‘Niña sola’, un documental buscando justicia

“Mi perspectiva no es la de una mujer, pero todos somos parte del problema. Yo me siento parte del problema por ser hombre”, comentó su director Javier Ávila en entrevista exclusiva.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcula que, en promedio, 7 mujeres son asesinadas al día; además, como se registra en el estudio ‘La violencia feminicida en México, aproximaciones y tendencias 1985-2016’ del ente internacional, México es uno de los 14 países latinoamericanos que se encuentra entre los primeros 15 lugares en asesinatos de mujeres alrededor del mundo.

Las cifras son abrumadoras y la sociedad prefiere olvidarlas, bloquearlas de su realidad, como lo explicó el joven realizador Javier Ávila, en entrevista exclusiva para la Gaceta de la UNAM, después de presentar su documental Niña sola en la novena edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM).

La película tiene como protagonista a Arcelia, quien desde hace años clama justicia por el asesinato de su hija Cintia, de 19 años, a manos de un su ex-pareja (identificado como Omar). Junto a su hija mayor, Arcelia “comienzan a explorar sus propias vidas, marcadas por relaciones de pareja abusivas. Ambas tratan de encontrar una explicación al crimen y un nuevo sentido a sus vidas”, como lo detalla el catálogo del festival.

Para Ávila ser mujer en México es vivir en un estado permanente de alerta, “uno como hombre nunca sentirá el miedo que ellas sienten. Soy muy consciente de eso y no pretendo decir cómo son las cosas. Mi perspectiva no es la de una mujer, pero todos somos parte del problema. Yo me siento parte del problema por ser hombre. Es preocupante que los hombres no sientan remordimiento, es una enfermedad.”

El realizador cuenta que conoció el caso de Cintia por medio de un reportero de Tijuana, ciudad donde sucedieron los hechos. “En septiembre del 2016, se registraron cinco casos de feminicidios en Tijuana. Yo me alarmé, sentí miedo por mi familia y necesitaba hacer algo.”

Ese sentimiento de alarma lo llevó a iniciar la investigación para el documental: “quise hacer una película que hablara sobre violencia de género, me contacté con un reportero. Él había sido el único que se había enterado de este caso, porque no salió en noticias ni en periódicos.”

“Le dije que quería platicar con las familias para ver si podíamos desarrollar un proyecto sobre las historias. Arcelia, la protagonista, cuando supo inmediatamente dijo: ‘quiero participar porque nadie sabe que mataron a mi hija, el culpable era mi novio y sigue libre, quiero justicia’”, rememora el cineasta.

Ávila aventura que una de las razones por las que el crimen perpetrado contra Cintia no obtuvo justicia se debe a la normalización que en México se hace del machismo, situación que inicia desde la infancia y se consolida con el paso de los años.

“La cultura, precisamente, machista permite que los hombres hagan lo que quieran sin ningún castigo. Por eso el enfoque (del documental) hacia los niños, ellos pueden ser o no el próximo Omar si no son bien educados.”

“Hay una relación muy rara y una línea muy delgada sobre el papel de la madre y el padre ausente. Todo pertenece a ese ciclo de violencia que nuestra cultura permite. Yo quería que se entendiera que, por lo menos, en esa sociedad que está retratada (en Tijuana), la violencia está normalizada. Nadie se alarma, hay un grado de insensibilidad tan grande que cómo es posible que no nos afecte el sufrimiento del otro.”

El documental retrata como la madre y la hermana mayor de Cintia se culpan por lo sucedido, aunque, para Ávila, esto también es un síntoma del machismo que se vive en el país, donde el hombre siempre puede evadir su culpa.

“Arcelia decidió volver con él porque no quería que se convirtiera en borracho por su culpa. Aunque no tenía la culpa de eso, una y otra vez se culpa. Es la cultura machista que le echa la culpa a las mujeres.

“En el caso de este tipo, quien la maltrató en varias ocasiones,” después de una pelea “le dijo que no sabía cómo iba a reaccionar y por eso escondía los cuchillos. No creo que se tenga que reflexionar tanto cuando sucede algo así, detectar el problema y que se tenga que tratar. Para nada veo al hombre (de este caso) como nada que no sea un asesino, una persona abusiva y merece ser castigada.”

Es por ello que el realizador espera que su trabajo ayude a reflexionar en comunidad sobre los modelos de familia bajo los que nos desenvolvemos e iniciemos una transformación de los mismos en aras de mejorar el tejido social del país. “Quiero llegar a todo el público para buscar una generación de ideas que reestructure los modelos familiares, cómo seguimos educado o nos siguen educando”, añade.

Mientras no haya una transformación las mujeres mexicanas seguirán viviendo un encierro, detalla Ávila, “hay un conejo (en la cinta) que está libre en la regadera, luego está encerrado. Así como ellas (las protagonistas), que viven encerradas su infancia de una ciudad a otra. Salen de una jaula para meterse a otra.”

“Me duele que el personaje que quería cambiar las cosas (Cintia), pensaba de una manera distinta, con metas y que quería superarse es el que no está. Es tristemente irónico, es una realidad absurda y preocupante”, expresa con pesadumbre el novel documentalista.

Javier Ávila afirma que el proceso de filmación y producción del documental fue doloroso (no sólo en lo emocional, el largometraje consiguió terminarse gracias a una beca en Estudios Churubusco del festival DocsMx), no obstante el proceso sirvió para que Arcelia pudiera procesar mejor lo sucedido con su hija.

“A raíz del documental, Arcelia pudo reflexionar lo que pasó. Tal vez ya lo pensaba, pero tener una plataforma para escucharlo para procesarlo”, esto sirvió para que hiciera un cambio en su vida. Comenzó a estudiar, “que siempre se lo pedía su hija”.

“No sé cómo decirlo de forma no burda, pero a veces es muy difícil expresar que existe un problema con nuestra pareja, provoca vergüenza. Pero, ¿qué preferimos? ¿La vergüenza o permitir la muerte de alguien más?”

“Todos somos cómplices, cualquiera está propenso a participar en este tipo de relaciones violentas. Cualquier relación es muy complicada, ésta duró 10 años y era la segunda relación de este tipo que vivía Arcelia. El papá de sus hijas estuvo a punto de ahorcarla porque quería violarla. Es una vida llena de abuso y de violencia, por eso la violencia se vuelve cotidiana. Dejamos de darnos cuenta.”

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