Semana Santa en México: herencia de la España católica

Una de las celebraciones más auténticas de la Semana santa quizá sea la de Iztapalapa. En la época virreinal las representaciones se hacían con personajes reales, como ahora, excepto el papel de Cristo

Entre las ideas y costumbres que aparecieron en Mesoamérica, como consecuencia del encuentro de los dos mundos, destaca la religión cristiana. Los españoles que llegaron hace 500 años, profesaban el catolicismo y con la labor evangelizadora difundieron la religión cristiana.

Fue una imposición, en efecto, pero al paso del tiempo la población la aceptó porque es una religión más benévola frente a las religiones prehispánicas que incluían el sacrificio humano. Desde la perspectiva católica, se entiende que Cristo se había sacrificado por los seres humanos, de modo que la celebración de los rituales cristianos es un sacrificio simbólico.

Además, aparecieron técnicas arquitectónicas y artísticas que se fundieron con lo que había en esta tierra. Así como se edificaron construcciones de estilo europeo, también aplicaron técnicas prehispánicas en las representaciones visuales. Ya no representaban a los dioses prehispánicos sino a la virgen María o a Cristo aunque con la técnica de la plumaria que, además, fue un orgullo para los artistas poseer ese conocimiento y aplicarlo en su obra.

Asimismo, la pasta de caña de maíz utilizada en las esculturas de los cristos, resultó más práctica debido a que es más ligera que la madera y se podía utilizar en las procesiones.

Lo mismo sucedió con la comida. México aportó el maíz y España el trigo; fue realmente una mezcla que dio origen a mundo distinto, a una cultura diferente que heredó elementos de la cultura prehispánica y también de la europea.

Para comprender, por ejemplo, la austeridad de la dieta de semana santa, que aún se respeta, debe recordarse que el cristianismo tiene su origen en el judaísmo. Cristo era judío. Dese esa perspectiva, se considera, hasta nuestros días, que hay alimentos puros e impuros.

De modo, para celebrar la Pascua judía era necesario dejar de consumir alimentos impuros, entre ellos la carne. Esa costumbre pasó al cristianismo y pese a que en esta religión no se considera impura la carne de cerdo, se abstienen de consumir ese alimento.

En esa forma de conmemorar la Semana santa católica en una época llegaron a prohibir los lácteos y el huevo; aunque en el siglo XVIII fue menos restrictiva la abstinencia. Se permitieron los lácteos y se relajaron los periodos de abstinencia.

Antiguamente esa costumbre se observaba durante 40 días. Desde que comenzaba la Cuaresma hasta que concluía la Semana santa. Se tomaban los alimentos solo una vez al día, por la tarde, después de vísperas, sin los alimentos prohibidos (carne, huevo, lácteos o vino).

Con el tiempo se fue haciendo más ligera la prohibición. A partir del siglo XVIII se consideró que la vigilia solo se observaría los cuatro primeros días de la Cuaresma, más los miércoles, los viernes y los sábados. Actualmente la conmemoración abarca el miércoles de ceniza, los viernes y los tres últimos días de la Semana mayor.

En cuanto a los ingredientes de los platillos de Semana santa quizá también hubo una mezcla. Cabe decir que en la organización de los conventos los huertos desempeñaron un sitio especial, debido a que la corona española consideraba que debían que ser autosuficientes para llevar a cabo la labor evangelizadora.

Los huertos se convirtieron en laboratorios. Se introdujo una cantidad incontable de productos europeos para aclimatarlos. Lo mismo se envió a la metrópoli los productos nativos. Fue un intercambio de alimentos que modificaron las culturas.

Así se enriqueció la gastronomía con productos tan trascendentes como el chocolate que enriqueció al paladar del mundo. De esta mezcla surgieron platos nuevos en torno de los conventos de monjas como dice la leyenda. En fin, la evangelización no sólo consistió en introducir la religión cristiana sino la cultura occidental completa a la Nueva España.

Gran parte de las costumbres de la Semana santa de la época virreinal se perdieron, en especial, a raíz de las Leyes de Reforma. Lo mismo en la Revolución y en la Guerra cristera, pero se retomaron posteriormente. Algunas no se perdieron del todo, como las procesiones.

Una de las más auténticas quizá sea la de Iztapalapa, de acuerdo con las representaciones de la época virreinal en los conventos de las órdenes mendicantes. En aquel tiempo las representaciones se hacían con personajes reales. Cristo era el único que no tenía equivalente entre los actores aunque el papel lo tenía una escultura de caña de maíz o de madera.

Según las normas del teatro evangelizador, la procesión de Iztapalapa conserva el sentido original, introducido por los franciscanos y continuaron dominicos y agustinos. Los frailes invitaban a la población para ser partícipes como actores de la celebración. En otros lugares se retomaron las procesiones de Semana Santa con el mismo propósito hasta nuestros días, por ejemplo en San Miguel de Allende, Guanajuato; Taxco, Guerrero, y la ciudad de San Luis Potosí.

Fuente: Martha Fernández, académica del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

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