Ensamble Liminar, en el MUAC

Música vanguardista con motivo del 68

Foto: Carlos Vega.
Foto: Carlos Vega.

El Ensamble Liminar, agrupación de música contemporánea y vanguardista fundada en 2011 por el violista Alexander Bruck y la vocalista Carmina Escobar, se escuchó en el auditorio del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en marzo en el primero de sus tres conciertos, programados para conmemorar los 50 años del Movimiento Estudiantil del 68.

Sueños llamaron a su primera participación de la trilogía Música y Ciudadanía. Cincuenta Años de 1968, que incluyó piezas de Luigi Nono, Christian Wolff, Bruno Maderna y Helmut Lachenmann.

Liminar, nombre que alude al umbral, lo que está al principio o a una entrada, se caracteriza por conjuntar una instrumentación diversa y por integrar un repertorio innovador, lo que le ha valido ser considerado uno de los ensambles más importantes de la música actual y experimental en México.

El concierto comenzó con Güero, nombre con el cual se conoce en Alemania al güiro o raspador. En esta composición, el pianista Carlos Gómez apenas y desliza sobre el teclado sus dedos, las notas están ausentes, ninguna tecla es oprimida en esta pieza de Lachenmann. Los modos previstos de producción de sonido para el piano de cola son completamente evitados, retenidos, privados. Se intenta que se escuche como el güiro. Lo percutido construye la pieza.

Enseguida interpretaron para ensamble variable Exercises, de Wolff. Aquí recurrieron a un lenguaje simbólico donde la probabilidad de sorpresa es alta. Música con un lado inquietante y a la vez tranquilizador, que sugiere un resultado sensible en la audiencia. Se percibieron movimientos del arco sin producir sonido alguno, sutil roce de las cuerdas de los violines de Julián Martínez y Diego Velazco, del violonchelo de Jorge Amador y de la viola de Alexander Bruck. Breves melodías que aparentaban proceder de un lugar remoto, patrones melódicos y rítmicos reconocibles, repetidas pausas de largo aliento, y un uso ocasional de pequeñas percusiones. Todo ello reveló una música para jugarse en un diseño de formas colaborativas.

Continuaron con Gran torso, obra para cuarteto de cuerdas de Lachenmann. Distorsiones e intensificación del sonido y en contraste lo casi imperceptible que se produce por un ligero desplazamiento circular del arco sobre las cuerdas. De improviso sonidos singulares e inusuales explotaron las barreras de audibilidad. Tensión y el efecto de serruchar como técnica de reproducción.

Hecho el intermedio colocaron atriles a los cuatro costados del auditorio para interpretar Hay que caminar soñando, de Nono para dos violines. Diálogo disonante a cierta distancia que activó la metáfora onírica de que los caminos del sueño hay que hacerlos andando.

Cerraron el programa con Serenata per un satellite, de Maderna. A las cuerdas, guitarra eléctrica ejecutada por Carlos Iturralde, saxofón barítono y soprano de Omar López y la flauta de Wilfrido Terrazas se incorporó al arpa de Janete Paulus.

La trilogía

Para Alexander Bruck, director del Ensamble Liminar, la primera parte de la trilogía evoca la utopía y la búsqueda del movimiento. En el segundo concierto Voces-rostros, que será el 28 de abril en el mismo auditorio, estrenarán la creación original colectiva Memorial: collage sonoro visual con material de archivo de 1968. La última parte de la trilogía se presentará en el mismo lugar el 26 de mayo. Ésta lleva por nombre In tyrannos, y nos remite a lo tiránico que resulta utilizar los poderes fácticos para desarticular un movimiento social, como sucedió hace 50 años en México y que hasta la fecha ocurre.

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