Beethoven inicia su faceta como sinfonista

El 2 de abril de 1800 presentó su Sinfonía número 1 en do mayor, opus 21, en un concierto en el Teatro de la Corte Imperial y Real de Viena.

De De acuerdo con Emil Ludwig (1881-1948), otro de los grandes biógrafos de Ludwig van Beethoven, las nueve sinfonías del compositor alemán “han penetrado en el mundo más profundamente que todas las demás obras. Han llegado a ser propiedad de la humanidad occidental como ninguna otra música. En eficacia universal, sólo pueden ser comparadas con Homero o Shakespeare, con Don Quijote o Fausto; como éstos, han llegado a ser conceptos aun para la gente que no las conoce.”

La faceta de Beethoven como sinfonista salió a la luz el 2 de abril de 1800, cuando presentó su Sinfonía número 1 en do mayor, opus 21, en un concierto para su propio beneficio en el Teatro de la Corte Imperial y Real de Viena.

A pesar de que tiene una evidente influencia de Haydn, esta obra ya muestra ciertos rasgos innovadores que Beethoven habría de desarrollar en el futuro hasta límites nunca antes vistos o, mejor dicho, escuchados.

Esta sinfonía inaugural alcanzó un gran éxito entre el público asistente al concierto. En una nota de la época, el crítico del Allgemeine Musikalische Zeitung encontró en ella “mucho arte, novedad y una gran riqueza de ideas.”

Si Haydn compuso sus 12 celebérrimas sinfonías londinenses en cuatro años (de 1791 a 1795) y Mozart sus tres últimas sinfonías (la cumbre de su arte sinfónico: 39, 40 y 41, “Júpiter”) en unas cuantas semanas de 1788, Beethoven necesitó para cada una de las suyas –a excepción de la Octava– años, y para la Novena incluso un decenio.

Así, en 1800, Beethoven comenzó a componer su Sinfonía número 2 en re mayor, opus 36, en la localidad de Heiligenstadt, en las cercanías de Viena, poco antes de que se manifestaran los primeros síntomas de su sordera.

Al cabo de tres años, el 5 de abril de 1803, la estrenó también en Viena. En ella prescindió, por primera vez, del término Minueto para el tercer movimiento y lo sustituyó por el de Scherzo, que en italiano significa “broma”.

El compositor francés Héctor Berlioz escribió que esta sinfonía fue compuesta “elegante, enérgica y orgullosamente” y que exhibe “todo el fuego de la juventud de un corazón noble que ha podido, logrado mantener todas las hermosas ilusiones de la vida”.

Por su lado, Jan Swaffor comenta que Beethoven “nunca más compondría otra obra parecida a la Segunda, ni siquiera en su música teatral, donde tuvo que encontrar la manera de zafarse de Mozart. Para él, la Sinfonía en re mayor era una estación en un viaje que le llevaba a un destino que desconocía cuando la empezó, pero que quizá había comenzado a comprender en el momento en que la terminó.”

Para entonces ya hacía tiempo que se gestaba en la mente de Beethoven una obra absolutamente revolucionaria, para muchos la mejor sinfonía que escribiría jamás: la Tercera, en mi bemol mayor, conocida también como la Eroica (en italiano).