Aikido, arte marcial parecido a la danza

Acondicionamiento físico, aspecto mental y espiritual-reflexivo, los tres ejes de su preparación durante la pandemia

Ana García y Alejandro Córdova, aikidokas auriazules. Foto: Cristina Jiménez.

En la práctica del aikido no existe el concepto de ganar o perder, y en sus movimientos y combates se refleja una armoniosa y depurada técnica parecida a la danza. Se trabaja la condición física, pero además se involucran cuestiones introspectivas y de autoconocimiento. Todos estos aspectos los entrenan los aikidokas auriazules quienes, como en las otras disciplinas del deporte universitario, se tuvieron que sobreponer a las vicisitudes del confinamiento por la Covid-19.

En las ejercitaciones desde casa se perfeccionan en tres aspectos: físico, mental y espiritual-reflexivo. En la primera hora y media de la sesión realizan burpees, sentadillas, abdominales, lagartijas, brincos cortos imitando saltar la cuerda, saltos con talones hacia los glúteos y otros con rodillas al pecho, además de actividades de resistencia y flexibilidad.

Para el aspecto mental hacen meditación, a la que le dedican de 15 a 30 minutos diarios. “Se realiza la meditación zen, mantenemos una postura y nos concentramos en la respiración, un aspecto muy importante ya que a través de ella controlas emociones, agresividad, la forma de razonar y de reaccionar”, afirma Iván Alejandro Córdova Solís, presidente de asociación de aikido de la UNAM y entrenador auriazul.

Antes de finalizar cada clase trabajan el aspecto espiritual y reflexivo. El entrenador lee un texto filosófico y, al terminar la lectura, cada alumno da su punto de vista, con el objetivo de tener una retroalimentación entre todos.

Esta última parte es la que más motiva a Daniel Alberto Alba Muñoz, psicólogo de la FES Iztacala y aikidoka de la UNAM, porque disfruta analizar la literatura y hacer introspección al respecto. Aún recuerda cómo le impactó el cuento zen El cruce del río, el cual relata el pasaje de un monje que ayuda a una mujer a cruzar el río cargándola mientras su alumno se decepciona porque ellos tienen prohibido tocar a las mujeres. “La dejé en la orilla del río, muchas leguas atrás. Sin embargo, parece que tú todavía estás cargando con ella”, dice el monje al finalizar el cuento.

El aikidoka auriazul hace la semejanza con aquellas ocasiones en que las cosas no son como uno quisiera. “A veces cargamos muchas emociones y no las dejamos ir. Esto va de la mano con el aikido, porque en su práctica no buscamos el conflicto y, de hecho, cuando nos hacen una técnica para derribarnos, nosotros evitamos hacernos daño eludiendo el golpe y fluyendo con la energía del atacante para no lastimarnos”, comparte.

Uno de los principios del aikido es que el entrenamiento se debe efectuar siempre disfrutando del mismo, de una manera divertida, en la cual incluso los aikidokas de mayor edad puedan participar sin sufrir daño alguno. Las enseñanzas del instructor son un estímulo para que puedan convertirse en propias de cada alumno.

Los aikidokas de la Universidad se entrenan para estar alerta no sólo frente a su persona sino también a los lados y a la espalda. Uno de los conceptos más representativos del aikido es que no se enfoca en hacer daño a un oponente, sino en utilizar la energía propia para ganar control sobre el adversario, neutralizarlo, hacer profunda empatía con el atacante y así evitar lesiones entre ambos.

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