Las desinvitadas, creación de Fabiola Torres-Alzaga

Con una instalación, artista propone reinterpretar la realidad a partir del cine

La pieza, que combina video y un set de filmación, se presenta en el MUAC

Fotograma: Fabiola Torres-Alzaga.

Fabiola Torres-Alzaga llega al Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) con una potente provocación acerca de la censura titulada Las desinvitadas, instalación que rescata, en buena medida, el lenguaje del cine, en particular las películas en blanco y negro sobre historias de fantasmas. Desde una perspectiva que se aleja de la geografía efímera y bidimensional que las caracteriza, la artista desarrolla una nueva interpretación del set de filmación.

La muestra puede ser visitada en la Sala 3 del recinto desde el 12 de octubre hasta febrero del próximo año.

En conversación, Torres-Alzaga comentó que esta propuesta es resultado de una larga práctica artística, en la que ha investigado sobre las “geografías de la visión”, las políticas de la mirada que esto genera y sus invisibilidades, las cuales tienen consecuencias sociales.

“En esta obra he estado investigando durante tres años sobre la censura en el cine. Me intrigaba entender cómo, aunque nació con cierta libertad –incluso espacial en el set de filmación–, el cine, siendo un nuevo medio, generaba aproximaciones diferentes a lo visual respecto a lo que venimos viviendo como humanidad”, explicó la artista.

Con el tiempo, el cine se convirtió en una industria, lo que llevó a que las expresiones en las imágenes fueran inicialmente muy abiertas. Sin embargo, esto también dio lugar a diversas prohibiciones y mecanismos de censura, impulsados en Hollywood por el Código Hays, que excluyó del paisaje cinematográfico identidades sexuales diferentes.

El título Las desinvitadas hace referencia a la película estadunidense de 1944, The Uninvited, que narra la historia de Roderick y Pamela, hermanos que compran y se mudan a una casa donde comienzan a experimentar fenómenos paranormales.

Así, en la tónica del horror, entre lo que se ve y lo que queda oculto, Fabiola Torres-Alzaga ahonda en la representación cinematográfica y sus opacidades, explorando cómo ha influido en la construcción del imaginario social.

La instalación consiste en la creación de un set de filmación donde el público podrá observar tanto la escenografía como el montaje tras bambalinas. Esta propuesta busca generar un entendimiento más profundo sobre la dimensionalidad del lenguaje fílmico, resaltando “esa geografía tan específica del cine, efímera y bidimensional, que deja muchos espacios sin resolver para el espectador”.

Los visitantes podrán descubrir que un muro en la instalación es, en realidad, parte de la escenografía de madera, que tiene una vida relativamente corta, diseñada a la medida del encuadre de la cámara. Este diseño provoca una percepción diferente en el espectador.

La artista visual reveló que colaboró con una fotógrafa, a quien pidió realizar una toma en dolly (dolly shot). Esta técnica de filmación implica el uso de un carro que mueve la cámara suavemente hacia adelante, hacia atrás o de forma lateral. El resultado se integra a la instalación para resaltar las ausencias visuales o espaciales que le interesa explorar.

“Desde dentro de la escenografía, se convierte en una forma muy caprichosa de descubrir una manera moldeada para la mirada del espectador, que, al igual que en el cine, es una forma de aprender a mirar lo que sucede en la sociedad. Lo que hice fue desprender zonas de esa escenografía y tomar un par de fragmentos para que formaran parte de la misma videoinstalación”, añadió.

De esta manera, Fabiola Torres-Alzaga reflexiona sobre cómo el cine, que alguna vez desplegó su lenguaje en completa libertad, terminó formando parte de una industria que se ajustaba a políticas de censura de valores o de prácticas sociales que contravenían los estándares de un tiempo histórico específico.

La instalación se inscribe en el contexto de una sociedad actual, mucho más inclusiva y amable con la diversidad. Su propuesta se basa en ciertas teorías provenientes del feminismo, la teoría queer, la literatura gótica, así como en la estética del cine en blanco y negro, especialmente con el tema de los fantasmas.

“Considero que es importante rescatar mucho del lenguaje cinematográfico, no sólo para verlo como solemos hacerlo, desde su frontalidad, sino además para poder girar y entender su dimensionalidad. La instalación ofrece, así, una experiencia inmersiva, rompiendo con la realidad generada por el set de filmación. La oscuridad genera otro tipo de presencia, algo más solitario e íntimo en comparación a lo que se puede percibir en un entorno iluminado”.

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