El cabello crespo o afro, discriminado

Presión social y violencia contra las mujeres portadoras de cabellera retorcijada

Un racismo estructural, proveniente de las etapas esclavistas del siglo XVI, impera hoy, no sólo en países como Estados Unidos y Brasil como cabezas de esta segregación, sino en toda Latinoamérica y en otras partes del mundo, quienes despliegan una presión social para que las mujeres no muestren su cabello afro, señaló Metztli Molina Olmos, del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras.

Al mostrar los avances de su estudio El pelo afro no se toca: resistencia desde el activismo estético, en el Seminario Permanente Afroindoamérica del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, Molina Olmos manifestó que como lo consideraban en las antiguas culturas, el poder también está en el cabello y la política en la estética, por lo que desde el siglo XVI había azotes y trasquilado de pelo a quienes expusieran su cabello afro, “porque incomodaba a los demás”.

Se trata, dijo, de una corporalidad negada, de una estética impuesta, pues los cánones no escritos de la belleza occidental consisten en la piel clara y el pelo liso, y quienes no lo tengan se traduce en presión social y violencia que, incluso, ejercen las mismas mujeres sobre sus cuerpos.

“Todo lo que no se parezca a lo blanco y liso es raro, extravagante, puede ser un sinfín de cosas, y por ello a las mujeres portadoras de cabellos retorcijados se les intenta tocar la cabeza; eso es violencia hacia los cuerpos, al espacio personal y la vivencia. Así como nadie debe tocarte en el espacio público, tampoco el cabello nomás porque sí”, advirtió.

La estética afro, apuntó, es una forma de reconstruir la autoestima de las mujeres negras que encuentran su identidad y se posicionan frente a la sociedad. “Las marcas se han dado cuenta de que la representatividad negra en la publicidad es una forma de aumentar las ventas; sin embargo, el discurso es falso, es sólo una apropiación”.

Historia en círculos

La prohibición del cabello afro en las leyes de trata de personas se da a partir del siglo XVI, explicó Metztli Molina. Hubo algunas legislaciones ligadas directamente al pelo ensortijado, determinadas desde el periodo de colonización, para que les fuera trasquilado.

“Como referentes, tenemos en Estados Unidos la Ley de Negros en 1735 en Carolina del Sur, que fue de las primeras estipuladas, y especificaba el tipo de vestimenta que los afroamericanos debían usar. O la de1785, una ley implementada en Louisiana, que fijaba el uso de turbantes o pañuelos (sólo blancos o grises) para que las mujeres afroamericanas no mostraran su cabello.”

Esos pañuelos los usaban las empleadas domésticas, las campesinas, las esclavas, lo que deriva en una corporalidad negada, porque el cabello no podía ser utilizado, ni siquiera tener una representatividad a partir de éste, porque estaba prohibido mostrarlo, añadió.

Comunicación capilar

Molina Olmos expuso que tanto el pelo o peinado afro, como los turbantes, tuvieron un proceso en el que se volvieron símbolo de identidad propia y comunitaria ante una sociedad que les decía que tenían que usar el turbante porque eran esclavas, alisarse el cabello, o estar acorde con los parámetros estéticos occidentales. A partir de ahí se fueron creando procesos en los que las mujeres encontraron muchos elementos de cómo adornar su cabeza con accesorios.

“El turbante tiene muchas denominaciones, depende de sus usos utilitarios y simbólicos, se crearon en el crisol de la esclavitud, o también dentro de las mismas comunidades. Por ejemplo, el nudo o moño a la derecha denotaba que la portadora estaba casada; a la izquierda que era soltera; en la parte de atrás evidenciaba viudez; en la parte de enfrente que iba de fiesta o que estaba de ‘rumba’”, describió.

Una página histórica más, continuó, se dio con el movimiento Black is Beautiful, nutrido por el movimiento de la negritud en los años 60 del siglo pasado, cuando surgió el peinado afro como un símbolo de resistencia, y no es que antes no lo fuera o no existiera, pero se reivindica esta tendencia a partir de portar así el cabello, porque a finales del siglo XIX a Estados Unidos comenzaron a llegar los primeros desenrizadores, que eran como cremas para alaciarse el cabello.

“Este movimiento alentó a muchas mujeres a que se dejaran desenrizar el cabello, a que abandonaran la plancha, sobre todo porque eran sustancias químicas, y eso causaba quemaduras en el cráneo. Asimismo, se adoptó el peinado afro como un símbolo de que los cuerpos deben ser aceptados como son.”

Retroceso

No hay que olvidar, indicó Metztli Molina, que hoy continúa la presión social de no mostrar el cabello rizado, de que en muchas naciones de nuestro continente hay que alisarlo para el trabajo y la escuela; hay casos de mujeres que desde la niñez les practicaron el primer planchado de cabello a sus hijas.

Por ello, en Panamá surgió el Día de las Trenzas, que se celebra el 21 de mayo desde 2012, a raíz del caso de una señora que llevaba a su hija así peinada y le prohibieron el ingreso al plantel y, por lo tanto, a sus raíces, concluyó.

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