Beethoven y Rossini se conocen en Viena

A pesar de que el compositor alemán sabía que el italiano le estaba haciendo sombra, lo recibió con alegría y cordialidad

Hacia 1822, cuando tenía sólo 30 años, Gioachino Rossini ya era un compositor idolatrado en toda Europa y, también, el único que opacaba la fama de Beethoven.

Por lo demás, el italiano admiraba varias obras del alemán, como sus sonatas para piano, sus cuartetos para cuerda y, sobre todo, su Sinfonía Eroica.

Por lo contrario, Beethoven no apreciaba mucho el quehacer artístico de Rossini. En alguna ocasión había afirmado: “Su música se adapta al frívolo y sensual espíritu de la época, y su productividad es tan grande que para escribir una ópera necesita tantas semanas como años necesitan los alemanes.”

En abril de ese año, Rossini visitó por vez primera Viena, donde fue recibido con un gran entusiasmo. A los pocos días de su llegada, el editor Dominico Artaria lo llevó a casa de Beethoven para que lo conociera.

A pesar de que sabía que aquel joven le estaba haciendo sombra, Beethoven lo recibió con alegría y cordialidad, y si bien no pudo oír nada de lo que Rossini le decía, lo felicitó por El barbero de Sevilla y le aseguró que, mientras existiera la ópera italiana, se seguiría interpretando.

Asimismo, luego de hojear algunas de sus óperas serias, le dijo que no intentara escribir nada que no fuera opera buffa, pues cualquier otro estilo iría en contra de su naturaleza.

Al final de aquel encuentro, Rossini abandonó la casa de Beethoven profundamente emocionado. Más tarde diría: “Beethoven es un gigante que a veces le da a uno puñetazos en el costado, mientras que Mozart siempre es digno de admiración.”

Por aquellos días, Beethoven entregó al editor Schlesinger las sonatas para piano número 31 en la bemol mayor, opus 110, y número 32 en do menor, opus 111.

A decir de Jan Swafford, junto con la número 30 en mi mayor, opus 109, esta sonatas “marcan el punto final de su evolución en cada dimensión: técnica pianística, expresiva y espiritual. Cada una posee un carácter individual, y las tres comparten una preocupación por el contrapunto, una yuxtaposición de extremos, un final culminante y una no menos extraordinaria variedad combinada con una extraordinaria integración […] En otros momentos exhiben una simplicidad y una franqueza casi infantiles.”

El pianista ruso Sviatoslav Richter –nacido el 20 de marzo de 1915 en Zhytómyr y muerto el 1 de agosto de 1997 en Moscú– ha sido uno de los mejores intérpretes de estas tres últimas sonatas para piano de Beethoven.

Aquí presentamos sus versiones de la 30 y la 31, interpretadas en el Museo Pushkin de Moscú, en diciembre de 1991, así como su versión de la 32, interpretada el 12 de enero de 1975 en Moscú, en un recital en memoria de su maestro Heinrich Neuhaus.