Exposición en el Museo Universitario del Chopo

Antenas al vacío, muestra del legado de Fernando Sampietro

El artista nació en el seno del exilio español en México, lo que contribuyó al desarrollo de una identidad con muy diversas influencias culturales que se reflejan en su obra

Bodegón Picasso (101). De la serie Picasso, 1971. Acrílico sobre tela. Colección particular.
El artista visual, poeta y cineasta Fernando Sampietro (1951-1984) tuvo una corta vida y una corta carrera de poco más de una década. Su obra, marginal, conceptual, fuera del canon de su época, es el objeto de una importante recuperación por parte, primero, de su familia –impulsora de la edición de un hermoso libro que engloba su producción completa– y, segundo, del Museo Universitario del Chopo, donde se expone una muestra de su legado que lleva por título Antenas al vacío, y que podrá visitarse en la Galería Rampas, de ese espacio universitario hasta el 24 de noviembre.

Sampietro nació en el seno del colectivo del exilio español en México, lo que contribuyó al desarrollo de una identidad con muy diversas influencias culturales que se reflejan en su arte, el cual comenzó a temprana edad y terminó también pronto, cuando acabó por voluntad propia con su vida, en 1984.

“Recuerdo que se la pasaba en la cafetería del Colegio Madrid con los alumnos de preparatoria, con personas como Marcial Fernández, los hermanos Cuarón, los hermanos Marcovich, lo cual habla del nicho extremadamente cerrado en el mundo del exilio republicano que todavía en ese momento existía”, comenta en entrevista Cuauhtémoc Medina quien fue curador de la exposición junto con Ana Sampietro.

“Fue el último momento en que la República española tuvo el gueto, que fue esa escuela. Fernando exponía su serie de vacas de la portada del disco de Pink Floyd, al estilo de Warhol, en la biblioteca de la escuela. Su libro de poemas, ahora incluido en el texto que publicó su familia, lo compré en aquella época en una librería comercial. Tuvo contacto con Rubén Ortiz; es decir, hubo un grupo de escritores, cineastas, artistas que ahora tenemos casi sesenta años que crecimos con la imagen de Sampietro y con el shock de su muerte”.

Para Medina es muy claro que se trata de un artista sin contexto, del que es muy difícil saber con quién pudo congeniar. Lo poco que se sabe se desprende de la historia oral y de fotografías que se conservaron. “Tuvo contacto muy cercano con Vicente Rojo, con Monterroso, quien le dedicó unas páginas muy sentidas, y con Alberto Gironella, pero no fue un artista que encajara con su etapa histórica, salvo por el hecho de que fue de la primera generación del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y trabajaba el formato del Super 8; sin embargo, su pintura ocurre en el margen de la cultura de la República española en el exilio”.

Respecto a la obra en sí y su apreciación actual, el curador despliega referentes que nos hacen comprender de mejor manera la serie de cuadros sobre antenas de televisión y tinacos con la que Sampietro refleja los cielos de Ciudad de México, los collages como aquel donde reproduce la famosa fotografía La niña del napalm, de Nick Ut, o su reinterpretación del Guernica, situándolo en Tlatelolco, a propósito de la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968.

“Sus referencias: Picasso, Duchamp y Warhol. Hace cosas que de pronto ves aparecer en otros lados. Él empezó a usar reglas de madera en sus cuadros mucho antes que Adolfo Patiño. Se apropia de bodegones de Picasso. Tiene los collages en espejo de personajes del rock and roll. Son muy competentes como obra, muy sorprendentes. Para mí ha sido una sorpresa y un descubrimiento ver que, aparte de la frialdad temática tan lograda de la serie de antenas, estaba algo que solamente viéndolas en conjunto uno puede entender el interés que tuvo en captar los colores de los cielos nublados y contaminados de Ciudad de México en su momento. Son cielos extremadamente químicos de los años ochenta. Es un artista muy interesante para comprender lo que se vería en el arte posterior”.

Es también un artista local pero que se confronta con sus referentes admirados sin pudor. “El Guernica-Tlatelolco es muy particular, es la reacción de un adolescente ante el acto más grave de violencia política mexicana moderna, quien retoma el lugar de esa realidad con respecto al cuadro político fundamental. Para muchos será un descubrimiento saber quién es el autor de este collage de los niños de Vietnam bajo el napalm, que era parte del vestíbulo del Centro Universitario Cultural, donde varias generaciones fuimos a ver cine político y cine independiente”, concluye.

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