Memoria y conmemoración ilumina el Estadio Olímpico

Muestra de trabajo académico que recuerda los 50 años del M68 y los juegos Olímpicos

El Estadio Olímpico Universitario fue más allá que una maqueta real. Un rayo fracturó la oscuridad y el bullicio. Refrendó que este inmueble tributado en su construcción a lo prehispánico y a quienes lo habitan, presentes y no desde hace medio siglo y 64 días, es patrimonio mundial vivo.

“Porque no sólo somos cuerpo, sino también espíritu, eso es lo que México le ha dado al mundo, la primera Olimpiada Cultural que hoy se evoca diferente con iluminación”, dijo Marcos Mazari, director de la Facultad de Arquitectura, al emprender, junto con Mireya Ímaz, titular de la Dirección General de Atención a la Comunidad, y decenas de universitarios, el recorrido Memoria y Celebración 2018.

Este workshop es muestra de la labor desarrollada por alumnos de la quinta generación de la Especialización en Diseño de Iluminación Arquitectónica, mediante una serie de instalaciones efímeras que buscan iluminar la arquitectura del Estadio Olímpico Universitario para ver, mirar y contemplar algunas de sus dimensiones histórico-espaciales.

Invirtieron toda una jornada en su montaje, durante más de seis horas, aunque la labor previa fue durante todo el semestre. La apertura al escrutinio fue a las 19 horas del martes con la dirección de Enrique Antonio Quintero López. Las luces invadieron la explanada, rampas, cuatro túneles…

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Recorrido

La rampa nos conduce hacia los ecos tácitos del pretérito. Es la Orquesta sesentera nubosa de Rubí Zacnité Gaspar, en el túnel 40: “I love the colorful clothes she wears/ And the way the sunlight plays upon her hair/ I hear the sound of a gentle Word”…, la emblemática canción Good vibrations de The Beach Boys ambienta sin titubeo en un sendero para caminar (especularreflectante) que contó con un sistema de control para atenuación y cambio de color, con sensor para activarse con sonido.

En el túnel 41 estuvieron las Postales Wyman de Reynaldo Delgado, los timbres del diseñador Lance Wyman utilizados en los Juegos Olímpicos sobre la piel pétrea curva, donde figuraron la connotada paloma blanca y el logo identitario del 68, entre otras imágenes.

Túnel 30: Hilos de luz de Tania Pamela Morales, haces lumínicos de colores alusivos a la gráfica lineal de los Juegos Olímpicos de 1968; túnel 29: Unión universitaria de Edith Angélica Vidal, se manifestó con los colores azul, oro, guinda y blanco, el sentido de unión de las instituciones educativas en “momentos complejos”.

Vino entonces el Performance lumínico de Sara Castillo y Julia Barrios, bajo el Palomar. Luces de brasas, enrojecidas, cuatro, seis, once, múltiples siluetas luminosas en desplazamiento con destellos intermitentes, parecieron brillar, se ocultaron, humanos de leds.

Y las Sombras performáticas, el aprovechamiento del espacio de las graderías como pantalla para proyectar efectos. Se humaniza en esta propuesta la base dinámica de la interacción de los cuerpos y la luz.

Este performance representa la paradoja que significó el hecho de que en 1968 fue creado el Batallón Olimpia con el propósito de garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos y que el mismo grupo haya sido uno de los responsables de la masacre en la Plaza de las Tres Culturas, explicó Antonio Villegas, coordinador de la pieza.

La obra consta de dos figuras atadas con luces que simbolizan la represión y son rojas por la sangre de quienes murieron.

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