Prometeo y Quetzalcóatl, encadenados

La sola pupila es más grande que su cabeza, decía Gabo del Prometeo que creó para la UNAM su compatriota que en los ochentas sería secuestrado por las FARC en Colombia.

Era 1952. Con su gorra ajustada a la cabeza y “su laberíntico saco sin mangas, con su cara de mico”, Rodrigo Arenas Betancourt se trepaba como un mico en el hombro de su Prometeo.

Así aparecía retratado Arenas Betancourt en periódicos y revistas de arte mexicanos. Así lo describió el joven Gabriel García Márquez en El Espectador, cuando su compatriota “regresó en carne y hueso” a su país en 1955.

Entonces, su primer Prometeo ya se erigía al lado oriente de la Torre de Ciencias de la recién estrenada Ciudad Universitaria, y en Colombia se supo que un colombiano era uno de los mejores escultores de México.

Sus años mexicanos

Arenas Betancourt había llegado a México el 29 de marzo de 1944, donde no hubo ocupación u oficio que no desempeñara. Maestro de dibujo, ayudante de escenógrafo, obrero de un escultor, tallador de falsas miniaturas aztecas, redactor e ilustrador de revistas, asistente ocasional de diversión, cargador de cámaras y trípodes de Leo Matiz, reportero…

En sus años mexicanos, entre 1944 y 1947, Arenas Betancourt continuó su formación en la Academia de San Carlos y en La Esmeralda, del Instituto Nacional de Bellas Artes. Luego, en el sureste mexicano entró en contacto con la escultura maya. En el encuentro con las culturas prehispánicas y el ambiente de la plástica mexicana de entonces, encontraría su propia expresión estética y conceptual.

A su regreso a la Ciudad de México, participa en una exposición colectiva en el bosque de Chapultepec y vende su primera terracota en 450 pesos. Tres meses después ya era cuate de los muralistas Diego Rivera y José Clemente Orozco

En 1949, en el Palacio de Bellas Artes participa en otra exposición colectiva y su Mujer maya torteando es adquirida por mil pesos. Allí conoce al arquitecto Raúl Cacho, quien iba a construir la Torre de las Ciencias Exactas en Ciudad Universitaria.

Cuenta García Márquez: de acuerdo ambos en incorporar la escultura a la arquitectura, Arenas Betancourt, de un metro 62 de estatura, le presentó el proyecto de un bronce de siete metros y dos toneladas “que en seis meses lo hicieron famoso en medio mundo”.

Dos mitos, una escultura

En 1952, Arenas Betancourt termina su escultura síntesis de dos mitos: el Prometeo-Quetzalcóatl, dioses que inician la civilización y la cultura en nuestras geografías distantes.

Uno, griego, robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres; el otro, prehispánico, asociado al agua y a la tierra, enseñó a los pueblos de Mesoamérica la agricultura.

Prometeo simboliza la ciencia o el conocimiento asociado al fuego, por su acción civilizadora y sus beneficios a la humanidad. Quetzalcóatl (serpiente emplumada), la vida, la luz, la sabiduría, la fertilidad y el conocimiento.

De su sitio original, el espejo de agua de la hoy Torre de Humanidades dos, donde ahora está la escultura Pájaro C Móvil de Federico Silva, el Prometeo-Quetzalcóatl, desde finales de los setenta del siglo XX, está en la Facultad de Ciencias.

Ahí, en un espejo de agua, frente a la biblioteca Amoxcalli, una serpiente en basalto sostiene a un Prometeo de broce en pos de alcanzar las estrellas y flanqueado por dos serpientes en piedra policromada. Ahí, cielo y tierra, agua y fuego, lo humano y lo animal, el naturalismo griego y el simbolismo prehispánico, se reúnen en una unidad visual y simbólica.

Gigantes desnudos

No es la más grande, pero si la primera gran obra monumental de Arenas Betancourt. Tampoco la única con el mito griego. Hay otro Cristo-Prometeo cayendo en su natal Colombia, realizado en 1968.

Muchos de sus bronces: gigantes, melodramáticos y espectaculares, son monumentos públicos grandiosos. Raquel Tibol, en su artículo “Rodrigo Arenas Betancourt” (Proceso, 24 de octubre de 1987), asegura que sus personajes simbólicos aparecen siempre desnudos.

Desnudos, dice la crítica de arte fallecida, están el Prometeo-Quetzalcóatl de la UNAM, el Cuauhtémoc de la Secretaría de Obras Públicas y Comunicaciones derruida por el terremoto de 1985, el Bolívar de Pereira, Colombia… o casi con taparrabos los lanceros de Rondón.

Cabezas monumentales

Antes de cumplir los 68 años de edad, el 18 de octubre de 1987, Rodrigo Arenas Betancourt fue secuestrado por las FARC (Fuerzas Armadas de Colombia) en Caldas, Antioquía, cuando viajaba con su esposa e hijos. Tras 81 días en cautiverio, fue liberado el 1º de enero de 1988.

Murió en 1995. Sus restos reposan en Fredonia, donde nació en octubre de 1919, y sus obras posan en plazas públicas y en colecciones, entre otros lares del mundo, de Colombia y México, en cuyo territorio, de su vasta obra, nos dejó las cabezas monumentales de cuatro héroes que nos dieron patria: Hidalgo, Morelos, Juárez y Zapata.

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