Día de Muertos Zapoteca

El concepto de muerte de la antigua cultura zapoteca estaba relacionado con Cocijo, dios de la lluvia; todos los pueblos del mundo honran a sus ancestros, pero es típico de Mesoamérica ofrecer comida en abundancia.

En el proceso de conquista, los españoles usaron las costumbres prehispánicas para tratar de dar otro valor a la cultura que había antes de su llegada.

En el caso de Oaxaca, se sabe por el fraile dominico Francisco de Burgoa, uno de los más destacados historiadores del siglo XVII, que los zapotecos celebraban una fiesta de muertos en el mes de octubre.
Obviamente, los conquistadores cambiaron el significado. Transformaron lo que era autóctono en una festividad alrededor del Día de Todos Santos. Aún más, cambiaron la práctica funeraria al concentrar a los muertos, primero en un camposanto y luego en panteones locales.

Esa fue su manera de re-significar lo que era una práctica y creencia prehispánica, señaló Robert Markens, Investigador del Centro de Extensión Oaxaca perteneciente al Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM.

Mientras que en el Altiplano celebraban a los difuntos en agosto del calendario europeo, en esta región la fiesta ocurría a finales de octubre, continuó el antropólogo. Cabe señalar que el respeto a los muertos era una actividad más amplia; es decir, las peticiones o las prácticas religiosas eran probablemente cotidianas en el tiempo prehispánico. Hoy en día, todo está concentrado alrededor de los fieles difuntos en los últimos días de octubre y los primeros de noviembre.

Foto: Erik Hubbard.

Tras la imposición española, los difuntos se concentraron en el panteón. Hecho “marcadamente diferente del patrón prehispánico entre los zapotecos y muchos pueblos más, pues sepultaban a los muertos en tumbas de mampostería, construidas debajo del piso de la casa para vivir con sus seres queridos difuntos”. De acuerdo con Markens, la razón de esta práctica radica en que los espíritus de sus difuntos eran intermediarios entre lo sobrenatural y los vivos.

De hecho, en Monte Albán puede apreciarse una tumba familiar debajo de una de las habitaciones. “La situación doméstica era así: había un espacio que funcionaba como adoratorio arriba de la cripta”.

En los hallazgos arqueológicos, informó el investigador, aparecen diversos objetos utilizados para adorar a los difuntos y hacer peticiones (sahumadores, incensarios). “Es decir, la relación entre vivos y muertos era más estrecha de lo que es hoy en día. Es probable que cotidianamente hicieran peticiones y ofrendas a los muertos de la familia sepultados en la tumba familiar del piso de la casa”.

Según el estudioso, el concepto de muerte entre los zapotecos estaba relacionado con el dios pluvial o dios de la lluvia, llamado comúnmente dios del rayo, Cocijo, debido a que el rayo parte el cielo y deja caer la lluvia.

En una de las excavaciones, el equipo de antropólogos encontró gran cantidad urnas funerarias elaboradas en cerámica, una de las expresiones artísticas típicamente zapotecas. “En ellas aparece la imagen de Cocijo. Probablemente sean peticiones a los difuntos para como intermediarios con Cocijo. Eso está plasmado en el lenguaje visual, materializado en los objetos, siempre hay representaciones de esta divinidad zapoteca”, abundó Markens.

Presencia prehispánica en las celebraciones actuales

Uno de los vínculos entre el pasado y el presente es la comida, consideró el investigador. “Con frecuencia, en las tumbas prehispánicas se haya cerámica doméstica utilizada para preparar y servir la comida. Suponemos que tuvieron la misma función: ofrendas y para contener comida, con la que se acompañaba al alma en su viaje al inframundo”.

Así se honra a los difuntos hoy en día, agregó el especialista. “Es típico el altar para los difuntos en cada casa, donde resalta la presencia de todo tipo de comida al gusto de los difuntos, una costumbre netamente mesoamericana, hoy mexicana, para honrarlos difuntos. Este honrarlos con comida, significa nutrir a sus espíritus. Todos los pueblos del mundo honran a sus ancestros, pero es típico de Mesoamérica ofrecerles comida en abundancia”.

Foto: Erik Hubbard.

Inframundo zapoteca

En la cultura zapoteca el inframundo recibía el nombre de Liobaa. Hacia el siglo XV, como consecuencia de la expansión de la Triple Alianza cuya dominación alcanzó la región zapoteca y mixteca, se le impuso el nombre Mitla, derivación del Mictlan mexica, o inframundo.

En la actualidad perduran creencias y prácticas del pasado entre los pueblos del Valle de Oaxaca, de la sierras Norte y Sur hasta la región mixe. Ahí se cree que hay túneles subterráneos que conectan sus pueblos con Mitla; y que cuando muere una persona, su alma se desplaza a través de estos túneles hasta Mitla, porque Liobaa, lugar de descanso, era la entrada al inframundo.

Hoy en día, familias enteras e individuos viajan de lejos a un destino ceremonial ubicado a cuatro kilómetros de Mitla, llamado antiguamente Biliyar Benjab, hoy conocido como Cueva del Diablo, para comunicarse con sus ancestros, entre otras cosas.

Tras una excavación en la Cueva del Diablo en 2006, el equipo de arqueólogos universitarios en colaboración con el INAH, encontraron ofrendas cerámicas, entre ellas miles de trastes miniaturas, que indican el carácter ritual en el posclásico; es decir, aproximadamente unos mil años dne, hasta el arribo de los españoles.

Los zapotecos de estos años, siguen acudiendo a este lugar sagrado a comunicarse con sus seres queridos que han ingresado al inframundo precisamente ahí. “Comentario aparte merecen las ofrendas: la Cueva es como un enorme altar de difuntos. Cada familia que la visita lleva una ofrenda de flores, acompañada de granos de cacao, telas, guajolotes y tamales para los dioses. Esos tamales no son de masa sino de copal.

“En el registro arqueológico de la Cueva consta que se encontraron miniaturas que contenían, se supone, comida y también navajas prismáticas de obsidiana. A lo mejor los peticionarios se sangraban y ofrecían este ritual a sus ancestros o a las divinidades de Biliyar Benjab”, finalizó Robert Markens.