Al igual que millones de personas alrededor de todo el mundo, en la noche del domingo 20 de julio de 1969, Rafael Navarro González, entonces un niño de 10 años, permanecía sentado frente al televisor de su casa, viendo la transmisión en directo del alunizaje del Apolo 11.
El comandante de la misión, Neil Armstrong, estaba a punto de abandonar el módulo lunar Eagle, que lo había llevado a la superficie de nuestro satélite junto con su compañero Edwin Aldrin (el otro miembro acontecimientode la tripulación, Michael Collins, orbitaba la Luna a bordo del módulo de mando y servicio Columbia).
Armstrong abrió la escotilla, salió y comenzó a bajar de espaldas la escalerilla del Eagle, hasta que, al fin, posó la bota izquierda sobre el Mar de la Tranquilidad. A continuación pronunció las palabras que desde ese día son referencia obligada del primer viaje a la Luna: “Éste es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
En el caso del pequeño Rafael, esa transmisión televisiva –que en México fue narrada y comentada por Jacobo Zabludovsky y Miguel Alemán Velasco a través de Telesistema Mexicano– lo empujó a reflexionar en si podría haber vida fuera de la Tierra.
“Ahora sabemos que la vida en la Luna es prácticamente imposible. Sin embargo, hace 50 años se creía que podía haber compuestos orgánicos en ella que arrojaran información de cómo pudo surgir la vida en nuestro planeta. A mí me entusiasmó mucho pensar en eso y, a final de cuentas, me hizo adoptar una orientación más científica en mis estudios”, refiere el hoy investigador del Instituto de Ciencias Nucleares e integrante del equipo de científicos responsables del vehículo de exploración Curiosity, de la NASA, el cual viajó a Marte en 2011 y continúa arrojando información del planeta rojo.
Aportes científicos
En opinión de Navarro González, poner a Armstrong y Aldrin sobre la superficie lunar y regresarlos sanos y salvos a la Tierra era un objetivo tanto político como tecnológico del gobierno de Estados Unidos.
“Obviamente, Estados Unidos estaba muy interesado en tener una fuerte presencia en el espacio. Y una de sus metas principales, manifestada por el presidente John F. Kennedy en 1961, era llevar al hombre a la Luna y desarrollar la tecnología necesaria para habitarla en el futuro.”
Ahora bien, desde el punto de vista científico: ¿Para qué sirvió ir a la Luna? ¿Qué aportó la hazaña del Apolo 11 y de los subsiguientes viajes tripulados a nuestro satélite?
“A partir de la exploración de la Luna pudo determinarse con mayor detalle que un objeto del tamaño de Marte chocó con la proto-Tierra y que el material expulsado al espacio exterior como consecuencia de este choque formó la Luna. Así pues, haber estudiado nuestro satélite nos dio más información del origen del sistema Tierra-Luna, de la evolución de nuestro planeta y de las características que tenía cuando se estaba formando, pues parte de su material primigenio se encuentra allá, en la Luna”, explicó Navarro González.
Cabe recordar que el programa Apolo, que fue la continuación del Gemini, era muy ambicioso, pero también muy caro. Con todo, consiguió avances altamente significativos.
“El plan era construir allá, en el corto plazo, una base lunar, pero el costo tan grande de cada una de las misiones obligó a la NASA a cancelar este programa.”
Como parte de los futuros viajes tripulados a Marte se retomó la idea de establecer una base de llegada y reaprovisionamiento de combustible en la Luna.
De hecho la NASA comenzó a entrenar nuevos astronautas para regresar a nuestro satélite; no obstante, el proyecto se canceló durante la administración del presidente Barack Obama porque resultaba demasiado caro.
“Si bien el interés por conquistar Marte continúa, el gobierno de Estados Unidos ha llegado a la conclusión de que debe crear un consorcio con la iniciativa privada para que dicho objetivo sea factible”, indicó Navarro González, quien el año pasado fue seleccionado por la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) para participar en la misión ExoMars, que será lanzada a mediados de 2020 (con el instrumento HABIT se buscará capturar y convertir en líquida el agua de la atmósfera marciana).
La fecha de la llegada del hombre a Marte se ha ido moviendo continuamente. En la actualidad, se piensa que en 2030 o 2035 podría despegar de la Tierra una nave con cuatro o cinco astronautas.
Sería una misión compleja porque Marte se ubica, en su punto más cercano a la Tierra, a unos 59 millones de kilómetros. La nave que transportó al Curiosity, el cual pesa una tonelada, tardó nueve meses en llegar al planeta rojo. La nave tripulada sería más pesada. De todos modos, con los avances tecnológicos, su viaje hasta Marte podría durar igualmente nueve meses.
“Marte y la Tierra rotan de manera continua alrededor del Sol; por eso, unas veces se hallan muy lejos entre sí y otras más cerca. El mayor acercamiento, que ocurre cada dos años, sería el momento ideal para que la nave tripulada arribara a Marte. Pero una vez ahí, los astronautas no podrían emprender el viaje de regreso hasta un año después, porque ambos planetas comenzarán a alejarse entre sí. De ahí que calculemos que un viaje a Marte duraría dos años, lo que complicaría mucho todas las estrategias para que los astronautas se mantuvieran en buenas condiciones en el ámbito marciano”, apuntó Navarro González.
Viaje a la cara oculta de la Luna
Justo el año en que se conmemoran los 50 años de la llegada del hombre a la Luna, China envió a la cara oculta de nuestro satélite la sonda espacial Chang’e 4 con un vehículo de exploración. Al respecto, el investigador universitario dijo:
“El objetivo de la misión china en la Luna es efectuar experimentos astrobiológicos con seres vivos y ver qué efectos tienen sobre éstos. Hay que subrayar que algunos de esos experimentos fueron diseñados por alumnos de primaria… China tiene los recursos suficientes para cubrir el costo de una misión de esta naturaleza. Pero lo más probable es que los próximos viajes tripulados a la Luna y Marte no sean realizados por una sola nación, sino por consorcios público-privados.”