Inició la Cátedra Extraordinaria Mathias Goeritz

Conversación sobre la pedagogía y la función social del arte

El tema, la educación visual en la obra del reconocido pintor, escultor y arquitecto

La serpiente de El Eco, de Mathias Goeritz.
La serpiente de El Eco, de Mathias Goeritz.

La Cátedra Extraordinaria Mathias Goeritz inició con la conversación Los espacios para la pedagogía expandida del arte, en el Museo Experimental El Eco y el Taller Nómada en Cuernavaca, Morelos, impartido por David Miranda y Sandra Valenzuela, que versó sobre la educación visual en la obra de este reconocido pintor, escultor y arquitecto mexicano de origen polaco.

En El Eco se congregaron los artistas y educadores Pablo Helguera y Luis Camnitzer para hablar desde sus distintos frentes, sobre la comprensión crítica de la dimensión política y social del arte, la cual es indisociable de la educación como una herramienta de investigación, aprendizaje, conocimiento y cuestionamiento del mundo.

Helguera es un artista mexicano radicado en Nueva York. Su trabajo multidisciplinario abarca la pedagogía, performance, música y literatura, entre otras. Su reflexión respecto a cómo los espacios y las situaciones hacen más extensiva la condición del binomio arte-educación, comenzó con una anécdota personal. Refirió que fue un niño callado, tímido, pésimo deportista, que se refugiaba en el dibujo. Así empezó su camino hacia el arte, que más tarde lo llevaría por senderos entonces inimaginables.

Con el tiempo incursionó en lo que se denomina arte de interacción social, en el que vio surgir dicotomías expresadas en la relación antagonismo y altruismo. Señaló que el arte puede ser comprendido como un acto de rebeldía, ser provocador y discrepante, pero también cabe la posibilidad de construirse desde lo colectivo como una experiencia participativa, comunitaria.

La comunidad

Helguera, quien actualmente es director de programas de adultos y académicos en el MoMA, describió dos ejemplos disímbolos de cómo involucrar a la comunidad en experiencias artísticas. El primero fue el del creador suizo Thomas Hirschhorn, quien entre unas casas del Bronx construyó un monumento en honor al pensador marxista Antonio Gramsci. Ese fue por un tiempo breve un lugar de convivencia, que a los pocos meses se desmanteló.

Una de las críticas más recurrentes a ese tipo de proyectos, dijo Pablo Helguera, es que se trata de una especie de paracaidismo cultural, lo cual hacen muchos artistas, pues una vez concluido el trabajo nunca más vuelven a hacer contacto con la comunidad en donde se instaló la obra.

El segundo ejemplo tuvo que ver con Tim Rollins, un artista estadunidense, quien impartía clases de arte en las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York. Muchos de sus alumnos eran etiquetados como problemáticos. A través de la práctica del arte hizo posible que los miembros del taller ensayaran formas alternativas para la adquisición de conocimientos generales.

“Nos encontramos que la labor de Hirschhorn recibió una muy amplia difusión y apoyo, en tanto que el trabajo de Rollins fue poco conocido y valorado a pesar del largo proceso de educación que este último implicó”, reveló el también curador pedagógico de la Octava Bienal del Mercosur, en Porto Alegre, Brasil.

Agente cultural

Retomó la conversación en torno a Los espacios para la pedagogía expandida del arte, el uruguayo Luis Camnitzer, crítico, educador y co-director del grupo Arte como Educación, en Nueva York. De entrada enlistó algunas concepciones que se tienen sobre el arte, muchas de ellas opuestas entre sí. Inmediatamente apuntó que toda pedagogía se orienta a lo que sabemos y cómo comunicarlo. “No se nos entrena para averiguar cosas que no sabemos, siendo que lo que no sabemos es la parte más fascinante. Es un territorio por explorar.

“El arte como producción de objetos es individualista. Para triunfar en este campo hay que presentarse como una marca comercial, imponerla, competir y anular las otras marcas, poner la bota sobre la cabeza de quienes te rivalizan. En contraposición está aquel arte que se vincula a la transformación y es en sí mismo un agente cultural”, apuntó el autor de, entre otros libros, Arte y pedagogía: la ética del poder.

La charla fue moderada por Mónica Amieva, subdirectora de Programas Públicos del MUAC. Las actividades de la Cátedra Extraordinaria Mathias Goeritz pueden consultarse en http://catedragoeritz.org/cg/programa.

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