Dedica 10º FICUNAM retrospectiva al cineasta Jacques Tourneur

El festival universitario proyectará 12 largometrajes del realizador de origen francés, una de las voces más particulares del Hollywood Clásico. “Es un cineasta completamente entregado” a su material, comenta Salvador Amores, asistente de programación.

El cine de Jacques Tourneur (París, 1904) será uno de los invitados principales de la décima edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM), su obra “nos manipula, nos emociona y nos engaña, pero no mediante las apariciones convencionales de fantasmas y vampiros, sino a partir de las tenues sugerencias de las sombras”, detallaron los organizadores del encuentro cinematográfico en un comunicado.

Poco reconocido durante sus años de actividad cinematográfica, el cine de Jacques Tourneur se ha revalorado con el tiempo hasta ser considerado uno de los grandes artesanos de la época del Hollywood Clásico (entre los años 20 y 60). “Es interesante que él no era un autor. Tenía un sello personal, pero no era un autor total como John Ford o Howard Hawks, quienes tienen un sello muy evidente”, comenta Salvador Amores, asistente de programación de FICUNAM en entrevista para la Gaceta de la UNAM.

“Tourneur después de su ciclo con Val Lewton se dedicó a hacer películas estándar de Hollywood, en todos los aspectos. Hizo westerns, películas de piratas, melodramas, donde no era tan fácil ver su sello. Aunque hay temas que se repiten y procedimientos formales, no eran tan evidentes. En Estados Unidos cuando lo rescata Andrew Sarris en The American Cinema, su taxonomía de todos los directores del Hollywood Clásico, a Tourneur no lo ubica en donde están los autores, lo coloca en lo expresivo esotérico, donde están los directores que son entre autores y artesanos, tienen algo difícil de clasificar y no necesariamente es por la industria. Sarris no logra clasificarlo”, agrega Amores.

En el texto El gran ilusionista, sobre la obra de Tourneur publicado por FICUNAM, el crítico Alonso Díaz de la Vega apunta que “Jacques Tourneur fue un visionario y un subversivo. No es que sus películas —la vasta mayoría de ellas realizadas en Hollywood— no quisieran recaudar grandes sumas, sino que su director se negó constantemente a seguir las normas de lo evidente. Su cine nos manipula, nos emociona y nos engaña, pero no mediante las apariciones convencionales de fantasmas y vampiros, sino a partir de las tenues sugerencias de las sombras.”

Tourneur, hijo del reconocido cineasta francés Maurice Tourneur, inició su carrera en su país natal con la cinta Tout ça ne vaut pas l’amour en 1931. Un par de años después se embarcó a Estados Unidos buscando desarrollar una carrera en Hollywood, donde tuvo que iniciar desde cero para ser considerado por los estudios. Ni la fama de su padre o su experiencia previa en la cinematografía gala sirvieron para abrirle paso en la industria.

Su gran oportunidad llegaría de la mano del productor Val Lewton en la RKO, una de las grandes productoras de aquellos años. Juntos hicieron mancuerna en los largometrajes La marca de la pantera (Cat People, 1942), Yo dormí con un fantasma (I Walked With A Zombie, 1943) y El hombre leopardo (The Leopard Man, 1943). Este trío de producciones marcaron el trabajo de Tourneur, las lecciones aprendidas junto a Lewton lo acompañaron el resto de su carrera.

“Son interesantes las soluciones que encuentra para esas películas. Las primeras películas que logra filmar después de un par de encargo son las tres del contrato con Val Lewton, de presupuesto muy bajo. Se las tuvo que arreglar. Es notable el rol de Val Lewton en esas películas, porque las soluciones típicas, ahora muy conocidas, que no mostraban qué sucedía ni el origen del monstruo, fue idea de los dos. No sólo por la falta de dinero para hacer los muñecos, es una solución dictada por lo económico que se hizo en colaboración con el productor”, puntualiza Salvador Amores.

Sobre la influencia de Lewton en el cine de Tourneur, el también crítico agrega: “es un lugar común ver a los productores de la época clásica como aquellos que no dejaban trabajar a los autores, cuando en realidad, si revisamos la historia de esos años, hay muchos que tenían muy claro a qué cineasta elegían para qué proyecto. Eso te habla de una decisión equiparable a una autoral, había que elegir bien a la persona que iba a trabajar con el material. En el caso de Val Lewton, no fue así porque él no tuvo elección. Lewton tenía claras algunas cosas desde la primera película porque si no las otras no hubieran sucedido. Hay una colaboración más profunda de la que se ve normalmente.”

Es un punto que también recalca Díaz de la Vega: “Aunque RKO Pictures quería películas de horror convencionales que generaran grandes ganancias, el equipo Lewton-Tourneur hizo siempre lo que quiso y así logró el éxito que cimentó la carrera de ambos.”

Ese éxito proyectó a Tourneur dentro de la industria norteamericana, aunque nunca logró el estatus de otras figuras de la época. Así lo explica el asistente de programación de FICUNAM: “cuando los franceses, que son quienes lo rescatan y descubren los códigos de su cine –especialmente Jacques Lourcelles, quien se adelantó al equipo de Cahiers du Cinema–, lo entrevistan, él dice su lugar en la historia del cine es ninguno porque es un cineasta menor que hizo lo que había que hacer en las condiciones que se lo pidieron. Se jacta de no haber rechazado un guión. Si revisas a cineastas como John Ford o Alfred Hitchcock, ellos tenían proyectos muy específicos, era una película de ellos. Tenían a sus guionistas y un equipo. Tourneur no, lo que le llegaba, aunque fuera insípido, él la filmaba porque era la forma de mantenerse trabajando.”

Para Amores, ésa es la clave para apreciar el “sello” tourneriano: su habilidad para adaptarse a cualquier material, donde la importancia no eran precisamente los temas a tratar sino la posibilidad del ejercicio de creación. “Tenía la humildad de decir ‘aceptaré todo lo que llegue’, esos son sus gestos de artesano. Es un cineasta que, al ver sus películas, está completamente entregado. No es como Billy Wilder, Fred Zimmerman o Robert Aldrich, que se ponían por encima del material. Lo ve cierta distancia entre el cineasta y el material, cierta condescendencia. Jacques Tourneur se entrega al material.”

Esa dedicación al material ofrecido por los estudios es notoria en un par de producciones incluidas en la retrospectiva organizada por el 10º FICUNAM: Estrellas sin mi corona (Stars In My Crown, 1950) y La ley del pirata (Anne of the Indies, 1951).

La primera es un western “de apariencia fordiana”, detalla Amores, “la única que Tourneur hizo por gusto. Él eligió el guión, a los actores, todo. Se nota en la película. Pero perdió dinero y lo hizo perder prestigio ante los estudios, en adelante le encargaron puras películas menores. Tiene todas las características de sugerencia, los trazos de lo invisible en lo visible, la maestría para poner en escena las cosas.”

Por su parte, La ley del pirata presenta “historia de una capitana pirata, bastante absurda y típica de las películas de matinée que tiene cierto lado subversivo. No sólo porque la pirata sea mujer, sino porque es un personaje fuerte, contiene multitudes en ella misma. Está espectacularmente filmada, Tourneur le imprime cierta devoción contenida todas sus historias que la elevan más allá de cualquier otra película de piratas de la época. Es un melodrama lleno de matices”, concluye el asistente de programación de FICUNAM.

Películas en la retrospectiva:

1. They All Come Out (Estados Unidos, 1939, 70 min)
2. Cat People (Estados Unidos, 1942, 72 min)
3. I Walked With a Zombie (Estados Unidos, 1943, 68 min)
4. The Leopard Man (Estados Unidos, 1943, 65 min)
5. Canyon Passage (Estados Unidos, 1946, 92 min)
6. Out of the Past (Estados Unidos, 1947, 96 min)
7. Berlin Express (Estados Unidos, 1948, 86 min)
8. Stars in My Crown (Estados Unidos, 1950, 89 min)
9. Anne of the Indies (Estados Unidos, 1951, 81 min)
10. Way of a Gaucho (Estados Unidos, 1952, 91 min)
11. Circle of Danger (Reino Unido, 1951, 86 min)
12. Night of the Demon (Reino Unido, 1957, 95 min)

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