Glenn Gould: una estrella de la música clásica

Se cumplen 37 años de su fallecimiento en la ciudad que lo vio nacer: Toronto, Canadá. Sus versiones de las Variaciones Goldberg, de Bach, han cautivado a millones de oyentes en todo el planeta

Glenn Gould representó para la música clásica lo que los Beatles representaron para el rock: una enorme bocanada de aire fresco, un rotundo estallido de talento, virtuosismo y originalidad, una revolución liberadora.

Este grandísimo pianista nació el 25 de septiembre de 1932 en Toronto, Canadá, y murió el  4 de octubre de 1982, en esa misma ciudad, debido a un derrame cerebral.

De muy niño aprendió a tocar el piano con su madre y a los 10 años ingresó en el Conservatorio de Toronto, donde se convirtió en discípulo del pianista chileno Alberto García Guerrero.

En enero de 1947 hizo su debut profesional como concertista, interpretando el Concierto para piano y orquesta número 4, de Beethoven, con la Orquesta Sinfónica de Toronto, bajo la batuta del australiano Bernard Heinze. Y en abril de ese mismo año dio su primer recital en solitario, con un programa que incluyó obras de Bach, Haydn, Beethoven, Mendelsshon y Chopin.

En enero de 1955, un día después de haber dado su primer recital en Nueva York (en el Town Hall), unos ejecutivos del sello discográfico Columbia Masterworks lo buscaron para que grabara su primera versión de las Variaciones Goldberg, de Bach, la cual, una vez quedó lista y salió a la venta, fue todo un acontecimiento en el mundo de la música.

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Vertiginosa carrera

A partir de entonces, Gould comenzó una vertiginosa carrera que lo llevó a diversas partes del mundo. En 1957 viajó a la Unión Soviética, donde el público quedó extasiado con sus interpretaciones. De acuerdo con su biógrafo Kevin Bazzana, “las audiencias rusas nunca habían escuchado nada parecido. Aún hoy en día, los rusos que lo vieron actuar en 1957 emplean alguna variante de la imagen del ‘visitante de otro planeta’ para tratar de aprehender los sentimientos que los embargaron.”

Pero llegó el 10 de abril de 1964. Harto y aburrido de las giras y de sus presentaciones en vivo, Gould ofreció ese día su último concierto en Los Ángeles, California, y se refugió en los estudios de grabación, donde produjo algunos de los mejores discos de música clásica de todos los tiempos (qué curioso: dos años después, el 29 de agosto de 1966, igualmente hartos y aburridos de las giras y de sus presentaciones en vivo ante miles de jovencitas gritonas e histéricas, los Beatles dieron su último concierto en San Francisco, California, y también se refugiaron en los estudios de grabación, donde produjeron sus obras maestras: Sgt. Pepper’s lonely hearts club band, The Beatles conocido como el Album Blanco, Abbey Road y Let it be).

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Manías, obsesiones y excentricidades

Como cualquier genio, Gould tenía sus manías, obsesiones y excentricidades. Por ejemplo, cuando daba un concierto o un recital, incluso cuando grababa un disco, emitía de tanto en tanto un casi inaudible tarareo que se entremezclaba con los espléndidos sonidos que lograba arrancarle al piano (se puede oír en sus discos).

Asimismo, durante sus presentaciones en vivo y sus sesiones de grabación no usaba, como los cánones mandan, un elegante taburete para sentarse frente al teclado de su instrumento, sino una silla desvencijada a la que su padre le había recortado las patas cuando él tenía ocho años.

Y no importaba que hiciera mucho calor: siempre salía a la calle enfundado en un abrigo, con unos guantes en las manos y una gorra en la cabeza.

Compositor

En 1981, poco antes de su inesperado deceso a los 50 años, Gould volvió a grabar las Variaciones Goldberg. Las ventas de este disco fueron exorbitantes, quizá tanto como las de alguno de los Beatles (hay otra versión de esta obra, grabada en vivo el 25 de agosto de 1959, durante la actuación del pianista canadiense en el Festival de Salzburgo).

La discografía de Gould abarca prácticamente toda la obra para teclado de su amado Bach (las multicitadas Variaciones Goldberg, los conciertos para clavicordio y orquesta, El arte de la fuga, El clave bien temperado, las Partitas, las Tocatas, las Suites inglesas y francesas…), pero también obras de Sweelinck, Scarlatti, Händel, Haydn, Mozart, Beethoven, Brahms, Scriabin, Berg, Schoenberg, Strauss, Sibelius, Prokofiev, Hindemith, Poulenc, Krenek…

Además, ejerció la composición, si bien no de una manera constante y continuada. Entre sus obras destacan: Cinco piezas breves para piano, Lieberson Madrigal, Dos piezas para piano, Sonata para fagot y piano, Sonata para piano, Cuarteto para cuerdas número 1 y So you want to write a fugue?

La figura de Gould también ha inspirado obras literarias, como las novelas El malogrado, del austriaco Thomas Bernhard, y Glenn, del español Alejandro Castroguer (por cierto, ésta fue estructurada igual que las Variaciones Goldberg: un Aria inicial, 30 capítulos y un Aria da capo).

Un último apunte: no hay noticias de que a Gould le haya gustado la música de los Beatles, aunque lo más probable es que sí. Lo que sí se sabe es que reverenciaba a Petula Clark, cantante pop inglesa que en 1964 alcanzó el primer lugar en las listas de popularidad de Gran Bretaña y Estados Unidos con la canción “Downtown”.

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