El ayer y el hoy del juego de pelota

Hay evidencias históricas, etnográficas, arqueológicas e incluso orales de su práctica, vigente en diversas regiones del país

Cada vez hay más evidencias históricas, etnográficas, arqueológicas e incluso orales de los juegos de pelota en México. En nuestra región hay más de mil 800 canchas o taste (del náhuatl tlachtli) que han sido descubiertas.

Así lo informó Ana Claudia Collado García, presidenta de la Federación Mexicana de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales, al intervenir en el ciclo de conversatorios Ritual, Juego y Deporte: una Aproximación desde las Ciencias del Deporte a la Caída de Tenochtitlan, convocado por la Dirección General del Deporte Universitario.

La también integrante de la Confederación Mundial de Etnodeporte dejó en claro que el juego de pelota (ulama) aún se practica, en varias de sus modalidades, a lo largo del territorio nacional, con mayor vigor en ocho entidades federativas, principalmente en el norte y centro del país.

“Todo México es una región arqueológica para buscar. Aquí mismo, en la capital, tenemos un descubrimiento muy importante de este juego en el Templo Mayor dedicado al Sol y la Luna, y continúa jugándose, en su modalidad de antebrazo, la cual se practica con una pelota más pequeña”, destacó.

La ganadora del Premio Nacional a la Mujer en el Deporte 2007 señaló que, entre algunas otras formas del mencionado juego, están la pelota mixteca, así como la pelota purépecha, que es con bastones.

“Hay una demanda para la recuperación de estos juegos y deportes tradicionales. Se ha dado como fenómeno cultural en los últimos 10 años. Ya no son sólo los que lo practican, sino que hay un involucramiento de la juventud y de la niñez”, resaltó.

Collado García agregó que son actividades patrimoniales que la propia Unesco reconoce como prácticas que desarrollan la interculturalidad, por lo que hizo un llamado a la sociedad y a las instituciones a promoverlos y difundirlos.

 

Rituales

Erik de Gortari Krauss, profesor del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur, y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, manifestó que estas disciplinas generan un fortalecimiento de la reproducción social y permiten condiciones de existencia de una comunidad.

“Es importante que se difundan, que se generen nuevos seguidores, y que no se desplace su elemento ritual. Son actividades extraordinariamente incluyentes, participan todo tipo de personas. En el caso del CCH, con mis alumnos, unos les enseñan a otros, les gusta por igual, es una actividad lúdica que no tiene reglas clásicas o de género.”

De Gortari Krauss indicó que los rituales no sólo existen dentro de estos juegos y dentro de las prácticas de comunidades prehispánicas. “Están incluso fuera del contexto religioso, en todas nuestras actividades los tenemos, con símbolos, gestos, incluso ahora cuando nos saludamos con el codo o el puño”.

Otto Ulrike Amilcar Becerril García, académico del Centro de Estudios del Deporte de la UNAM, y exentrenador en jefe de Pumas CU, planteó que estos juegos autóctonos y tradicionales cuentan con una gran resignificación.

“Tienen una complejidad física e intelectual interesante, incluso mayor de su significación. Llevan una exigencia, una demanda física más allá de lo recreativo, en el manejo y control del cuerpo. Son sumamente espectaculares.”

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