Mazatlanica, entre lo humano y lo animal

El MUAC presenta un lugar imaginario creado por la artista plástica Fritzia Irízar


Mazatlanica, exposición de Fritzia Irízar que se presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), cuestiona los límites entre el objeto y el sujeto, y también entre lo humano y lo animal. La muestra reúne una serie de obras en las que la sinaloense aborda críticamente la dependencia entre lo precioso y lo preciado, entre el propio material y la construcción de su valor. Ella parte del objeto para “cuestionar las jerarquías y buscar poéticas de la existencia más allá de la supremacía de lo humano. Con su propuesta evidencia la resistencia física y conceptual del material al diluirlo, desgastarlo, deshacerlo, disolverlo o injertarlo, y da forma a nuevas corporalidades”.

Investiga sobre el valor de materiales como el oro, diamantes y perlas, desde su correlato con los procesos de trabajo, explotación y consumo. Todo ello lo crea desde un lugar imaginario llamado Mazatlanica, una geografía inexistente y que además refiere al nombre científico de la concha nácar. Cinco conchas prehispánicas funcionan como una especie de narrador entre los proyectos que fueron seleccionados para patentizar el valor que los seres humanos otorgamos a los materiales preciosos. Fritzia invita a pensar cómo evaluamos y nos comportamos ante estos objetos que tanto fascinan.

El valor del tiempo

La sección más grande de la exhibición está enfocada a pensar el tiempo y el valor de éste, así como el valor de las gemas y los productos de lujo. A la creadora le gusta pensar la exposición como algo que se centra en lo local para hablar de complejidades globales, y reparar en cómo actuamos frente a los sistemas económicos y lo que hay detrás de nuestra frenética e irracional forma de consumir.

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Valor a los seres vivos

La parte inicial de la muestra se enfoca en una particular tradición del sureste del país; se presenta el video de un escarabajo endémico de la región de Yucatán. Con esta imagen hace visible el aspecto animal del insecto, a la vez que da cuenta de nuestra obsesión por otorgarle valor a los seres vivos, partiendo de los elementos valiosos que portan sobre ellos.

En este caso el insecto decorado, al que se le llama maquech, está cubierto con pequeñas esferas de oro y plata. La artista interpreta tal intervención como la incapacidad que tenemos para observar nuestros recursos más valiosos. “Revivir y visualizar esta entidad viva sobre su valía económica, es una metáfora muy evidente de cómo observamos precisamente estos recursos naturales”, apuntó Irízar en un recorrido.

En otra sección se observa el resultado de un proyecto que duró cuatro años en la región de Baja California Sur. Irízar empezó a investigar sobre la producción de perlas en granja, práctica que fue muy exitosa a principios del siglo pasado. Al respecto dijo: “Es un proyecto en colaboración con una entidad viva, que se encuentra en un estrato muy bajo dentro de nuestra clasificación de animales. En esta parte cuestionó la visión tan limitada y estrecha que tenemos para hacer tal clasificación, y cómo la determinamos a partir de que decidimos la protección de ciertas especies animales sobre otras”.

Detalló el trabajo: “Busqué en la numismática mundial diseños que manejan ciertos símbolos y recuperé siete de ellos, varios de los cuales son ambivalentes; es decir, pueden significar diferentes cosas dependiendo de la cultura que los use. Estos mismos símbolos los fabriqué en un plástico resistente que fue insertado en las ostras mientras estaban vivas, mediante un proceso asesorado por biólogos.

“Hicimos la incisión de estas formas plásticas dentro de las ostras y las mantuvimos en el mar por cuatro años. Al final, la intención es mostrar cómo se valoran y degradan ciertos símbolos sobre otros. Este muy pausado ritmo de creación era como si la ostra fuese una especie de artesano animal, que lentamente colaboraba en la creación de pequeñas esculturas”, explicó.

El visitante a la exposición Mazatlanica, que permanecerá hasta el 5 de enero de 2020 –curaduría de Helena Chávez– podrá encontrar en ésta más elementos que le sugieren romper al menos por unos minutos con la mirada frívola, y dar cuenta que podemos ser más sensibles hacia el otro, que también es una entidad viva. Fritzia Irízar recurre al ocultamiento como vehículo para visibilizar los cuerpos y observar dentro de uno mismo. En suma, se propone gestar un ejercicio de imaginación sin renunciar a la experiencia estética.

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