liceu de Barcelona, el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh. Continuó su formación con Jesús López Cobos en la Orquesta Sinfónica de Cincinnati y la Ópera Estatal Alemana de Berlín invitado por Daniel Barenboim. Fue director asistente de Julius Rudel de la primera producción mundial en inglés de la ópera Die Bürgschaft de Kurt Weill en Pittsburgh. También fue director asistente en el Teatro de La Zarzuela de Madrid y el Gran Teatro del Liceo de Barcelona en el estreno mundial de Yo, Dalí de Xavier Benguerel. Ha dirigido a la Orquesta de la Volksoper de Viena y Sinfónica de Múnich como asistente de David Giménez con Diana Damrau y Nicolas Testé. Ha dirigido a la Sinfónica de Pekín, la Filarmónica de la Ciudad de México, la Filarmónica de Denver, la Sinfónica del Estado de México, la Sinfónica de Barcelona, la Filarmónica de Silesia, la Sinfónica Nacional de Chile, la Sinfónica de El Cairo, la Orquesta del Norte de Portugal, la Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Sinfónica de Aguascalientes, la Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, la Sinfónica de San Luis Potosí, la Sinfónica de Yucatán, la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata, la Sinfónica Sinaloa de las Artes, la Orquesta de Cámara de La Habana, la Sinfónica del Gran Teatro de La Habana, la Filarmónica de Medellín y otras orquestas, en escenarios como el Centro Nacional de Artes Escénicas de Pekín, la Sala Qintai de Wuhan en China, el Palacio de Bellas Artes, la Sala Nezahualcóyotl y la Sendesaal de Bremen, entre otros. Ha dirigido producciones de Madama Butterfly en La Habana, El barbero de Sevilla y Doña Francisquita en Medellín.

 

Cuarteto Sensemayá

 

Está integrado por Pablo Garibay, Oman Kaminsky, Carlos Martínez Larrauri e Iván Trinidad. Cada uno de ellos ha estrenado obras para guitarra y orquesta, y ha participado en festivales de música en México y el extranjero. Juntos buscan compartir ideales y aspiraciones musicales para lograr una experiencia sonora viva, profunda y de gran intensidad. Han obtenido premios en el Concurso Francisco Tárrega en España, el de Heinsberg en Alemania, el Forum Gitarre de Viena en Austria y el de la Fundación de la Guitarra de América en Estados Unidos. El conjunto ha colaborado con compositores mexicanos contemporáneos como Tomás Barreiro, Hebert Vázquez y Enrico Chapela. Ha recibido apoyos de la Secretaría de Cultura y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Realizó el estreno del arreglo de Tomás Barreiro de Sensemayá de Revueltas en la Sala Carlos Chávez de la UNAM. Se ha presentado en diversos escenarios en México y recibió una invitación a participar en el Festival Internacional de Guitarra de Iserlohn en Alemania.

La cita es en la Sala Nezahualcóyotl el sábado 06 de abril a las 20:00 horas, y el Domingo 07de abril 12:00 horas.

 

 

Programa

 

Enrique Granados                                Intermezzo de Goyescas

(1867-1916)                                                     (Duración aproximada: 4 minutos)

 

 

Joaquín Rodrigo                                   Concierto Andaluz

(1901-1999)                                               I     Tempo di bolero

II     Adagio

III     Allegretto

(Duración aproximada: 24 minutos)

 

Cuarteto Sensemayá:

Pablo Garibay, guitarra

Oman Kaminsky, guitarra

Carlos Martínez Larrauri, guitarra

Iván Trinidad, guitarra

 

 

Intermedio

 

 

Johannes Brahms                                 Cuarteto para cuerdas y piano no. 1 en sol menor, op. 25

(1833-1897)                                         Arreglo: Arnold Schönberg

I     Allegro

II     Intermezzo: Allegro, ma non troppo

III     Andante con moto

IV     Rondo alla zingarese

(Duración aproximada: 43 minutos)

 

Enrique Granados (Lérida, 1867 – Canal de La Mancha, 1916)

Intermezzo de Goyescas

Cuando el torpedo reventó las entrañas del transbordador de bandera francesa SS Sussex, Enrique Granados y su esposa Amparo se encontraban en aquella parte del infortunado barco que entre gritos y lamentos fue perdiendo lentamente el sentido de la flotación y dijo adiós para siempre a la luz del sol. Ya en la seguridad de un bote salvavidas, el compositor divisó a su mujer luchando por su vida en medio del oleaje y, buscando librarla de la muerte, encontró con ella eterna sepultura en las frías aguas del Canal de la Mancha, el 24 de marzo de 1916. Ambos regresaban de una estancia de casi tres meses en Nueva York, en donde el 26 de enero de ese año se había estrenado con gran éxito en la Metropolitan Opera House su ópera Goyescas, para cuya representación Granados compuso el Intermezzo, sin saber que sería la última obra que en su vida escribiría.

La pasión que Granados experimentaba por la obra del pintor Francisco de Goya lo había llevado a componer, entre 1909 y 1911, una serie de seis piezas para piano (a la que se añadió posteriormente El pelele), divididas en dos cuadernos, a la que dio el nombre de Goyescas y el subtítulo de Los majos enamorados, inspiradas y bañadas por la luz de los cartones que para la elaboración de tapices había pintado Goya entre 1775 y 1792. «Estoy enamorado de la psicología de Goya, de su paleta, de su persona, de su musa, la Duquesa de Alba, de las disputas que sostenía con sus modelos, de sus amores y lisonjas», escribió en alguna ocasión Granados, y añadió: «Ese rosado blancuzco de las mejillas, que contrasta con el matiz del terciopelo negro; esas criaturas subterráneas, las manos de nácar y jazmín reposando sobre los abalorios, me han poseído». Tal es el mundo que cobró forma en el personalísimo lenguaje pianístico de Granados, quien estrenó el primer cuaderno en el Palacio de la Música Catalana de Barcelona el 11 de marzo de 1911, mientras que el segundo, concluido en diciembre de ese mismo año, fue presentado públicamente por vez primera en la Sala Pleyel de París el 4 de abril de 1914, también en la interpretación del propio compositor.

Un año después, y a sugerencia del pianista norteamericano Ernest Schelling, quien había estrenado la obra en Estados Unidos, Granados compuso en 1915 su ópera Goyescas a partir de la reelaboración de muchos de los temas de la suite para piano, a los que tuvo que ajustarse el libreto en español escrito por Fernando Periquet. No obstante haber sido originalmente proyectada para estrenarse en París, debido a la Primera Guerra Mundial la premier se realizó en Nueva York. Unos días antes de la primera representación, se le pidió a Granados que compusiera un intermezzo para figurar entre el primer y segundo cuadros de los tres en los que está dividido el único acto de que consta la obra.

Pese a lo poco favorable de la crítica, el éxito del estreno entre el público fue tal que la popularidad de Granados llegó hasta la Casa Blanca, desde donde el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, le extendió la invitación para dar un concierto en la capital norteamericana. Para corresponder a tal distinción, Granados y su esposa cambiaron la fecha de su retorno a Europa. El 11 de marzo zarparon con rumbo a Inglaterra y el día 24 abordaron el SS Susex con destino al puerto francés de Dieppe, al que nunca arribarían. Tres días después, bajo una luna amarilla, detrás de una ventana que miraba hacia la calle 11 en Nueva York, la madrugada del 27 de marzo de 1916 el poeta español Juan Ramón Jiménez le daba forma a su tristeza por la muerte de Enrique y Amparo Granados en los versos del poema LXXXI de su Diario de un poeta recién casado:

 

¡Tanto mar con luna amarilla

entre los dos, España! —y tanto mar, mañana sol del alba…—

… Parten,

entre la madrugada, barcos vagos,

cuyas sirenas tristes, cual desnudas,

oigo, despierto, despedirse

—la luna solitaria

se muere, rota ¡oh Poe! sobre Broadway.

oigo despierto, con la frente

en los cristales yertos; oigo

despedirse una vez y otra, entre el sueño

—a la aurora no queda más que un hueco

de fría luz en donde hoy estaba

la negra mole ardiente—,

entre el sueño de tantos como duermen

en su definitiva vida viva

y al lado

de su definitiva vida muerta…

 

Joaquín Rodrigo (Valencia, 1901 – Madrid, 1999)

Concierto Andaluz

«El que ama, muere para sí. Y si no es amado, muere dos veces», afirmaban los árabes en los tiempos en los que el Duque Guillermo IX de Aquitania, allá por el siglo XII, entró en contacto con las cortes del al-Ándalus, que fue el nombre con el que los musulmanes designaron las tierras de la Península Ibérica por ellos conquistadas desde principios del siglo VIII. Fue entonces que en los versos de quien fuera también VII Conde de Poitiers se desarrolló una nueva concepción del amor que transformaría no sólo la poesía sino las costumbres cortesanas en buena parte de Europa. Y todo gracias a los árabes, que antes de ser expulsados del Viejo Continente en 1453 ya habían dejado una huella imborrable en cada cosa que tocaron. Abulcasis, Azarquiel y Averroes, respectivamente el padre de la cirugía moderna, el gran astrónomo y constructor de astrolabios y el sabio médico y traductor de Aristóteles, son sólo algunos de los muchos nombres de ilustres andalusíes que enriquecieron el pensamiento occidental con sus valiosas aportaciones a la ciencia. El arte taifa, almorávide, almohade y nazarí, legado de la sensibilidad árabe, se refleja sobre todo en la arquitectura del sur de España y resplandece en lugares como los palacios de la Alhambra y la villa del Generalife en Granada. La herencia de la música andalusí resuena en las cuerdas del rabel, el laúd y la guitarra y los giros propios de sus escalas pueblan infinidad de melodías con las que compositores de siglos posteriores le han dado forma a su inspiración, como Joaquín Rodrigo en su Concierto Andaluz.

Fue Celedonio Romero, guitarrista, compositor y poeta español, además de fundador de la dinastía de guitarristas conocida como Los Romero, quien le encargó a Joaquín Rodrigo la creación del Concierto Andaluz, el cual fue compuesto en 1967 y estrenado al siguiente año por la Orquesta Sinfónica de San Antonio dirigida por Víctor Alessandro, con Los Romero como solistas, en la ciudad se San Antonio Texas.

El concierto consta de tres movimientos, el primero construido sobre un ritmo de bolero y conformado por tres temas, que se exponen en toda su pureza melódica, es decir, sin ser sometidos a algún tipo de desarrollo. Según el mismo Rodrigo, «el primero en aire de bolero, como queda dicho, el segundo, muy «cantabile», tiene un marcado carácter andaluz; y el tercero, más vivo, presenta un inequívoco aire de «bulerías», que es un tipo de palo flamenco típico de la ciudad de Jerez de la Frontera. Por su parte, el segundo movimiento consta de tres secciones, de las cuales la primera y la última se construyen sobre un bajo ostinato elaborado a partir de escalas descendentes, por encima del cual flota una melodía de marcado carácter melancólico; mientras que la segunda parte es más movida que las otras dos, y contrasta con éstas por el papel protagónico de los cuatro solistas. La obra se cierra con un tercer movimiento en el que se exponen dos temas, el primero bañado por la luz de las sevillanas, en tanto que el segundo es un brillante zapateado, después del cual reaparece el tema de las sevillanas.

 

Johannes Brahms (Hamburgo, 1833 – Viena, 1897)

Cuarteto para cuerdas y piano no. 1 en sol menor, op. 25

Tmolo no es sólo un monte de la Antigua Grecia mencionado por Apolodoro en su compilación de mitos conocida como Biblioteca, es también el nombre de un personaje que aparece como juez en la disputa musical que entre Apolo y Pan se narra en la Cantata 201 de Johann Sebastian Bach. Al emitir su veredicto a favor de Apolo, Tmolo alaba su canto diciendo: «Febo, tu melodía ha nacido de la gracia. Pero quien entiende el arte por el cual tu canto provoca admiración, será arrebatado fuera de sí.» O, lo que es lo mismo y dicho en buen romance, pero el que entiende aquello que le provoca lo que siente no solamente siente más sino que, como diría Salvador Dalí, podrá «llorar lágrimas de inteligencia». Así, quien más entiende puede hacer de su emoción algo capaz de trascender al mero instante de la experiencia sensorial. Y quién mejor para entender la obra de un genio que otro genio, como deja claro la transcripción para orquesta que hizo Arnold Schönberg con el Cuarteto para piano, violín, viola y violonchelo op.25 de Johannes Brahms.

Schönberg, con toda seguridad el más revolucionario y radical de los músicos del siglo XX, sentía una profunda admiración por la obra de aquél que es considerado el más conservador de los compositores románticos del siglo XIX, Johannes Brahms. Sin embargo, detrás de esta etiqueta de conservadurismo que la miopía de algunos críticos le ha endilgado a Brahms por el simple hecho de haber cultivado formas heredadas del periodo clásico, palpita una de las músicas más propositivas del Romanticismo. «He puesto vino nuevo en odres viejos», comentó en alguna ocasión Brahms, y si alguien pudo entender la profundidad de tal afirmación, ese fue, indudablemente, Arnold Schönberg, quien en 1933 recibió la invitación para dictar una conferencia en la radio, a la cual respondió con estas sorprendentes palabras: «¿Estaría interesado en una charla sobre Brahms? Aquí creo que probablemente tendría algo que contar que sólo yo puedo decir. Aunque mis estrictos contemporáneos y otros mayores que yo también vivieron en la época de Brahms, ellos no son “modernos”.»

Así, el 12 de febrero de 1933, año del centenario del natalicio de Brahms, Schönberg pronunciaba la pactada conferencia ante los micrófonos de la Frankfurter Rundfunk. Dieciocho años después, en 1950, apareció la primera edición de su libro Style and Idea, y en él la reelaboración de aquella conferencia con el título Brahms el progresivo, en la que destaca dos de los principales recursos composicionales del compositor hamburgués: la «variación desarrollada» y la «prosa musical», consistentes en la continua variación de motivos, sin un patrón fijo de repetición, con base en la cual se construyen temas, secciones o incluso obras enteras, como sucede en el Cuarteto para piano, violín, viola y violonchelo op. 25, compuesto por Brahms entre 1856 y 1861, obra que Schönberg admirara profundamente y que el mismo año de 1933 transcribiera siguiendo una práctica muy común en la primera mitad del siglo XX, consistente en llevar a la orquesta moderna obras instrumentales de otras épocas con la intención de explotar sus posibilidades tímbricas, tal y como lo hicieron Anton Webern, Igor Stravinski, Leopold Stokowski o Carlos Chávez con composiciones del período barroco.

 

Orquesta Filarmónica de la UNAM

 

La Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM), el conjunto sinfónico más antiguo en el panorama cultural de la Ciudad de México, constituye uno de los factores preponderantes del proyecto cultural de mayor trascendencia del país: el de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Durante ochenta años de actividades, la OFUNAM se ha convertido en una de las mejores orquestas de México. Su popularidad se debe a la calidad del conjunto, de sus directores titulares, a la participación de directores huéspedes y solistas de prestigio nacional e internacional, a una programación interesante y variada, al entusiasmo de sus integrantes y a la belleza, la comodidad y la magnífica acústica de su sede, la Sala Nezahualcóyotl. Además, cada temporada la orquesta realiza giras por diferentes escuelas y facultades de la UNAM. En 2014 realizó una gira por Italia y en 2015 otra por el Reino Unido. Su repertorio abarca todos los estilos, desde el barroco hasta los contemporáneos, incluyendo desde luego la producción nacional.

En 1929, a raíz de la recién lograda autonomía universitaria, estudiantes y maestros de música constituyeron una orquesta de la entonces Facultad de Música de la UNAM. Posteriormente, con un proyecto aprobado por el gobierno de Lázaro Cárdenas, se transformó en un conjunto profesional en 1936. Originalmente denominada Orquesta Sinfónica de la Universidad, su dirección fue compartida por José Rocabruna y José Francisco Vásquez, y su sede se fijó en el Anfiteatro Simón Bolívar, de la Escuela Nacional Preparatoria.

De 1962 a 1966, Icilio Bredo tuvo a su cargo la dirección artística de la orquesta, cuya sede se cambió al Auditorio Justo Sierra, de la Facultad de Filosofía y Letras. En 1966, la designación de Eduardo Mata como director artístico marcó el inicio de una nueva y brillante etapa de desarrollo del conjunto que duró nueve años. Fue durante este período que la Orquesta Sinfónica de la Universidad se convirtió en Orquesta Filarmónica de la UNAM, y comenzó la construcción de un nuevo y moderno recinto para albergar al conjunto universitario, la Sala Nezahualcóyotl. Héctor Quintanar fue nombrado director artístico en 1975. Al año siguiente, la orquesta se mudó a su actual sede. Desde entonces, la orquesta universitaria ha trabajado bajo la guía de Enrique Diemecke y Eduardo Diazmuñoz (1981 a 1984, directores asociados), Jorge Velazco (1985 a 1989), Jesús Medina (1989 a 1993), Ronald Zollman (1994 a 2002), Zuohuang Chen (2002 a 2006), Alun Francis (2007 a 2010) y Jan Latham-Koenig (2012 a 2015). Desde enero de 2017, Massimo Quarta es el director artístico de la OFUNAM.

http://musica.unam.mx/

 

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