Colección permanente del MUAC
Desde el regazo de un pájaro reflexiona sobre la representación y ruina de la naturaleza

Una ceiba recibe al visitante de la sala 4 del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC). Se trata de la pieza El gran árbol, 2014, de Miler Lagos, elaborada a partir de cientos de periódicos reciclados. Una ceiba construida con los desechos de la depredación de los bosques.
¿Hasta qué punto la representación de la naturaleza puede ser una crítica a su destrucción?, ¿cómo puede el arte contemporáneo crear conciencia sobre la depredación del medio ambiente? Son algunos de los cuestionamientos que detona la exposición Desde el regazo de un pájaro, que desde el pasado 7 de junio se encuentra abierta en el museo y que cuenta con la curaduría de Lucía Sanromán, curadora en jefe del MUAC, y de Jaime González Solís, curador asociado.
A partir de una propuesta de la antropóloga estadunidense Anna Tsing, la exposición parte del vínculo indisociable entre lo natural y la dimensión humana en tres niveles: la primera incluye las interacciones de todo aquello que está vivo; la segunda se refiere a las correlaciones biológicas impactadas por el capitalismo, y una tercera implica la persistencia de la vida en sitios profundamente despojados por el extractivismo y la contaminación.
Enmarcada por este modelo de relaciones, Desde el regazo de un pájaro reúne en la Sala 4 del museo obras en las que la representación de plantas, animales y territorios expresa una conciencia sobre las formas de percepción y los medios de reproducción artística, así como de su impacto sobre aquello con lo que las obras se involucran.
La exposición está integrada por obras de Alex Dorfsman, Thomas Glassford, Jan Hendrix, Roberto Huarcaya, Perla Krauze, Miler Lagos, Vicente Rojo, Maruch Sántiz, Chihiro Shimotani, Federico Silva, Melanie Smith, Sofía Táboas y Beatriz Zamora.
“Son pocas obras para que hablen por sí mismas, y tengan esta presencia para hablar de la naturaleza desde una posición de posantropoceno, donde sea claro que no podemos concebir lo natural ausente de lo humano, ya sea por las formas de las miradas o por la forma en que el capitalismo ha reestructurado a lo natural o porque lo natural y lo vivo existe a pesar de la depredación de los recursos”, explicó en entrevista Sanromán.
Germen Voynich, 2005, de Sofía Táboas, muestra unas flores de madera sobre placas de triplay, las cuales, en una extraña coincidencia de la que la artista no supo hasta ya comenzada la obra, se parecen a las del antiguo manuscrito llamado Voynich, hasta hace muy poco indescifrable, y que probablemente sea un manual ginecológico del siglo XV.
Green Lush (Subtropicana Jungle Nix I), 1999, de Melanie Smith, muestra un jardín vertical iluminado por neones verdes, formado por plantas artificiales en las que se incrustan pelotas de plástico, mangueras de jardín y una lagartija de hule, entre otros objetos. Es una pieza que cuestiona la producción masiva de objeto pasajeros y contaminantes.
Por su parte, Nocturna, 1988, de Jan Hendrix, está formada por nueve serigrafías. Los cambios de luz, un árbol solitario y cada esquina derecha rasgada, evocan la convivencia de diversos soportes que acaban mirando de manera distinta a la naturaleza: la foto, el cine, la gráfica, señaló la curadora.
Sanromán, curadora de prácticas sociales participativas, concluyó que su trabajo en el MUAC implica un reto: “Mi capacidad real es la de entender los sistemas emocionales y relacionales que hacen que algo funcione, y la de ver cómo lo puedes intervenir (si, por ejemplo, este museo fuera un órgano) para que sus partes suenen lo mejor posible”.
“Queríamos presentar obras que hablaran por sí mismas, que tuvieran una presencia contundente en las salas, que entraras y dijeras: ‘¡Ah!, ya me acuerdo por qué estoy en un museo, porque me encanta el arte y esta experiencia vivencial’”, destacó la curadora.
Desde el regazo de un pájaro. Genealogías y disidencias. Colección MUAC, estará expuesta hasta el 30 de noviembre 2025.