#8M 2024: el llamado a invertir en la igualdad de las mujeres

Los Estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas establecieron en 2015 los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

Los Estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas establecieron en 2015 los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que aspiran a que en 2030 se haya erradicado la pobreza, se establezca el equilibrio ambiental y se asegure la prosperidad (https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/); el quinto de ellos es: “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas” (https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/gender-equality/).

Los avances logrados en cada uno de los 17 ODS están muy lejos de la meta propuesta. Como una medida urgente, ONU Mujeres llamó a que el 8 de marzo de 2024 se ponga sobre la mesa la inminente necesidad de “financiar los derechos de las mujeres para alcanzar la igualdad” (https://lac.unwomen.org/es/stories/noticia/2024/01/dia-internacional-de-la-mujer-2024). La ausencia, deficiencia e insuficiencia de los recursos destinados a impulsar la igualdad de las mujeres son las evidencias que conducen a este llamado.

De 2015 –año en que se suscribió el compromiso de trabajar por la consecución de los ODS– a la fecha, el contexto mundial se ha vuelto más adverso. En el mundo hay 56 guerras activas, las líneas de pobreza y de pobreza extrema no se han abatido, el desplazamiento forzado y el número de personas en tránsito se han incrementado, el acceso a los recursos básicos para el buen vivir (alimentación, salud, educación, trabajo digno) está distribuido de forma completamente desigual, a lo que se suma una crisis ambiental sin precedentes.

Las adversidades que estos hechos delinean se ciernen con mayor peso al considerar que las brechas económicas entre países y las desigualdades generalizadas entre regiones afectan de forma igualmente dispar a quienes habitan cada territorio si se consideran las profundas diferencias existentes por clase social, configuración étnica, procesos de racialización y, por supuesto, condición sexogenérica.

Las políticas públicas sin presupuesto asignado y ejercido de forma correcta y transparente no logran impulsar los cambios sustantivos que se requieren

En este contexto, la situación de las mujeres es el fiel de la balanza que muestra la profunda contradicción que hay entre los esfuerzos por obtener la igualdad de género y la realidad. Las condiciones de vida mencionadas se articulan con el ejercicio cada vez más alarmante de la violencia de género en todas sus expresiones y la conculcación de los derechos económicos, sociales, políticos, culturales y ambientales de las mujeres. El resultado es una situación generalizada de injusticia.

La constatación de la injusticia es el punto de partida inobjetable para actuar. Al respecto, Nancy Fraser señala: “…no necesitamos saber qué es la justicia para saber cuándo algo está mal. Lo que debemos hacer es afinar nuestro sentido de la injusticia… Este proceso de pensamiento negativo es el único que activa nuestro concepto de justicia, lo redime del reino de la abstracción concretándolo, enriqueciéndolo y convirtiéndolo en algo que puede dar frutos en este mundo”.

El hecho de que ONU Mujeres considere un imperativo invertir en ellas y dedicar recursos a financiar la igualdad de género, apela a reconocer y resolver esa injusticia generalizada. No se trata de un mero ejercicio presupuestal, sino de revertir la injusta y desigual distribución de los recursos que deberían beneficiar a todas las personas que habitamos el planeta. El objetivo es implementar procesos de justicia distributiva, cuyo fundamento (como señaló John Rawls) es el reconocimiento de la diferencia que, junto con la heterogeneidad y la diversidad, está en la base de la construcción de la igualdad sustantiva.

Este llamado es un reconocimiento de lo mucho que queda por andar y de que las políticas públicas sin presupuesto asignado y ejercido de forma correcta y transparente no logran impulsar los cambios sustantivos que se requieren para que las mujeres vivan en condiciones adecuadas, con pleno acceso, ejercicio y respeto a sus derechos. En este contexto, de nueva cuenta vienen muy bien las palabras de Nancy Fraser: “…Convirtamos la justicia en la virtud primordial no sólo teóricamente, sino también en la práctica”. Llevar a la acción la justicia distributiva hacia las mujeres debe ser un compromiso institucional impostergable.

*CIGU / CEIICH, UNAM

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