El Instituto de Geofísica (IGf), en colaboración con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), está por concluir la modernización de las estaciones sísmicas que permiten monitorear la actividad del volcán Popocatépetl.
Se trata de 11 estaciones que hacen posible conocer no sólo la actividad sísmica del coloso, sino además comprender la deformación del edificio volcánico mediante la utilización de instrumentos como sistemas de posicionamiento global; adicionalmente, se cuenta con nuevas cámaras que complementan una visión integral a 360º de Don Goyo en tiempo real, informó el director del IGf, Hugo Delgado Granados.
Esta labor se encuentra prácticamente terminada, ya sólo se afinan detalles de telecomunicación para que toda la información llegue al Cenapred y pueda usarse para el monitoreo, diagnóstico y establecimiento de pronósticos, así como para proyectos de investigación, dijo.
Igualmente, se moderniza la red de sistemas remotos de medición de gases. Al momento, están instaladas tres estaciones con ese propósito y en el transcurso de este mes se colocará una o dos más. En febrero, anunció el director, “el sistema de monitoreo de gases debe estar completado, de manera que podamos compartir los datos con el Centro y enriquecer nuestra ya larga y fructífera colaboración con más datos e información”.
Delgado Granados explicó que en el año en curso se establecerá una novedosa línea de trabajo, también de interés para el Cenapred, gracias a la instalación, en febrero próximo, de un radar meteorológico que, mediante nuevos algoritmos, permita reconocer las cenizas que produce el volcán.
La información que ese instrumento proporcione es crucial durante la noche y en época de lluvias, pues son las condiciones más difíciles en las que ocurren las explosiones volcánicas. “En el día las cámaras revelan la altitud y la dirección de dispersión de las cenizas; sin embargo, cuando una emisión ocurre de noche y está completamente nublado y hay lluvia, no sabemos hacia dónde se mueve la nube y si realmente se ha producido mucha ceniza”.
El universitario expuso que el objetivo es caracterizar e identificar la cantidad de cenizas que produce el coloso durante sus eventos explosivos, y en este proyecto se cuenta con el apoyo de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, pero se beneficiará a todos los estados que rodean el Popocatépetl.
Aclaró que, como parte de ese proyecto y conjuntamente con el Centro de Ciencias de la Atmósfera, ya se elaboran pronósticos de dispersión de cenizas; pero corroborar su presencia y dispersión con el uso del radar posibilitará a las autoridades correspondientes implementar medidas de prevención y mitigación. El radar será instalado en febrero para comenzar una serie de pruebas en época de secas, y continuarlas en temporada de lluvias. “Esperamos que esta información pueda beneficiar sustancialmente la toma de decisiones”.
En relación con la creación del Servicio Vulcanológico Nacional, que se sugiere coordine el IGf, manifestó: “Deseamos que cristalice este año, con la participación de varias entidades de la UNAM, de otras universidades y grupos de trabajo, así como de los gobiernos de los estados en donde se encuentran los volcanes mexicanos”.
El planteamiento se hizo desde el año pasado ante el Sistema Nacional de Protección Civil, y de ser financiado se adquirirán los instrumentos necesarios para implementarse de manera generalizada en 2020.
Los más observados
Hugo Delgado recordó que en la actualidad están instrumentados en forma permanente los volcanes Popocatépetl y Fuego de Colima, los más observados; pero también tiene cierto nivel de cobertura el Tacaná (en la frontera con Guatemala), el Chichón (Chiapas), el Pico de Orizaba, el Nevado de Toluca y el Ceboruco (Nayarit).
Y sin que haya estaciones permanentes, hay algunos que son instrumentados de manera intermitente, por temporadas, como el de San Martín Tuxtla (Veracruz).
Con la creación del Servicio Vulcanológico Nacional, la meta es instrumentar todos los volcanes activos, pero de manera diferenciada, como un traje a la medida para cada uno. Al respecto, el experto apuntó que, por ejemplo, el Jocotitlán que no tiene ninguna señal de actividad, sólo requiere un sismógrafo; pero hay otros, como el Pico de Orizaba, que necesitan al menos tres, aunque no precisan de un sistema de medición de gases.
“Se contaría con el equipo para la adquisición y transmisión de datos desde las estaciones en las laderas de los volcanes hasta los centros de análisis. El Ceboruco, por ejemplo, tiene una serie de sismógrafos instalados por el Centro de Geociencias de la UNAM, pero no cuenta con la telemetría para enviar la información en tiempo real.”
Geofísica sería la instancia encargada de coordinar el Servicio, pero la participación de otras instancias, como las universidades de Colima o de Ciencias y Artes de Chiapas, sería esencial. Se requiere, además de financiamiento, de la convergencia de voluntades académicas, científicas, técnicas y gubernamentales.
En México hay, en general, 16 volcanes activos, aquellos que han presentado una erupción en los últimos 10 mil años. Algunos no tienen fumarolas ni otra manifestación visible de actividad, pero sí la probabilidad de reactivarse, como el Nevado de Toluca o el Jocotitlán, ambos en el Estado de México.
Además de volcanes centrales, como el Popocatépetl, el Citlaltépetl o el Volcán de Fuego de Colima, también existen en el país zonas particulares con actividad eruptiva. Se trata de seis campos volcánicos monogenéticos activos; el más conocido de ellos se encuentra en Michoacán–Guanajuato, en donde hizo erupción el Paricutín (en 1943, y aunque arrasó con dos pueblos completos a 10 kilómetros de distancia no hubo una sola víctima humana) y el Jorullo (en el siglo XIX); o el de Chichinautzin, donde se ubica el volcán Xitle y sobre cuyas lavas está construida Ciudad Universitaria.