Murió a los 85 años

Sergio Pitol, narrador onírico universal

Enriqueció el legado literario hispánico y acercó a los jóvenes a los grandes autores clásicos

Profesor de literatura eslava.
Profesor de literatura eslava.

Distinguido universitario, egresado de la UNAM, profesor de literatura eslava en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y coordinador de extensión universitaria, Sergio Pitol falleció a pocos días de haber cumplido 85 años de edad.

“Su obra narrativa, ensayística es muy extensa, pero sobre todo es original, única, onírica y universal: muy Pitol”, explica Anamari Gomís, académica de la FFyL, y ante todo su amiga, compañera, admiradora desde que ambos se conocieron dando clases en aquella Facultad en la década de los 80 del siglo pasado.

“Nos llenó de voces literarias que trajo de sus 28 años de destierro como miembro del Servicio Exterior Mexicano en París, Varsovia, Budapest y Moscú”, apunta con nostalgia Anamari por el amigo que ya no está.

 

Humor no mexicano

Tradujo a los grandes de la literatura europea, como a sus favoritos Tolstoi o Gogol. También fue ferviente admirador de la Familia Burrón, de Gabriel Vargas, del trabajo de Carlos Monsiváis. “Sus textos se distinguen por su humor no mexicano, también traído de las tierras donde hizo una intensa labor de difusión cultural de su país, del que, a pesar de la distancia, jamás se alejó. En El desfile del amor aparecen personajes muy divertidos de la cultura fantástica de esta nación a la que observó desde dentro también”.

Su infancia fue difícil. Quedó huérfano a los cinco años, después de ver ahogarse a su padre en el río Atoyac, en Puebla, su tierra natal, cuando su hermano lo tomó de la mano y le dijo: “a ver ahora con quién nos van a regalar”, pero para su fortuna su abuela materna no sólo lo recibió sino le inculcó el amor a las letras. Todo en su vida fue literatura, dice Gomís. “En su prolífica trayectoria de diversas vertientes, sus ensayos, único por su originalidad narrativa, hablan sobre literatura pero se convierten en literatura en sí mismos”.

Prologó gran parte de su propia obra, publicada por el Fondo de Cultura Económica, en donde explica con enorme generosidad y humanidad cómo resolvía técnicamente sus novelas, y al mismo tiempo, de manera soterrada, realizó su autobiografía.

Dicen por ahí que vivió perpetuamente en fuga: estudiante en Roma, traductor en Pekín y en Barcelona, profesor universitario en Xalapa y en Bristol, y diplomático. Colaboró en la Revista de la Universidad de México, Estaciones, Revista de Bellas Artes y La palabra y el hombre; en los suplementos México en la cultura y La cultura en México, entre otras publicaciones.

Sergio Pitol obtuvo prácticamente todos los premios literarios nacionales e internacionales. “Pudo y debió haber sido Nobel”, apunta Gomís, pero se llevó el Cervantes (2005), el reconocimiento más importante en lengua española; el Nacional de Ciencias y Artes (1993), el Xavier Villaurrutia (1981) y el Juan Rulfo (1999), tan sólo por mencionar a tantos que lo distinguieron como un grande de la escritura mexicana.

Errante como le gustó vivir gran parte de su vida, radicó varios años en Xalapa, donde también desarrolló su faceta académica y donó su biblioteca personal. La UAM (1998) y la Universidad Veracruzana (2003) le otorgaron sendos Honoris Causa por enriquecer el legado literario hispánico y por acercar a los jóvenes a los grandes autores clásicos con traducciones de extraordinaria manufactura.

La lectura

Endeble de salud desde pequeño, contrajo un paludismo que lo obligó al encierro entregado a la lectura de los grandes como Verne, Stevenson, Faulkner o Dickens. “Hacía varios años que ya no estaba con nosotros, ya ni sabía quién era Sergio Pitol, asume con tristeza Anamari Gomís: una enfermedad neurodegenerativa lo sumió en el silencio tan doloroso para una de las mentes literarias más brillantes que ha dado este país”.

Juegos florales (1985) es la novela que recomienda la académica para iniciarse en Pitol. Pero todas por su originalidad, humor y destreza narrativa merecen ser leídas y estudiadas. El desfile del amor (1984), El arte de la fuga (1996), en evocación a la obra de Bach, o sus ensayos sobre literatura. La obra de un autor se perpetúa cuando se sigue leyendo y disfrutando.

La Universidad Nacional le rendirá próximamente un homenaje póstumo en su casa, la Facultad de Filosofía y Letras con la presencia, además de Anamari Gomís, de Luz Fernández de Alba.

 

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