El actual se originó en la Revolución Industrial

Transformación constante del concepto de familia

Aún es fuente de protección para los miembros más vulnerables y fuente de apoyo psicosocial y de socialización

La familia es un constructo social; sin embargo, se concibe como una unidad rígida, estable, cuya estructura permanece desde el origen de los tiempos.

Eso no corresponde a la realidad. La familia, tal como la conocemos hoy, se originó en la Revolución Industrial, periodo histórico en el cual los hombres tenían que trabajar en las fábricas y regresaban al hogar, donde permanecía la mujer cuidando a los hijos, explicó Noemí Díaz Marroquín, académica de la Facultad de Psicología.

En ese momento apareció la división entre ámbito público y privado, el primero a cargo del hombre, mientras que el segundo fue responsabilidad de la mujer. De ese modo, empezó a construirse una idea de familia con esas características.

Pero a medida que cambiaron las realidades económicas, también lo hizo esa estructura. Es el caso de las dos guerras mundiales del siglo pasado –sobre todo la segunda– que obligaron a las mujeres a salir al mercado laboral. “Por fuerza tenía que haber una reestructuración de las funciones y de la manera de concebir a la familia, con lo que aparecen cambios drásticos en sus modelos”.

En opinión de la coordinadora de la maestría en Terapia Familiar de la UNAM, actualmente al referirse a esta institución social “habría que hablar de las ‘familias’ y no ‘la familia’, cuya función esencial sigue siendo fuente de protección para los miembros más vulnerables y una fuente de apoyo psicosocial y de socialización.

Lo que se ha modificado enormemente, agregó Díaz Marroquín, son los modelos familiares, la manera de concebirlos y las expectativas que los miembros tienen acerca de esas relaciones. En suma: los roles han cambiado; por ejemplo, en los años 30 del siglo pasado solamente ocho por ciento de las mujeres eran económicamente activas. Hoy en día trabaja 50 por ciento de ellas, aproximadamente.

Otros factores que se advierten en el cambio son el aumento de la pobreza, el desempleo y la migración, entre otros. Las familias integradas por mamá, papá e hijos, ahora tienen que incorporar al hogar a los hijos casados porque no hay manera de que tengan un lugar aparte. Además, la revolución feminista también ha modificado esos vínculos.

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Las estructuras

Puede hablarse de familia nuclear (padre, madre, hijos), pero también de familias monoparentales, con un solo progenitor (masculino o femenino) a cargo de los hijos. Cabe señalar, abundó la psicóloga, que actualmente, sobre todo en zonas urbanas como Ciudad de México, casi 20 por ciento de las familias son llevadas por una jefatura femenina. La mujer tiene que salir a trabajar, cuidar a los hijos, muchas veces ayudada por alguien de la familia extensa, una abuela, en el mejor de los casos, lo que representa una enorme carga.

Adicionalmente, indicó la especialista, familias homoparentales –de hombres o de mujeres– que cumplen con todas las funciones, es decir, de protección psicosocial y de socialización, vigentes en cualquier modelo.

Otro tipo de familias son las reconstituidas, que cada vez aumentan, aquellas en las que alguno de sus miembros tuvo un matrimonio y se vuelve a unir, a veces con hijos de casamientos anteriores. Éstas tienen otros desafíos porque hay que integrar a dos núcleos familiares, lo que puede ser una fuente de dificultades, pero también de mayor riqueza: más abuelos, más tíos, hermanos y primos; sin embargo, tienen que transitar por un proceso de integración.

También hay que mencionar a las familias con hijos adoptados o sin hijos y a aquellas que deciden no tenerlos aunque pueden denominarse familias en toda la extensión de la palabra. En este estatus caben aquellos que han utilizado algún método de reproducción asistida, donde hay un padre o una madre biológica o gestacional y otro de crianza, lo que cambia todas las expectativas de los mismos miembros y sus relaciones.

Por último, Díaz Marroquín destacó que uno de los desafíos del siglo XXI es no “patologizar” a las novedosas familias. “Esta diversidad puede ser tan funcional o disfuncional como cualquiera. Lo que importa es el tipo de vínculos entre ellos, el cuidado, el apoyo, el crecimiento y desarrollo que permiten a todos sus miembros; y no el tipo de estructura que tengan ni el proceso que están viviendo. La psicología aporta una mirada amplia e incluyente y el respeto a las decisiones propias en la manera de vivir, promoviendo el desarrollo de todos”, concluyó.

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