Camila Sosa Villada, el ingenio ante la soledad, la vida y la escritura

Tuve que hacer una mujer con las manos, una travesti con mis manos, dijo la autora de Las malas

Foto: Diana Rojas.

Guadalajara, Jalisco.- Cuando se menciona que Las malas es una novela autobiográfica, Camila Sosa Villada, su autora, siempre dice que todavía no ha encontrado un lenguaje para escribir sobre el terror que sentía por las noches parándose en un bosque con travestis mucho más grandes que ella, que iban armadas, tenían navajas y drogas.

“No encuentro un lenguaje capaz de describir los estados psicodélicos en los que yo estaba metida, las drogas que yo consumía, el alcohol que yo bebía para resistir a la oscuridad, al frío, a la violencia de los clientes. Tal vez algún día lo encuentre, lo invente, pero hasta ahorita he sido capaz de escribir esto que yo creo que es un libro de ciencia ficción.”

La ganadora del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2020, otorgado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y entregado de manera virtual el año pasado, contó que tenía 18 años y la primera noche que fue al Parque Sarmiento llegó la policía. “Ellas estaban haciéndome preguntas, un interrogatorio verdaderamente, que quién era; en un momento vimos el reflejo de las luces azules del patrullero en los árboles y una de ellas que tenía unos tacones grandes, de acrílico, trepó como una pantera por arriba de un árbol y se quedó escondida entre las ramas. Eso lo vi, por supuesto, alcoholizada y toda mi percepción alrededor de esas travestis tuvo que ver con ese estado, primero de alcoholismo, y luego con eso que yo no podía creer, que ellas fueran capaces de hacer con el cuerpo”.

La soledad

El travestismo siempre fue para Camila Sosa un plural enorme, un plural que además contradecía la soledad que auguraban “y la soledad que yo sentí siendo muy pequeña y siendo la única en el pueblo”.

Agregó: “yo creo que cuando nos dicen a las travestis: mujeres trans, están lavando años de mugre, años de crímenes, años de semen, de insultos, de sangre, de violencia. Nosotras también en algún momento quisimos quitárnoslo de encima. El insulto a nosotras nos hizo saber quiénes éramos”.

Durante el encuentro Mil Jóvenes con Camila Sosa Villada y una charla posterior con Gina Jaramillo en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, recordó que estuvo sola cuando fue niña, “mis padres estaban ocupados en quererse y en odiarse, en sobrevivir a una pasión como esa que ellos se tenían. También a la violencia de mi padre, la depresión de mi madre, yo tenía que hacerme cargo cuando mi madre se pasaba de pastillas y llevarla al baño, ocuparme de mi papá borracho, llevarlo a la cama cuando se dormía cerca de las salamandras, pero siempre estaba muy sola. Me hacía los disfraces en la escuela, ellos nunca tuvieron que sentarse a mi lado a explicarme cómo sumar o cómo restar. A pesar de que yo detesto la palabra autodidacta siempre fui de ingeniármelas sola en todo, incluso en el arte del travestismo. Intuitivamente supe, por ejemplo, que lo mejor que podía hacer para disimular que tenía pechos era cortarle pedazos al colchón donde dormía. Yo le cortaba un pedazo con la tijera, le iba haciendo la escultura de los pechos y le dibujaba el pezón y luego se lo pintaba. Tuve que hacer una mujer con las manos, tuve que hacer una travesti con mis manos, aunque no sabía cómo se hacía”.

Relató que en su casa podía faltar el pan, la luz eléctrica, pero siempre, para todas las ocasiones importantes, “es decir, mis cumpleaños, las navidades, los reyes magos, cuando me sacaba una muy buena nota en el colegio, ellos (mis padres) me regalaban un libro”.

Para Camila Sosa Villada la escritura siempre fue un acto muy íntimo, solitario. No paró de escribir, publicar en los blogs y la leían personas que no la conocían y luego se animó a publicar en las redes sociales algunos escritos, poemas. Algunos editores “muy pequeños” de la ciudad le decían: “tú tienes que publicar esto y yo no me animaba. Hasta que un día me animé con una pequeña editorial porque habían publicado algunos amigos míos a los que yo les tenía mucho respeto, más como poetas y así nació La novia de Sandro, luego vino El viaje inútil que fue, si se quiere, la confirmación de que yo era escritora”.

Dijo que “antes de ser travesti, antes de ser actriz, antes de ser prostituta, también yo todo eso lo hice sobre el cuerpo de una escritora. Yo creo que Las malas y todos los libros que he hecho hasta ahorita son textos que comencé a escribir desde muy pequeño, cuando yo era un niño y recién ahorita estoy encontrando palabras para eso”.

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