El Aleph alcanzó a más de 481 mil personas

El festival de ciencia y arte hizo énfasis en la importancia de la literatura y la lectura en la realidad global

Juan José Millás. / David Grossman. Fotos: Festival El Aleph.

El Aleph. Festival de Arte y Ciencia en su quinta edición estuvo dedicado a explorar las fronteras de la medicina, con la idea de expandir los territorios del conocimiento sobre los últimos avances científicos, tecnológicos y humanistas en materia de salud individual y colectiva.

Sus 136 actividades digitales tuvieron un alcance de más de 481 mil personas y 102 mil reproducciones de transmisiones en vivo durante los once días de duración, en los cuales se generaron 97 horas de materiales audiovisuales, la gran mayoría de ellos aún disponibles al público en el sitio culturaunam.mx/elaleph.

El festival tuvo un cierre que hizo énfasis en la importancia de la literatura y la lectura en la actual realidad global. Los reconocidos escritores Juan José Millás y David Grossman protagonizaron conversatorios con el curador de El Aleph, el divulgador de la ciencia José Gordón, en los que quedó remarcado el poder curativo de la palabra.

Realidades imaginadas

Las memorias recorren las novelas de Juan José Millás “como manera de sanar las heridas al instante en que son abiertas”, dijo el escritor y periodista español al participar en la charla que llevó por título La Prótesis de la Imaginación y la Literatura en la Vida.

“Las realidades imaginadas, que son realidades también de otra categoría, de otro registro, tienen la capacidad de modificar el mundo, y de mover la trayectoria de una vida. Estamos llenos de prótesis psíquicas”, sugirió.

Millás se autodefinió como “más producto de la imaginación que de la realidad”, pues siempre le ha interesado “de qué manera lo irreal interviene en lo real, lo imaginario en lo no imaginario”. Durante su infancia pensó que tenía un hermano recluido en el cuarto del fondo, era alguien que sólo existía en su mente. “De mis ocho hermanos, el que más me ha influido es Alfonso, el que no existía. Me daba miedo que me dijera algo desde las tinieblas”.

Para él la identidad es una cuestión muy frágil, muy protésica, “una versión con la que hay que vivir porque necesitamos una subjetividad, un yo, pero este yo que me habita me extraña porque lo han construido los otros, una educación que a mí me extraña, unos afectos que a mí me extrañan. Observo la realidad desde ese yo y creo en él, pero no me fío de él”.

Tan frágil es la identidad que se pierde antes de morir, consideró. “Uno se pasa la mitad de la vida construyéndola y de ese mismo modo se va deconstruyendo, debilitando, quizás al ritmo del que se debilita o deteriora el cuerpo”. Y agregó: “En la medida que se envejece, esa identidad se fragiliza”.

Disipar estereotipos

El contacto y el diálogo con un otro diferente ayuda a disipar estereotipos, afirmó el novelista David Grossman, originario de Israel, un país en disputa histórica con Palestina. “No hay mayor alegría que ver a alguien al que sólo veías a través de un estereotipo y, de repente, estás con él, hablas con él, ves sus ojos, sus cicatrices y, de pronto, es un ser humano y se deshizo de ese estereotipo, desapareció, como si hubieras creado otro, pero tú también fuiste creado”, dijo durante la charla de clausura de El Aleph, titulada El Lenguaje de la Intimidad y la Reparación del ser Humano.

La literatura, comentó, puede ayudar a entablar ese diálogo aún pendiente. “Quizá si los palestinos leyeran nuestras novelas verían a los israelíes diferentes. Quizá no seríamos sólo el enemigo obtuso y cruel. Quizá verían otras cosas: nuestra fragilidad, nuestros errores, nuestro miedo existencial que viene de una historia terrible y atormentada”, planteó el autor.

También la literatura puede curar. O más precisamente, la palabra puede curar, reformuló el multipremiado novelista. El orfebre trabajo de acomodar palabras y de contar historias puede ayudar al escritor a sanar heridas, afirmó Grossman, quien perdió a su hijo, Uri, en la guerra del Líbano.

“Creo que para curar las heridas debes abrirlas, debes retirar la piel seca que se crea sobre la herida. Y los humanos lo hacemos, principalmente, al hablar, al contar nuestra historia una y otra vez. En cada uno de mis libros hay alguien que le cuenta historias a otra persona. Por lo general, las historias son muy intensas y dolorosas, pero cuando las cuentas fielmente hay una oportunidad de que veas tu propia condición con ojos diferentes, y el oyente también te verá con ojos diferentes.”

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