Defaunación, en los linderos de la sexta extinción masiva

Hay una serie de medidas que se pueden sugerir para moverse un poco hacia el optimismo, como el que la sociedad esté lo mejor informada posible sobre esta problemática, dijo el investigador

Estamos en los linderos de una sexta extinción masiva en el planeta y una de sus señales es la desaparición de especies a una escala sin precedentes, a esto se le denomina defaunación, término acuñado por Rodolfo Dirzo.

El Premio Universidad Nacional 2003, profesor de Ciencias Ambientales en Bing en Stanford, Estados Unidos, y miembro principal del Instituto para el Medio Ambiente de Stanford Woods señala en entrevista con Gaceta UNAM, que “en los últimos 550 millones de años ha habido cinco extinciones masivas y se les llama así porque no menos de 50 por ciento de las especies que vivían en ese momento desaparecieron. Es un fenómeno raro, si hiciéramos el promedio sería una cada 110 millones de años y la última fue hace 65 millones de años. Esa fue la extinción más conocida, porque ahí fue cuando se extinguieron los dinosaurios que todo mundo identifica.

Agrega que a la velocidad que estamos viendo la extinción biológica “hoy se apunta una situación parecida a las catástrofes que han ocurrido antes, pero tiene una connotación interesante, porque si se hace un conteo del número de especies que se sabe se han extinguido, por ejemplo, desde el año 1500, el número da aproximadamente 400. Entonces, mucha gente, incluso en el ámbito científico, dice: eso no es una extinción masiva, no es un problema de la magnitud de las catástrofes que han ocurrido antes. El asunto es que hay una visión que es necesario aclarar. La extinción está ocurriendo a nivel del interior de las especies.

“Vamos a poner un ejemplo: el jaguar, una especie emblemática en México y en toda Latinoamérica no se ha extinguido, existe todavía; pero solía ir desde el sur de los Estados Unidos hasta el norte de Argentina. Ahora la hay en algunos sitios, pero muchas de sus poblaciones ya las perdimos. Si hoy se ve un mapa de la distribución geográfica de dónde está el jaguar, quedan parchecitos en lugar de esa gran extensión que cubría hasta hace algunas décadas. Lo que estamos ignorando es que hay una extensión masiva de las poblaciones”.

El exacadémico de la Facultad de Ciencias precisa que si a eso le sumamos otras especies: “el tapir, el venado, y así por el estilo, el elefante ni se diga, el rinoceronte, el hipopótamo, estamos viendo hoy en día una extinción, pero verdaderamente masiva. El problema es que esto es el precursor. Aun cuando estén presentes en algún lugar –no las hemos dado por muertas del todo– sus poblaciones están muriendo. Por eso argumentamos que estamos ya entrando en la sexta extinción masiva”.

El número de especies que se han extinguido totalmente de la faz de la Tierra parecería poquito, aclara. “Digamos cercano a 400 desde el año 1500. Sin embargo, a la velocidad a la que vamos es entre 100 y mil veces más alto de lo que normalmente ocurre cuando no hay procesos de extinción masiva. El problema serio que la gente no percibe, incluso en el ámbito científico, es lo gravísimo del asunto”.

P. “Usted habla de conciencia ciudadana, de que hablemos de la importancia de la biodiversidad a los demás”.

RD: Desde las soluciones alternativas que se han propuesto, una de ellas, la más notable es que los gobiernos tomen cartas en el asunto y lo resuelvan, pero hagamos las cuentas: ¿Desde cuándo los científicos empezaron a hacer evidente el problema del calentamiento del planeta? Las mediciones que se hicieron en Hawái de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera fueron en los años 60 del siglo pasado, no se hicieron tan visibles. Pasan las décadas y llegamos a los años 70 y ya la situación era muy visible y los científicos comenzaron a hacer ruido al respecto. Los gobiernos obviamente se enteraron de eso, pero veamos las décadas que han pasado y hemos dejado que eso llegue a un nivel casi catastrófico. Pienso que ojalá, por una parte, los tomadores de decisiones escuchen esos mensajes terribles y, por otra parte, que es lo más importante, que haya una contribución ascendente, no solamente descendente, de arriba hacia abajo. No sólo de los líderes de gobierno, sino también de la sociedad, que empuje y de hecho esté también informada. Que en los momentos de elegir líderes, tomadores de decisiones, la sociedad exija que esas personas tengan esa conciencia, conozcan esa problemática y se comprometan a trabajar realmente en eso. Una sociedad informada, una sociedad conocedora y consciente de lo que está en juego podría ejercer mucha fuerza.

“Me parece que es pertinente sacar una conclusión que es un poco dolorosa pero real: el problema existencial no es el planeta. Como ya dijimos, ha habido cinco grandes extinciones masivas en los últimos 550 millones de años y el planeta es rico, está lleno de biodiversidades, ha sido capaz de volver. Sabemos que tiene la capacidad de recuperarse. El asunto es que para llegar al mismo nivel de riqueza biológica que se tenía antes de la extinción masiva, cuando ocurre, es de millones de años. Por ejemplo, para los vertebrados en promedio es 10 millones de años. Desde un punto de vista humano esto no tiene ningún consuelo, entonces lo central es que el problema existencial es de la especie Homo sapiens, no del planeta. El planeta lo golpeamos de manera exorbitante, pero va a regresar.

P. Cuando uno vive en una ciudad, con todos los servicios disponibles, es difícil preguntarse: ¿en qué me afecta que no exista un jaguar?

RD: “No es solamente el caso de los jaguares, es el caso de la fauna silvestre, en general la fauna de tamaños intermedios y grandes. Hay esta relación que la hemos podido ilustrar bastante bien en algunas investigaciones, las mías en particular tienen que ver con Kenia, que está en el este de África. El impacto antropogénico sobre la fauna es un fenómeno que he intentado inculcar en la sociedad, que le pongamos un nombre, y el que hemos escogido en mi laboratorio es la defaunación, mismo término que se utiliza para referirse a la deforestación.

“A medida que perdemos los animales de talla mediana y grande estamos abriendo el espacio a los animales de talla pequeña. Muchos de los animales que estamos eliminando en la defaunación serían depredadores de los animales pequeños o serían competidores de los animales pequeños. Los grandes son especies que requieren de mucho espacio para mantener poblaciones viables. Todo lo que estamos haciendo con la deforestación y la defaunación es crear las condiciones ideales para favorecerlos ecológicamente. El problema es que muchas de esas especies son portadoras de una enorme cantidad de patógenos, muchos de ellos zoonóticos profundos, serios, como el que estamos sufriendo hoy en día, o como en el Medioevo que se sufrió brutalmente con la peste bubónica. Eran roedores los que transmitían la bacteria en este caso.

“Por razones de la pura ecología y evolución, esas especies de talla pequeña, como los roedores, como los murciélagos, tienen la capacidad de sobrevivir en sitios, incluso, de asentamientos humanos y tienen la capacidad de portar y resistir muchos patógenos”.

P. ¿Es usted optimista frente a esta crisis climática?

RD. Soy optimista con precaución, pero lo más importante de eso es que hay una serie de medidas que se pueden sugerir para moverse un poco hacia el optimismo. Para mí, el mayor optimismo está fincado en que las generaciones que ahora están frente a toda esta problemática y las que vienen detrás de nosotros estén lo mejor informadas posibles, que muevan la aguja en la dirección positiva. Mi optimismo radica muchísimo en la gente muy joven. Habrán escuchado de Greta Thunberg, ha hecho una popularización, una socialización del problema del cambio climático como ningún político, como ningún científico, de hecho.

Yo tengo mucho optimismo, tenemos un poco de tiempo todavía, los que estamos en mi grupo generacional, de ver que esa gente se empape de lo que está ocurriendo y que sean los que empujen a los políticos, a los industriales, a los tomadores de decisiones y que colectivamente hagamos lo que se tiene que hacer. En última instancia es como una cosa egoísta, porque como le he dicho, el problema existencial radica en una especie que nos es muy cercana al corazón y se llama Homo sapiens, no necesariamente el planeta.

Entonces sí tengo un optimismo con precaución, pero también entiendo el otro componente: hay mucho que ya hemos perdido y va a ser muy difícil recuperar. El problema de la extinción biológica para mí es uno de los problemas más críticos entre los cambios globales, porque este es un problema irreversible y probablemente el único que en verdad lo es.

Dirzo dictó la conferencia Retos de la pospandemia: Pérdida de fauna y biodiversidad durante el Festival de Arte y Ciencia El Aleph.

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