En 2020 se han detectado 22 mil sismos en el país

El 19 de septiembre, huella indeleble para los mexicanos

Los terremotos de 1985 y 2017 crearon mucha conciencia de la vulnerabilidad física que tenemos; la prevención, clave para reducir el riesgo de desastres

Desde 1910, el Servicio Sismológico Nacional ha estado al pendiente del monitoreo y de ofrecer al público la información lo más pronto posible, para que las autoridades tomen mejores decisiones.

El 19 de septiembre un movimiento súbito se sintió bajo los pies y un segundo después todo comenzó a moverse. La vivencia marcó a millones de mexicanos tanto en 1985 como en 2017, pero ello no implica que este día “vaya o deba” temblar, señalan expertos.

“Es una coincidencia tremenda que ocurrieran dos temblores destructivos el mismo mes y el mismo día del año. Todos los días se registran una gran cantidad de sismos, la mayoría pequeños e imperceptibles, y si bien la memoria de las personas tiene presente el del 19, fue más importante el del 7 de septiembre de 2017”, recuerda Arturo Iglesias Mendoza, del Departamento de Sismología de la Universidad Nacional.

A lo largo de estos años, y en ese tipo de eventos en particular, la UNAM ha sido muy significativa en muchos aspectos con el Servicio Sismológico Nacional (SSN), el acopio de alimentos, verificación de construcciones, investigación científica y más, considera Iglesias Mendoza.

En 1985 el movimiento telúrico del 19 de septiembre tuvo su origen en la desembocadura del Río Balsas, en Michoacán, y se registró a las 7:19 horas, con una magnitud de 8.1. Oficialmente hubo tres mil 192 muertos, aunque organizaciones no gubernamentales calculan más de 20 mil víctimas.

Tras del evento de ese año, añade Víctor Hugo Espíndola Castro, experto en análisis e interpretación de datos sísmicos, cambiaron muchas cosas en México, notablemente en la sismología y la percepción del peligro y el riesgo, pues antes no se hablaba de seguridad ciudadana ni había un Centro Nacional de Protección Civil.

Treinta y dos años después, a las 13:14 horas, poco más tarde del macrosimulacro organizado en Ciudad de México, se produjo un temblor de magnitud 7.1 originado en Chiautla de Tapia en Puebla, con 369 víctimas mortales y miles de daños en infraestructura.

“Éste nos hizo mucho más conscientes de la vulnerabilidad física del sitio donde vivimos. Cada vez la gente que habita en Ciudad de México tiene más claro que se saca demasiada agua, que es una urbe mucho más poblada y se está construyendo donde no se debería. Está mucho más atenta a la información de su entorno”, reflexiona Dora Carreón Freyre, del Centro de Geociencias de esta casa de estudios.

Los especialistas precisan que con el tiempo la Universidad ha refinado y mejorado los sistemas de medición y seguridad al respecto, ya sea desde la ingeniería con estructuras más resistentes; los centros de geociencias han revelado más sobre el comportamiento de estos eventos y las ondas que generan. Es una labor que se realiza poco a poco, pero que permite mejorar la vida de las personas.

“Hay un esfuerzo para que este tema sea más multidisciplinario y en una misma mesa revisarlo con sismólogos, ingenieros, psicólogos, médicos, tomadores de decisiones; hacer un espacio grande, común, porque desde nuestra trinchera no vemos todo y este es un buen momento para pensar de manera holística”, apunta Iglesias Mendoza.

País en movimiento

Desde 1910, el Servicio Sismológico Nacional ha estado al pendiente del monitoreo y de ofrecer al público la información lo más pronto posible, para que las autoridades tomen mejores decisiones. Además, con lo que recaba se crea nuevo conocimiento, una acción social clave para la nación.

Gracias a eso, puntualizan, se sabe que a lo largo de su historia nuestro país ha registrado temblores de gran magnitud, especialmente recordados el de Colima, (8.2) en 1932; el llamado sismo del Ángel (7.8) originado al sureste de Acapulco, en 1957; el de Ometepec, en Guerrero (7.5), en 2012; el de Mexicali, Baja California (7.2), en 2010; y el famoso sismo de Acambay (6.9) en 1912, con epicentro en el Estado de México, por citar algunos.

“Hay cientos de movimientos telúricos de magnitudes intermedias a altas que causan muchos daños localmente y, los que habitamos Ciudad de México nos olvidamos un poco cuando un sismo no tiene efectos aquí. En 1985, 15 días antes del 19 de septiembre, hubo otro de 5.8 hacia la sierra de Guerrero, con muchísimos daños”, rememora Espíndola Castro, del SSN.

Además, agrega, hoy en día se sabe que en el mes de septiembre de 2017 se documentaron más de seis mil movimientos de tierra, lo cual se debió al registro del sismo del 7 de septiembre, de magnitud 8.2, cuyo origen fue en Pijijiapan, en Chiapas.

Del año 2000 a la fecha es cuando se ha dado el mayor impulso a este seguimiento de la naturaleza, y si hace una década se contabilizaron cuatro mil temblores, en 2019 la red de equipos localizó 24 mil, y en lo que va de este 2020 se han detectado 22 mil. No es que tiemble más, sino que la red ha mejorado considerablemente; en la actualidad se registra mejor lo que ocurre en todo el territorio nacional, destaca Espíndola.

Los investigadores recuerdan que México se ubica sobre cinco placas tectónicas: Pacífico, Norteamericana, Rivera, la del Caribe y la de Cocos. Si bien las que llaman más la atención y generan más estudios son las dos últimas, debido a que se sumergen bajo la placa Norteamericana de cuatro a seis centímetros por año, ocasionando el mayor número de movimientos telúricos en el territorio, se requiere monitorear con mayor detalle la zona norte del país.

A finales del siglo XIX, por ejemplo, sucedió un sismo considerable en Sonora, en una zona que se llama Bavispe, que se estima fue de 6.7 que en 1887 era poco poblada, pero hoy es más habitada, dicen. Iglesias Mendoza trae a la memoria que si bien se ha hablado desde hace tiempo de que habrá un gran temblor en la zona de la Brecha de Guerrero, pues desde 1911 no ha ocurrido uno de gran importancia, en realidad hay investigaciones que explican el por qué no se ha dado dicho movimiento.

Además de la compilación de datos y el registro de los sismos, el SSN y el Instituto de Geofísica han laborado intensamente en la divulgación científica y la formación de recursos humanos, pues ofrecen no sólo información de calidad para todo tipo de público, sino también constantes cursos de sismología tanto para profesionales como para docentes de Bachillerato.

¿Podemos esperar entonces un gran sismo? La respuesta es sí, enfatizan los especialistas. ¿Cuándo? Nadie lo sabe, pero podría originarse en Guerrero o Michoacán, como el de 1985, o en el sureste de Acapulco, donde fue el epicentro del que tiró el Ángel de la Independencia; Chiapas, Jalisco o Baja California, por lo que es indispensable estar preparados.

Hay un esfuerzo para que este tema sea más multidisciplinario y en una misma mesa revisarlo con sismólogos, ingenieros, psicólogos y médicos, entre otros.

Prevención, trabajo clave

El 19 de septiembre, tanto de 1985 como de 2017, representa un cambio en la percepción de prevención en México, como lo evidencia la creación del Centro Nacional de Protección Civil.

Además de promover, principalmente en las nuevas generaciones, una cultura de actuación ante este tipo de desastres (no corro, no grito, no empujo), la realización de simulacros y, más recientemente, la presentación del Atlas Nacional de Riesgos, proyecto en el que también participó Carreón Freyre.

Dicho instrumento consiste en un sistema de mapas donde es posible revisar el fracturamiento del terreno, el cual fue elaborado entre 2016 y 2017 con el plan de entregarlo el 19 de septiembre de dicho año, recuerda la universitaria. Es una primera imagen del suelo que pisamos.

“Ciudadanos que lo han utilizado nos comentan que el mapa les dio mucho poder, pues ahora son conscientes de las condiciones del sitio donde vivían, lo que antes no pasaba”, resalta la especialista en ingeniería geológica y geotécnia.

Carreón Freyre menciona que desde hace tiempo se trabaja con la Cámara de Diputados en la creación de una nueva ley de protección civil centrada más en prevenir el riesgo de desastres y no sólo para responder de manera emergente.

Además, por su labor, no sólo respecto a los sismos, sino en momentos de crisis, la UNAM es el principal referente nacional, lo que representa un gran orgullo y responsabilidad, por lo que siempre se apoyan mucho este tipo de proyectos, finalizan los expertos.

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