Se estrenó en marzo de 1973

The Dark Side of The Moon: La cocina de un gran disco

“Hemos hecho algo realmente fantástico”, recuerda David Gilmour del momento en que él y los otros integrantes de Pink Floyd escucharon de un tirón los 48 minutos con 52 segundos de la mezcla final.

Entrevistado para un programa especial de televisión por los treinta años de The Dark Side of the Moon, el guitarrista David Gilmour recordaba el momento en que él y los otros integrantes de Pink Floyd escucharon de un tirón los 48 minutos con 52 segundos de la mezcla final. Pensó: “Hemos hecho algo realmente fantástico”.

La bibliografía a la mano, además de los dvd Live at Pompeii (1973 y 2003, en el corte del director) y The Dark Side of the Moon (2003, realizado para una serie dedicada a álbumes clásicos), nos permiten acceder a la cocina de un disco que estuvo 750 semanas, es decir 14 años, en las listas de éxitos, y que hoy puede ser escuchado acaso mejor que nunca en sus versiones redigitalizadas y remasterizadas (aunque hay quienes prefieren seguir oyéndolo en vinyl).

El cuento habría que iniciarlo en 1968, cuando el aguijón de la locura atacó a Syd Barrett, que era el compositor y líder de Pink Floyd. Fue la gran crisis de una agrupación musical que se movía en el terreno underground y acaso parecía condenada a seguir por ahí.

“Todos estábamos buscando algo”, ha contado Roger Waters. “Al volverse loco Syd, nos preguntábamos cómo debíamos seguir adelante porque él era quien hacia las canciones. Él era el corazón del grupo.”
En ocasiones, a todo flujo demente corresponde una reacción de equilibrio: se fue Barrett y entró David Gilmour. Se fijaron así las cuatro cartas luego consideradas como maestras: Gilmour en la guitarra, Nick Mason en la batería, Richard Wright en los teclados y Roger Waters en el bajo.

Como no tenían quién les escribiera, tuvieron que explorar instrumentalmente, improvisar del modo como sabían hacerlo: buscando ritmos, efectos, sonidos ambientes… Llegaron a grabar con un perro como voz cantante. Cuenta Gilmour: “Había una lucha entre el deseo de fijarnos nuevos límites y el afán de abrirnos camino de un modo experimental y, al mismo tiempo, seguir siendo melodiosos”.

La primera señal en positivo fue Echoes, incluida en el álbum Meddle (1971), que formaba con sus 20 minutos el lado B del disco.

Aunque The Dark Side fue grabado en Abbey Road entre junio de 1972 y enero de 1973, y parte de su gloria puede ser acreditada a los espíritus del Sargento Pimienta, se empezó a trabajar el disco en Bermondsey, un estudio de los Rolling Stones. De esos primeros ejercicios de improvisación y composición surgieron Breathe y Eclipse.

Como toda creación original, The Dark Side of the Moon es una suma de influencias y presencias. Fue la primera colaboración del grupo con Alan Parsons como ingeniero de sonido. También se encontraron por vez primera con el ahora primitivo sintetizador EA, que venía con un teclado y un secuenciador y terminó siendo el juguetito de todos. Las letras fueron escritas por Roger Waters.

Si, como propone José Agustín, el rock es la nueva música clásica, estamos aquí ante una gran sinfonía. El viaje del disco se inicia con Speak to me y Breathe, con la elaboración que hace Richard Wright de unos acordes escuchados a Miles Davis. Luego se ponen en el camino con On the Run, en el que combinan los efectos del sintetizador con ruidos de pasos, palpitaciones, trasteos en la guitarra, hasta llegar a una explosión que marca el arribo a esa carátula sin manecillas que es Time. Los relojes y las campanas fueron una aportación de Alan Parsons. Entran ya los coros de Doris Troy, Leslie Duncan, Liza Strike y Barry St. John, y hay un solo vibrante de Gilmour… Mas el tiempo se acaba y la canción se termina: “The time has gone, the song is over”…

Un breve regreso a Breathe es el enlace hacia a esa maravillosa pieza instrumental que es The Great Gig in the Sky, que abre con el piano educado en el jazz de Wright, al que le siguen las suaves intervenciones de Gilmour y Mason, in crescendo, para dar espacio luego a la voz de Clare Torry. Ésta llegó a Abbey Road por su amistad con Alan Parsons, y estuvo realmente poco tiempo en el estudio. Le dijeron, entre otras cosas: “Piensa en la muerte”, o “Piensa en algo horrible y canta”. Cuando terminó, salió avergonzada y ofreciendo disculpas, pues se había dejado llevar por sus impulsos interiores hasta perderse. Ellos quedaron maravillados con esa brevísima pero intensa colaboración.

Sigue Money, lanzada como sencillo, y la canción que dio a los de Pink Floyd fama y fortuna: dinero llama a dinero, se dirá. En una época en que las computadoras no habían hecho aún su irrupción en los estudios, los recursos para crear efectos eran más bien caseros: en su casa, Roger Waters tomó unas monedas y las arrojó al torno de su esposa ceramista, se consiguió algún viejo aparato que sonara como caja registradora… grabó esto y lo unió circularmente. En el estudio puso la cinta a correr así, en repetición, y a partir de ese ritmo raro se fue armando la tonada: “Money, get away / Get a good job with more pay and you’re ok”, que brilla con el notable saxofón de Dick Parry.

Cuando el director Michelangelo Antonioni preparaba su filme Zabriskie Point (1970), se acercó a los de Pink Floyd y éstos le presentaron algún apunte de Us and them. Comentó Antonioni: “Es precioso, pero demasiado melancólico. Me recuerda una iglesia”. La pieza fue rechazada, y ellos la olvidaron por un tiempo. La recordaron en los estudios de Abbey Road. Se funden aquí las voces gemelas de Wright y Gilmour, y como frases de John Cage puestas al vacío aparecen testimonios grabados de gente cercana: Chris Adanson, Gerry O’Driscoll (portero del edificio), Paul y Linda McCartney, Roger Manifold… A este último le preguntaron: “Alguna vez pensaste que te volverías loco?”. Y él dijo: “Hubo un periodo en que realmente estaba como una regadera, ya sabes a qué me refiero”. Estos ecos continúan en Any Colour you Like, que es la vía para llegar a Brain Damage.

Ha contado Roger Waters: “Esta canción se refería muy claramente a Syd Barrett. Creo que tiene que ver con defender la idea de que somos diferentes”.

Y, como gran final, Eclipse. Estamos inmersos, ya, en el lado oscuro.

The Dark Side of the Moon fue considerado un disco deprimente para una época deprimente. Debe ubicársele como una producción post-68 y post-Beatles. Lo que los años sesenta tuvieron de gran fiesta se topan con esa fría realidad, de “callada desesperación”, que fue la década siguiente, y que encuentra en este elepé su mejor cifra. El sueño había terminado, como dijo Lennon. “Todo bajo el sol se entona / pero el sol es eclipsado por la luna”, oímos en Pink Floyd, líneas que recuerdan, acaso, aquel poema de Salvatore Quasimodo: “Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra / traspasado por un rayo de sol: / y de pronto anochece”.

David Gilmour envidia a quienes se ponen los auriculares, se relajan y escuchan por vez primera The Dark Side. Lamenta: “Yo nunca he tenido esa experiencia. Habría sido estupendo”. Mas quienes lo han escuchado tantísimas veces en más de cuatro décadas aún se sobresaltan, pues siempre resulta estupendo.

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