Mesa de análisis en Filosofía y Letras

El agua subterránea representa 97% del líquido disponible

Se han diagnosticado severos problemas ambientales en el ciclo hidrológico que han dañado su cantidad y calidad

En el subsuelo está el principal reservorio de agua dulce.

El martes 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua; este año se decidió dedicarlo a socializar la importancia del agua subterránea con la frase “Haciendo visible lo invisible”. El agua subterránea es el principal reservorio de agua dulce, es decir, representa 97 por ciento del agua dulce físicamente disponible en las porciones continentales. En su estado natural, esta se mueve lentamente dentro de las porosidades de los acuíferos y en la superficie se manifiesta en los manantiales, veneros u ojos de agua. Se han diagnosticado severos problemas ambientales en el ciclo hidrológico que han dañado la cantidad y calidad del agua subterránea, sobre todo por lo poco sustentable que es su aprovechamiento a través de patrones irracionales de la operación de pozos que, huelga decir, profundizan en su nula visibilidad y prestigio social, a diferencia de las aguas superficiales. En consecuencia, problemas como el hundimiento del suelo, su fracturación, la salinidad, la perforación y bombeo de agua proveniente de mayores profundidades, así como la concentración de derechos de agua en pocas manos ha provocado conflictos sociales en México.

En la Facultad de Filosofía y Letras se realizó la mesa de análisis Agua subterránea y cambio climático, Una visión sistémica, donde se dieron cita los especialistas: Lic. Nadir Quiroz, Dra. Alejandra Peña, Dra. Leticia Gómez, Dr. José Carrillo, Dra. María del Carmen Carmona, Dra. Jacinta Palerm, Dra. Mary Frances Rodríguez Van Gort, con la moderación del Dr. Gonzalo Hatch Kuri y la Mtra. Flavia Tudela Rivadeneyra. Provienen de disciplinas como la geografía, el derecho ambiental, la antropología y la hidrogeología.

Han analizado el caso de Valles Centrales, Oaxaca a propósito del decreto presidencial publicado en diciembre pasado, que modificó la veda de 1967, ahora Zona Reglamentada en la que se reconoce la coadministración del agua con los pueblos indígenas.

En un contexto de aumento de temperatura global, como el que actualmente vivimos, se ha observado que el comportamiento hidrometeorológico es cada vez más extremo produciendo, en consecuencia, fenómenos estacionales como sequías o inundaciones. En el caso específico del agua subterránea se observa una presión mayor en su extracción, sobre todo para paliar los estragos que causan las sequías en los espacios rurales y urbanos, pero esto provoca desertificación y pérdida de caudales que no son renovables en una escala del tiempo humana, por lo que se concluye que esta agua es finita.

Referente a su administración, en nuestro país corresponde al Poder Ejecutivo Federal a través de la Comisión Nacional del Agua hacerlo, para lo que emite diversas disposiciones y ordenamientos en pro de la protección y conservación del agua. En esa tesitura, un caso que ha sentado un precedente histórico en la conservación del agua subterránea es el de la región indígena de Valles Centrales, Oaxaca, en el que resaltan la lucha y capacidades de los pueblos indígenas para defender su acceso al agua, pero también para conservarla de forma sostenible y sustentable. El decreto presidencial que data de 1967 estableció una veda por tiempo indefinido para favorecer el equilibrio ecosistémico y la regeneración del ciclo hidrológico; sin embargo, las autoridades hicieron poco para poder materializar su objetivo.

Hace 22 años, integrantes de 16 comunidades zapotecas se vieron impedidos en su acceso legal al agua, padeciendo además los estragos de una sequía prolongada a inicio del presente siglo. Esto los condujo a ejecutar diversas acciones: desde 2005, llevaron a cabo más de 550 obras destinadas a la recarga del agua subterránea con agua pluvial, obras vernáculas que demostraron que los pueblos originarios habitantes de la microrregión zapoteca Xnizaa (nuestra agua, en español) tenían la capacidad para conservar, proteger y administrar el agua.

En la geografía, el agua se estudia como parte de la tradición ser humano-naturaleza, en este caso sociedad-agua, contribuyendo a la problematización de las metodologías y las implicaciones del uso de conceptos para cuantificar y organizar espacialmente el ciclo hidrológico: cuenca hidrológica, cuenca hidrográfica, acuífero, sistemas de flujo de agua subterránea, entre otros.

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