Colitis por ansiedad, cada vez más frecuente en jóvenes

En México, entre 15 y 40 por ciento de su población padece el síndrome de intestino irritable, según la Organización Mundial de Gastroenterología.

La gente cotidianamente le llama colitis y los médicos lo diagnostican como síndrome de intestino irritable, enfermedad que puede ser incapacitante y motivo de ausencia laboral.

Sergio Alberto Mendoza Álvarez, médico internista y profesor de posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM y en el Centro Médico Nacional La Raza, diserta sobre esta enfermedad con alta prevalencia en la población.

El síndrome de intestino irritable es un trastorno intestinal predominantemente funcional, más que orgánico. El cuadro clínico se caracteriza por tres síntomas principales: dolor o malestar abdominal, distensión abdominal y cambios en la defecación.

Según la edad y las distintas enfermedades que el paciente padezca, puede predominar uno de los síntomas o presentarse mixto. Algunos pacientes acuden a consulta porque padecen diarrea, otros sufren dolor abdominal o estreñimiento, y hay quien presenta los tres síntomas.

Hay pacientes que presentan un cuadro clínico continuo, aunque en la mayor parte de los casos es intermitente, tienen episodios de mejoría y de recaída. Es recidivante: reaparece tiempo después de haber mejorado.

Qué la exacerba

Una alimentación inadecuada, ciertos medicamentos y el estrés exacerban la sintomatología. Sin embargo, también algunos parásitos y patógenos, como las amibas, pueden inducir al síndrome del intestino irritable.

Quien padece colitis suele tener malos hábitos alimenticios. O consumen demasiada o poca fibra, tienen lapsos de ayuno prolongados y aumentan su consumo de grasas y de irritantes.

Antiinflamatorios no esteroideos y antibióticos pueden contribuir a barrer la flora intestinal, cuya ausencia altera el mecanismo de absorción a nivel intestinal de los alimentos (grasas y líquidos) y causa que predomine o la diarrea o el estreñimiento en el síndrome de intestino irritable.

Hay también una altísima prevalencia de factores psicológicos y psiquiátricos en el síndrome de intestino irritable. Entre 40 y 50 por ciento de los pacientes padecen ansiedad o depresión o un trastorno mixto.

La personalidad tipo A (ambicioso, competitivo, práctico, impaciente y agresivo) y otros trastornos, como la fibromialgia, pueden contribuir a que los síntomas se exacerben o se prolonguen por más tiempo.

El trastorno de ansiedad o ansioso-depresivo debe tratarse, de lo contrario en un paciente estresado se pueden generar mayor número de episodios e inclusive aumentar la intensidad de los síntomas.

Los criterios de Roma III

Los tres síntomas principales del síndrome de intestino irritable están identificados en los “criterios de Roma III”, en los cuales se basan los médicos para identificar y diagnosticar esta enfermedad. El diagnóstico se realiza al cumplir los siguientes criterios:

*Que los síntomas aparezcan por lo menos durante seis meses antes del diagnóstico.

*Que el dolor o la molestia abdominal sea recurrente, se padezcan durante tres días por cada mes y durante los tres meses previos al diagnóstico.

*Que por lo menos dos de las siguientes características ocurran: haya mejoría en la sintomatología después de la defecación, cambio en la frecuencia de las evacuaciones o cambio en la forma de la materia fecal (sea delgada o más gruesa).

Colitis a edades más tempranas

El rango de edad en que puede presentarse la colitis va desde los 15 hasta los 65 años de edad, pero quienes más padecen este síndrome están entre 30 y 45 años.

Actualmente, este grupo etario se está extendiendo a edades más tempranas. Empieza a ser “un poco más frecuente” entre 15 y 25 años, debido al aumento de la ansiedad, asociada a la interacción en redes sociales, a la relación padres-hijos en confinamiento y a la pandemia del Covid-19.

Por género, el síntoma predominante del síndrome de intestino irritable en las mujeres es el estreñimiento y en los hombres, la diarrea.

Aunque la colitis se presenta en cualquier población, ha aumentado en los países en desarrollo. En México, por ejemplo, entre 15 y 40 por ciento de su población la ha padecido y padece, según la Organización Mundial de Gastroenterología.

En América Latina, el porcentaje de prevalencia es parecido al de México. En Asia oscila entre 8 y 14 por ciento, y en Norteamérica, entre 25 y 40 por ciento.

“Son cifras alarmantes y deberían preocuparnos. La única forma de detener esta enfermedad es con un cambio en el estilo de vida”.

Comorbilidades a descartar

Las complicaciones en el síndrome de intestino irritable pueden estar asociadas a otras comorbilidades, que sólo un diagnóstico diferencial puede identificar y descartar, apunta el doctor Mendoza Álvarez.

Entre esas comorbilidades figuran, además de enfermedades parasitarias (protozoarios que causan diarrea), la enfermedad celíaca (por la intolerancia al gluten, si comes pan te da diarrea), cáncer de colón y enfermedad renal crónica (la acumulación de toxinas en riñones puede causar diarrea).

También puede estar asociado a dispepsia, gastritis, úlcera gástrica, úlcera renal, fibromialgia, lupus, artritis reumatoide, diverticulitis, intolerancia a la lactosa y a sedentarismo.

Remisión o recaída

El síndrome de intestino irritable es una enfermedad crónica, con recurrentes recidivas y largos episodios de remisión.

Sin embargo, si el paciente se apega a la dieta, al ejercicio, a la psicoterapia, no se automedica, sigue el tratamiento farmacológico indicado y trata sus enfermedades concomitantes, la tasa de remisión puede ser cada vez más alta.

Pero, advierte el doctor Mendoza Álvarez, si el paciente no se apega al tratamiento dietético y farmacológico va a tener recaída tras recaída, lo que en ocasiones puede ocasionar complicaciones, como oclusión intestinal por estreñimiento y colon espástico, que puede derivar en una perforación intestinal y por ende en una peritonitis letal.

¿Cómo se trata?

El síndrome de intestino irritable puede mejorar con una dieta rica en fibra (sobre todo si predomina el estreñimiento) y baja en polioles o monosacáridos fermentables (garbanzo, lentejas, leche, aguacate, arroz).

También puede mejorar con la ingesta de probióticos, antiespasmódicos para el dolor (trimebutina, pinaverio), laxantes, antiflatulentos (simeticona), antidepresivos (amitriptilina), ansiolíticos y serotoninérgicos (paroxetina), así como con ejercicio aeróbico y psicoterapia.

En ocasiones es necesario un tratamiento multidisciplinario con el fin de disminuir el ausentismo laboral y mejorar la calidad de vida del paciente.

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