Ciencia que nos sorprende y da curiosidad: Julieta Fierro

Astronomía, una fuerza motriz en la historia de la civilización

Tenemos GPS gracias a este campo del conocimiento.

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha levantado la vista al cielo en busca de respuestas, orientación y un sentido de su lugar en el cosmos.

La astronomía, la ciencia que estudia los cuerpos celestes y los fenómenos del universo, ha sido una fuerza motriz en la historia de la civilización. De hecho, ha despertado en el ser humano un profundo sentido de asombro y curiosidad, y ha impulsado los grandes avances científicos y filosóficos.

En el contexto del 95 aniversario de la incorporación del Observatorio Astronómico Nacional a la UNAM, algunas personas se preguntan: ¿por qué gastar recursos en la astronomía cuando se pueden destinar a combatir la pobreza?

Sin embargo, la astronomía ha sido muy útil en la vida cotidiana y de formas sorprendentes, comentó Julieta Fierro Gossman, investigadora del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.

Por ejemplo, nuestro calendario se sustenta en la alternancia de los días y las noches, en tanto que los meses lo hacen en las fases de la Luna; el año se estructura en función de las estaciones, marcadas por los periodos de lluvias y sequías.

Por su parte, los mayas desarrollaron un calendario extremadamente preciso a partir de observaciones del movimiento del Sol, la Luna y otros cuerpos celestes.

Mesoamérica era un territorio tan vasto que los mayas necesitaban un calendario muy preciso para realizar su comercio, añadió la académica universitaria.

En el mundo antiguo, la navegación también dependía de la astronomía. Los marineros usaban astrolabios, instrumentos con los que medían la altura de los astros sobre el horizonte, lo que les permitía determinar su latitud, la hora del día y la posición de las estrellas y planetas en el cielo.

Sobre la vida

La astronomía nos permite conocer los compuestos químicos terrestres que llegaron desde el espacio a nuestro planeta. Al observar la luz visible en su gama de colores que proviene de objetos celestes, como estrellas, agujeros negros, nebulosas o polvo estelar, se puede determinar su composición química, densidad, velocidad y campos magnéticos; es decir, las propiedades de esos cuerpos celestes.

De esta forma sabemos que los átomos en la Tierra son los mismos que están en el espacio. En efecto, en el medio interestelar se han descubierto moléculas complejas precursoras de la vida.

En otros planetas podría haber la posibilidad de vida, pero las plantas podrían ser de color morado en lugar de verdes. Por supuesto, hasta el momento la ciencia no ha comprobado la existencia de vida en otro sitio del universo.

La astronomía también tiene que ver con la comunicación. Por ejemplo, si descubriéramos vida extraterrestre, ¿cómo nos comunicaríamos con ellos? En la Tierra lo hacemos con los primates, más o menos con los perros, pero no con las ballenas.

Se ha grabado su sonido, se lo enviamos y ellas nos contestan, pero no sabemos qué dicen. Así pues, si no podemos comunicarnos con nuestras ballenas, ¿cómo lo haremos con otros mundos? Por esto, se continúa con su estudio.

Detección de peligros

La astronomía tiene además un papel crucial en la predicción del futuro. Al monitorear el cielo con los telescopios, podemos detectar si se acerca un meteorito a la Tierra y si hay peligro de ser exterminados. Así, podremos desviarlo de su órbita o destruirlo; es decir, podemos protegernos para que no nos pase lo mismo que a los dinosaurios.

En su cosmovisión, a los mexicas les preocupaba que el Sol se apagara cada 52 años. Para evitarlo, realizaban la ceremonia del Fuego Nuevo. Sin embargo, hoy sabemos, gracias a cálculos matemáticos, que la Tierra no enfrentará una amenaza solar hasta dentro de unos 4,500 millones de años, cuando el Sol se expanda para alcanzar las etapas finales de su ciclo de vida.

Memorias con gran capacidad

Hace más de cien años, Albert Einstein postuló que si dos objetos muy masivos chocaran en el espacio se generarían ondas gravitacionales que deformarían el espacio-tiempo y al llegar a la Tierra la afectarían.

Las ondas gravitacionales podrían ser detectadas mediante satélites posicionados alrededor de la Tierra. Aunque el experimento falló, como muchas otras cosas de la astronomía, hoy se tiene mejor tecnología, como el GPS, cámaras y memorias con gran capacidad, ya que los astrónomos necesitan recopilar miles de millones de datos.

La verdad absoluta no existe; nos equivocamos y volvemos a aprender; pero cien años más tarde, se logró comprobar que las ondas gravitacionales sí existen.

“La astronomía es bonita, hermosa, nos sorprende y nos da curiosidad. Es la gran cosa”, concluyó Julieta Fierro.

La investigadora del IA.
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