Balance y perspectivas del libro El segundo sexo a 70 años de su aparición

Investigadoras del Centro de Investigaciones y Estudios de Género reflexionan en torno al texto de Simone de Beauvoir, considerado un hito en los estudios feministas

En 1949, año de la publicación del libro El segundo sexo, la sociedad francesa se escandalizó; posteriormente fue un éxito de librerías y más tarde el influyente Le Monde lo enlistó en Los 100 libros del siglo XX.

En cuanto se conoce el libro de Simone de Beauvoir se crea una corriente de opinión que lo señala como indecente. El motivo por tal acusación, desde la perspectiva de Hortensia Moreno, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM (CIEG), era por abordar temas como la sexualidad femenina, “pero realmente se trataba de un señalamiento sobre la condición de las mujeres, un producto de lo humano que puede ser modificado y, por tanto, que debe ser reflexionado de manera distinta a como se había hecho”.

El Segundo sexo es un hito y el inicio de lo que se conoce como la segunda ola del feminismo. Sin duda, se trata del replanteamiento de la condición de las mujeres. No es sólo el libro lo que genera una revolución en las ideas en la historia de los movimientos de las mujeres, pero, sin duda, cambia la manera de ver el mundo.

Además de constituir una nueva manera de enfocar la condición de las mujeres, agregó, El segundo sexo inaugura una nueva discusión. Aunque no hay libros sagrados en el feminismo, ha tenido una respuesta de diversas posiciones feministas que discuten en este momento las principales ideas de Beauvoir.

“Recupero la que se refiere al posicionamiento filosófico. Ella estudió filosofía, y plantea la condición de las mujeres interpretada como ‘el otro’; la mujer representa la inmanencia mientras que el hombre la trascendencia. Aquí aparece un planteamiento en el pensamiento de Beauvoir: hay un valor superior en lo trascendente y una inferiorización de lo inmanente: la reproducción de la vida, aquello que reposa en la condición biológica de las mujeres para producir criaturas, De Beauvoir lo ve como algo secundario y lo que propone en El segundo sexo es un salto metafísico.

Según la investigadora, Beauvoir propone que “las mujeres deben pasar de la condición inmanente a la condición trascendente. Lo que recupero es la capacidad del libro en este momento para generar discusión”.

Moreno recordó que el libro se publicó en México a finales de los años 70. “Desde luego, era una traducción que las lectoras necesitábamos. No viene de España porque el libro estaba censurado en la etapa franquista. A Simone de Beauvoir la empezamos a leer aquí junto a otras pensadoras, como Kate Millett. Se recupera la figura de Virginia Woolf, con su idea famosa del cuarto propio, y Betty Friedan, otra feminista estadounidense.

Estos tres libros, abundó Moreno, alientan en la década de los 70 una revolución en términos de pensamiento y empieza a fundarse eso que ahora denominamos el feminismo radical. Lo que se ve es que la revolución se ha dado y lleva por lo menos siete décadas. Como heredero del 68, el movimiento feminista tiene una presencia importante en el último cuarto del siglo XX.

“Desde luego, no es un movimiento unificado al que se pueda clasificar de manera lineal, sino que se trata de una multiplicidad de expresiones que provienen de diferentes orígenes. Durante ese periodo y lo que va del siglo XXI también se desarrolló otra corriente conocida como ‘feminismo académico’, heredero del trabajo de Beauvoir porque es académica y militante en cierto sentido, pero su trabajo más importante es la aportación intelectual”, indicó Moreno.

El feminismo académico, finalizó, es una expresión de la revolución, pero lo más importante de esta corriente es su propósito de encontrar la explicación racional, científica. Esta corriente convive con otras expresiones del feminismo. “No podría afirmar cuáles son mejores o peores, pero el feminismo académico se alimenta del trabajo de las mujeres que se encuentran en las militancias. También las militancias requieren del feminismo académico; es un intercambio y circulación de ideas. Sin ideas, no habría feminismo académico ni revolución social.

Aún faltan más conquistas feministas: Amneris Chaparro

Respecto de las conquistas del movimiento feminista, Amneris Chaparro, investigadora del CIEG, consideró que se han logrado y que, “por supuesto, faltan más. Una de las más importantes en términos teóricos y políticos de la que habla a profundidad la autora de El segundo sexo es la libertad”.

Debe recordarse, expresó la académica, “que. como filósofa anclada en la moral existencialista, para Beauvoir la libertad tiene que ver con las condiciones que hacen posible que las personas puedan elegir, incluso tomar malas decisiones. Aún hoy se advierten condiciones históricas de carácter estructural, que han impedido a las mujeres ejercer esa libertad”.

Contextualizó: “hay que considerar el año en que se publicó el libro, 1949, que corresponde al periodo de posguerra. Hacía cuatro años que las mujeres francesas, como ciudadanas, podían emitir su voto, una de las grandes conquistas feministas de la primera mitad del siglo XX, no sólo en Europa sino en el mundo entero”.

Aun así, “no son suficientes pues persisten condiciones sociales y culturales, lo mismo económicas y políticas que impiden el ejercicio pleno de la libertad. En ese punto, Beauvoir se adelanta a los debates de hoy sobre el quehacer de las mujeres para que se les reconozca como seres humanos”.

En cuanto a los logros en la lucha feminista, la especialista señaló avances relevantes en derechos reproductivos y políticos. “Aunque dichas conquistas resultan insuficientes ya que no son para todas sino sólo para algunas mujeres privilegiadas.

“México es el ejemplo de que, siendo todas ciudadanas, este tipo de derechos están determinados por el lugar. Si se nace en la Ciudad de México se cuenta esos derechos que no se tienen si se nace en otras entidades. La lucha por las conquistas continúa. No son absolutas y faltan muchos logros más, pero los pasos gigantes que ha significado el avance feminista desde los puntos de vista teóricos y políticos del siglo XX están a la vista”.

En relación con la conciencia de clase, la académica destacó su importancia, y afirmó que Beauvoir tenía esa categoría social presente, aunque es crítica. En un principio consideraba punto de partida erradicar el capitalismo, pero al constatar las experiencias en la vieja URSS y Checoeslovaquia se da cuenta de que algo rebasa la clase social, algo relacionado con el género, sobre todo en cuestiones de subordinación de las mujeres a los varones.

“La conciencia de clase es un elemento decisivo, aunque no agota la discusión; es decir, si se suprimen las clases sociales, no significa que de manera inmediata terminarán las relaciones de subordinación de género. También obedecen a otro orden del imaginario social”.

Por lo pronto, se ha avanzado en la discusión y se han modificado ciertas condiciones de desigualdad económica de las mujeres.

Respecto del futuro del movimiento feminista, la investigadora consideró que falta seguir trabajando en la desmitificación de la subordinación de las mujeres. Es decir, sigue habiendo en el imaginario social ideas poco revisadas sobre los lugares que ocupan las mujeres.

“Seguimos pensando que por su naturaleza pertenecen a ciertos lugares y, aunque mucha gente ya no lo conciba así, sigue siendo la norma. De manera que las prácticas de la vida cotidiana también tienen que ayudar a desbancar los mitos. No es una casualidad que el trabajo de Beauvoir empiece hablando de los mitos que fundan estas ideas”, finalizó.

Aún no se da la emancipación de la mujer: Ana Buquet

Por su parte, Ana Buquet, directora del CIEG, invitó a las nuevas generaciones de lectores a adentrarse en las páginas de El segundo sexo ya que, dijo, “sigue siendo central en el pensamiento feminista”.

Una reflexión importante que aparece en el texto de Beauvoir: plantea que las mujeres no tienen una esencia femenina universal; además, esa esencia es un concepto construido mediante diversos mecanismos y disciplinas.

“La condición de las mujeres es un tema que Beauvoir reflexiona desde distintas perspectivas (lo mismo filosófica que biológica, psicológica, o sociológica), asunto que durante siglos se concibió para sostener la inferioridad de las mujeres con base en su cuerpo y supuestas características innatas”.

En este libro la filósofa francesa separa la lógica de la subordinación y cuestiona al sujeto mujer como devenir histórico, igual que los hombres y las propias relaciones de género; sobre todo planteando que la condición de las mujeres está sostenida sobre diferencias de carácter simbólico, construidas por la cultura, comentó Buquet.

Este sistema simbólico que habla de las diferencias de lo femenino y lo masculino son sostenidas también mediante estructuras sociales, prácticas cotidianas y también por las propias subjetividades.

Y a medida que profundiza, agregó la socióloga, se va logrando entender a fondo esos conceptos. Desde su punto de vista, “esa sigue siendo la discusión central: las mujeres tenemos, aparentemente, características, actividades, comportamientos más anclados en la construcción cultural, social, y la propia interiorización subjetiva que en una lógica natural. Creo que ese sigue siendo el tema central del feminismo”.

Así como ha habido logros, aclaró (hace un siglo las mujeres enfrentaban dificultades para estudiar en las universidades o no podían sufragar), aún no se consigue la emancipación. Tampoco se ha logrado mediante la legislación, pese a que se ha legislado en los ámbitos nacional e internacional, o la estructuración de políticas públicas.

En la UNAM, destacó, se hace un trabajo vigoroso para avanzar hacia condiciones de igualdad de género que se replican en otras instituciones de educación superior.

¿Qué desigualdades permanecen hoy?: la violencia de género como un núcleo duro de la subordinación de las mujeres, como una forma de “disciplinar” a las mujeres: dónde pueden estar, a qué hora, cómo pueden vestir. Eso se advierte hoy en todos los ámbitos sociales, denunció.

Otro núcleo duro de la dominación masculina es el patriarcado con distintas formas de nombrarlo y analizarlo: se trata de la división sexual del trabajo que se concreta en el tiempo que dedican las mujeres a resolver las responsabilidades familiares, aunque tengan trabajos formales de tiempo completo.

Visto así, no hay posibilidades de establecer condiciones de igualdad entre hombres y mujeres en el campo público si en el campo privado no se ejerce. Las mujeres se han ido incorporando al espacio productivo formal e informal, pero los hombres no se han incorporado a las responsabilidades familiares y eso provoca infinidad de desigualdades, consideró Buquet. Desde la perspectiva de la investigadora, la violencia y la división sexual del trabajo constituyen una desigualdad vigente.

Simone de Beauvoir es la primera que cuestiona por qué si las mujeres han logrado tantas cosas, cambiado las leyes y con la formulación de políticas públicas en torno a sus derechos, continúa la dominación masculina.

Sin duda son reflexiones que desde el feminismo vamos a seguir formulando y respondiendo. En concreto, precisar donde se encuentran estos núcleos difíciles de disolver.

“Mientras tanto, lo importante es pensar que la transformación de mentalidades de hombres y mujeres radica en cómo se configuran las identidades de género y eso pasa por los hogares, las escuelas de educación básica y los medios de comunicación. No es tarea sencilla, pero vamos a seguir avanzando”, concluyó.