Nueve medallas, 275 atletas, 21 universitarios…

La cosecha mexicana: tres de oro, tres de plata y tres de bronce

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Felipe Muñoz, oro.

La delegación deportiva mexicana que participó en México 68 estuvo integrada por 275 atletas (233 hombres y 42 mujeres), en 20 deportes, y entre ellos se encontraban 21 universitarios.

La cosecha fue de nueve medallas, que se distribuyó así: oro para Felipe Muñoz (natación), Ricardo Delgado y Antonio Roldán (boxeo); plata para Pilar Roldán (esgrima), José Pedraza (marcha) y Álvaro Gaxiola (clavados), y bronce para Maritere Ramírez (natación), Joaquín Rocha y Agustín Zaragoza (boxeo).

También participó un nutrido grupo de jueces auriazules en las justas de atletismo, entre ellos: Charlotte Bradley, Laura Parrao, Hebe Martínez, Margarita Álvarez Deras, Helena Linares, Irma Espinoza, Jorge Muñoz Murillo, José Julián Medrano, Salvador Pliego, Fernando Cerón, Pablo y Gilberto Ibarra, José Irineo García Cervantes, Manuel Martínez, Jorge Alfredo Pacheco, Pedro Torres, Martín Durán, Chito Souza y Mario Monroy, coordinados por Jorge Molina Celis. En la plantilla de jueces de natación estuvo Manuel Herrera y en la subdirección técnica general Carlos Jalife Elías.

Ricardo Delgado, oro. / Antonio Roldán, oro.
Ricardo Delgado, oro. / Antonio Roldán, oro.

El olor del tartán

Si para un deportista mexicano competir en los Juegos Olímpicos de 1968 fue un momento especial, para uno que además era alumno de la Universidad Nacional tiene un añadido específico que convierte aquella experiencia en un episodio prodigioso.

Con sólo 20 años de edad, Melesio Piña Oregel compitió en las pruebas de 400 metros planos y relevos 4 x 400.

Nació en Tepic, Nayarit, pero un certamen de atletismo, realizado en el Estadio de Prácticas de Ciudad Universitaria, lo motivó a ingresar a la UNAM.

“Cuando me di cuenta que estaba en las listas para ir a los Juegos Olímpicos, hablé con el maestro Jorge Olivera Toro y le pedí permiso para no ir a las clases que daba en su despacho. Él era un coronel y me hizo tomar conciencia, yo estaba haciendo un mérito para representar a México; me dijo que lo tomara como un servicio a mi país.”

Recuerda de esos días el olor del tartán, el césped, el clima, la energía volcánica a su alrededor… “El Estadio Olímpico es un lugar con magia cósmica, coinciden circunstancias que no son comunes en otros espacios. Para innovar se tienen que dar estos milagros, así los llamo, que se vinculan con el medio ambiente, se conjugan en un solo día y una sola vez”.

Uno de esos momentos históricos que presenció Melesio Piña es el récord mundial en salto de altura que impuso Dick Fosbury, con 2.24 metros.

Otro participante fue el nadador mexicano Juan Alanís Guerrero, quien finalizó en el séptimo sitio de los 1,500 metros en 1968, tras cumplir su segunda Olimpiada, luego de participar en Tokio 64.

Pilar Roldán, plata. / José Pedraza, plata.
Pilar Roldán, plata. / José Pedraza, plata.

Instalaciones universitarias

Cuando México fue elegido sede para celebrar los Juegos de 1968, desde ese momento se formó un Comité Organizador para preparar la logística requerida y construir o acondicionar las instalaciones necesarias que deberían albergar los deportes que integran el programa olímpico.

Pedro Ramírez Vázquez propuso el estadio de la UNAM para las ceremonias de inauguración y clausura, las competencias de atletismo y las pruebas de salto con las que se culmina tradicionalmente el programa de equitación en los Juegos Olímpicos.

La Alberca de Ciudad Universitaria recibió a todos los equipos participantes en las eliminatorias del waterpolo, adquiriendo estatus olímpico como subsede.

El Estadio Olímpico Universitario tuvo algunas adecuaciones, siempre con el respeto a la estructura básica que tenía desde su inauguración, en 1952, así que, entre las obras realizadas, se cuentan: la remodelación del palco presidencial, ubicado en el palomar; el acondicionamiento en el palco para los huéspedes distinguidos; la adaptación de nuevas áreas para prensa y televisión, en el palomar; la creación de bodegas para guardar el equipo y materiales para las competencias; se instaló un nuevo y moderno tablero electrónico; en las tribunas se reemplazaron los asientos individuales por asientos corridos para garantizar el cupo de 80 mil espectadores; se reacondicionó el Reposo de Atletas, con casilleros y baños, y se incluyó otra área para la concentración, previa a las competencias; se adaptó un elevador para comunicar el palco presidencial con la zona de premiación (en la parte baja del estadio); se excavó un foso, que circundara la cancha del estadio, como zona de seguridad; se cambió el césped del campo y el sistema de drenaje en toda la cancha; se instaló una pista de tartán, con novedosos materiales sintéticos y se amplió la pista reglamentaria con ocho carriles olímpicos (antes contaba sólo con siete), y se acondicionaron las oficinas generales para los jueces, con cafetería, baños y restaurante, anexadas al costado sur del estadio.

México 68 será recordado por las marcas y hazañas de grandes atletas, y especialmente por anécdotas que hicieron de la edición XIX de la Olimpiada una justa inolvidable.

Luego de la muerte del ciclista danés Knud Enemark Jensen, durante los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, ocasionada por el consumo de anfetaminas, Arthur Porritt propuso en la 63 Sesión del Comité Olímpico Internacional, el establecimiento de nuevas políticas sobre el dopaje. Por tal motivo, el COI accedió a condenar el uso de drogas y sancionar a los deportistas que las consumieran. Así solicitó a los Comités Olímpicos Nacionales que examinaran a sus atletas.

El 9 de mayo de 1967 se aprobó una política de pruebas antidopaje y se estableció que a partir de México 68 se realizarían los exámenes de orina, aleatorios a los atletas, en la búsqueda de sustancias que, desde entonces, serían consideradas prohibidas, como los estimulantes, narcóticos, antidepresivos y tranquilizantes.

Como un preámbulo de los juegos, el Comité Organizador de México 68 y la Universidad Nacional Autónoma de México realizaron el Primer Congreso Internacional de Derecho del Deporte, en la Unidad de Congresos del Centro Médico Nacional de la Ciudad de México, al que fueron invitados diversos organismos internacionales y universidades del mundo.

Entre los acuerdos, se determinó prohibir el dopaje, así como la no interferencia del movimiento deportivo internacional en asuntos políticos, además de considerar el estudio y práctica del deporte como un derecho de la niñez y la juventud. Ante los nuevos lineamientos, en México se hicieron 667 pruebas antidoping y una que resultó positiva fue la del atleta sueco Hans-Gunnar Liljenwall, de pentatlón moderno, quien dio positivo por alcohol.

Cifras finales

Cinco mil 516 atletas representaron a 112 países en 20 deportes (18 olímpicos y 2 de exhibición). Para la delegación mexicana se trajeron entrenadores calificados para mejorar el nivel técnico y entre los más reconocidos figuraron los estadunidenses Ronald Johnson, para la natación y Lester Lan para el basquetbol, además de los polacos Tadeusz Kempka en atletismo y Jerzy Hausleber para caminata.

La delegación de los Estados Unidos se proclamó campeona con un total de 107 preseas (45 oros, 38 platas y 34 de bronce), seguida por la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas con 91 metales (29 oros, 32 platas y 30 bronces).

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