Segundo padecimiento canceroso más común para ellas
Desigualdad, machismo e ideas retardatarias, detonadores del cáncer cervicouterino
Aunque ha habido cierta disminución en la prevalencia, la falta de recursos y el maltrato en los centros de atención médica inhiben a las mujeres
El Día Nacional de la Lucha contra el Cáncer Cervicouterino, que se conmemora el 9 de agosto, se estableció en México a partir de 2016 para resaltar que esta enfermedad puede ser tratable y diagnosticada oportunamente. Cuando el cáncer del cuello del útero se encuentra en etapas tempranas, hay un mejor control del padecimiento y mayor calidad de vida.
De acuerdo con lo reportado por GLOBOCAN 2020, dicha afección representó aproximadamente 604,000 nuevos casos de cáncer y 342,000 muertes en el mundo. En las mujeres de países con recursos limitados dicha neoplasia fue el segundo tipo de cáncer más común (15.7 por cada 100,000 mujeres) y la tercera causa más común de mortalidad por cáncer (8.3 por cada 100,000).
Para 2020 en México se registró una disminución de cáncer cervicouterino con respecto a años anteriores, aunque sigue siendo el segundo más diagnosticado y la segunda causa de muerte en mujeres, con un estimado de 9 mil 439 nuevos casos por año y 4 mil 335 muertes anuales. Una tasa de incidencia de 12.6 y de mortalidad de 5.7 por 100 mil. https://bit.ly/44SUBQw
¿Qué es?
El cáncer cervicouterino es el cambio a nivel morfológico y de funcionamiento de las células en el cuello del útero, como lo explica Patricia Alanis López, académica de la Facultad de Medicina (FM): “Estas transformaciones van a ser una acumulación de mutaciones que previamente se dieron en la información genética de una célula, en el ADN. Es una enfermedad de transmisión sexual y su principal agente causal es el virus del papiloma humano (VPH)”.
El VPH tiene genotipos de bajo y de alto riesgos oncogénicos. Los que más mutaciones generan en el ADN de las células son el 16, 18, 31, 33, 45, 52, entre otros. Mientras que los que tienen bajo riesgo oncogénico son el 6 y el 11.
Prevención
Es importante poner en práctica la prevención para no llegar a un cuadro clínico complicado. Por ello, la Organización Mundial de la Salud recomienda que se realicen intervenciones a lo largo de la vida. Esto implica, en primera instancia, la vacunación, en México se puede acceder a dos tipos de esta inmunización: la bivalente y la tetravalente.
Esta forma de prevenir refuerza el sistema inmunitario y ayuda a elaborar mayor cantidad de anticuerpos. Si en algún momento ocurre un contacto con el virus estos anticuerpos lo reconocerán rápidamente. Tiene mejores resultados en la niñez en un intervalo de los 9 a los 14 años; sin embargo, también se puede aplicar a personas que hayan rebasado esta edad.
“Si son adultos jóvenes que no han tenido vida sexual también ésta se puede aplicar. Incluso, en la actualidad ha habido varias revisiones sistemáticas que recomiendan la aplicación también a las personas que ya tienen el VPH. Porque refuerza el sistema inmune y elimina más rápido el virus”, explicó Alanis López.
“Actualmente, la Norma Oficial Mexicana 014 recomienda iniciar la detección oportuna de cáncer del cuello del útero a partir de los 21 a 25 años y al contar con 2 citologías negativas realizarlas cada 3 años hasta los 64 años. También sugiere hacer la citología siempre que la paciente lo solicite”, apuntó Alanis López.
Se recomienda a partir de esas edades, porque si al efectuar las pruebas se detecta alguna lesión causante de este virus, es un indicador de que la paciente presentó persistencia a él o bien una progresión de la infección, dado a que hay una alta probabilidad de que el cuerpo elimine el VPH por sí solo antes de los 25 años; a este proceso se le conoce como regresión y es causado por los anticuerpos.
Edad de mayor riesgo
En el momento que las mujeres comienzan su vida sexual activa es cuando hay más riesgo de contraer el virus del papiloma humano y desarrollar cáncer, destaca Alanis López: “Su mayor incidencia será antes de los 35 años. Sus principales síntomas son sangrado entre las menstruaciones y al tener relaciones sexuales, dolor pélvico, mal olor causado por la necrosis del tumor, claudicación, edema de extremidades inferiores y síntomas relacionados a metástasis a distancia”.
En cuanto a las defunciones, los datos que el Inegi recopiló por este cáncer en 2022 son de 0.10 por cada 10,000 habitantes de 20 a 29 años, mientras que la cantidad se dispara en las mujeres de 30 a 59 años con 0.88.
¿Por qué no asisten a revisiones ginecológicas?
Una de las razones por las que hay casos en los que las mujeres llegan a atención médica con un nivel avanzado de la enfermedad se debe a que no asisten a consultas ginecológicas, además de la falta de recursos para el acceso a este servicio. “Las mujeres acudimos a los servicios de salud en función de la cercanía y la accesibilidad. Las dificultades para ciertos sectores de la población, es que no cuentan con recursos para trasladarse e ir a los servicios de salud”, aclaró Yuriria Alejandra Rodríguez Martínez, responsable del Programa de Estudios de Género en Salud del Departamento de Salud Pública de la FM.
Otra razón es por cuestiones del deber ser de una mujer. “Estar dedicadas al cuidado de otras personas, al trabajo doméstico y al remunerado les dificulta destinar tiempo para ir al médico”, precisó. La experta compartió un ejemplo: si una mujer tiene los síntomas del cáncer cervicouterino avanzado, como sangrado fuera de su periodo menstrual, puede ignorarlo para seguir realizando sus labores de cuidados.
“La vergüenza de algunas mujeres por ideas tradicionales de que el cuerpo de ellas y sus genitales son algo que se debe esconder, que nadie debe ver, sumada a las ideas machistas de muchos hombres sobre sus parejas, en relación con que nadie las puede ver si no son mujeres médicas”, agregó.
Violencia obstétrica
Cuando finalmente una mujer decide acudir a citas ginecológicas y vence todos los miedos alrededor de esta idea, se encuentra con un personal de salud que la puede violentar. Hay falta de tacto y deshumanización, lo cual Rodríguez Martínez designa como violencia obstétrica, que está presente en la mayoría de los centros.
“El trato del personal, desde el administrativo hasta el médico, en ocasiones tampoco ayuda. Es tan automatizado que no consideran las condiciones en las cuales se encuentran las mujeres”, lamentó.
El maltrato a las pacientes inicia desde la llegada al centro de salud, con preguntas escuetas sobre su presencia. Después escala hasta tratarlas como si no tuvieran la capacidad de entender, les gritan, les hablan de mala forma, no les avisan que pueden llegar estudiantes a observar sus genitales como parte de su educación.
“No hay un procedimiento de consentimiento informado el cual posibilite que ellas consideren los procedimientos a los que se verán sometidas cuando el ginecólogo la revise. Se asustan, tienen una sensación desagradable y se van o no regresan”, detalló.
A pesar de los esfuerzos que se realizan para cambiar ese panorama, muchas veces es complicado observar cambios significativos. En particular, Rodríguez Martínez lleva años impartiendo cursos para sensibilizar al personal médico, pero ha observado que aún falta mucho camino por recorrer y recomienda que debe incorporarse una materia obligatoria de género y derechos humanos en la formación de profesionales en medicina.