Edición de Libros UNAM

El cliché aplicado a los escritores es como el uso de trajes típicos

Fernando Iwasaki presentó su libro Mi poncho es un kimono flamenco, en la FIL del Palacio de Minería

Foto: Juan Antonio López.

Es peruano, de apellido japonés y vive en España. El título del libro que presentó en la Feria Internacional del Libro (FIL) del Palacio de Minería es muestra de la naturaleza heterodoxa y desacralizante de su literatura: Mi poncho es un kimono flamenco. Un compendio de 20 conferencias que Fernando Iwasaki impartió entre 2003 y 2018 en universidades de países en los que no se habla español.

“Iwasaki encarna justamente lo que escribe”, consideró la coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, Rosa Beltrán, al presentar el volumen junto con la directora de Libros UNAM, Socorro Venegas, quien lo describió como un autor cuyo deseo es “que sus cuentos sean leídos como ensayos y sus ensayos como novelas”.

Para Beltrán, Mi poncho es un kimono flamenco toca, como buena parte de la producción de su autor, uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo: el asunto de la identidad. Es un texto que habla del transtierro desde la mirada de un transterrado por excelencia, dijo; y una escritura atravesada por imaginarios, por la literatura comparada a la manera de viajes de ida y vuelta entre tiempos y espacios.

“Fernando Iwasaki es uno de los poquísimos autores que reúnen dos elementos de la literatura que, sobre todo en lengua española, son muy extraños de encontrar: el humor, un humor brillantísimo, filoso, agudo, inteligente, y la erudición.”

Ejemplo de ello es uno de los textos ensayísticos compendiados en este libro publicado por Libros UNAM, en el que Iwasaki arroja una verdad incómoda para muchos lectores latinoamericanos: que el realismo mágico no es, como se cree, un producto original de América Latina. Más que referirse a antecedentes, el escritor señaló la existencia de estereotipos que condicionan la aproximación a una lectura, de modo que críticos y lectores esperan que un autor, por ser mexicano, chileno o argentino, hable o escriba de una manera determinada.

“Los latinoamericanos somos los escritores, no voy a decir emplumados, pero somos los escritores del realismo mágico, de las selvas profundas o de los mundos periféricos de la cultura occidental, así que cuando ven una novela en la que un cadáver es resucitado por el toque de un relámpago, dicen, ‘claro: estas cosas sólo pueden pasar en la literatura de América Latina’. Pero cuando el cadáver es resucitado por una descarga eléctrica y por el Dr. Frankenstein, ahí hay un profesor universitario, un académico que seguramente publica en revistas indexadas… Así que el mismo fenómeno eléctrico de resucitar un cadáver, cuando lo hace un eminente científico como el profesor Frankenstein, ya no es realismo mágico; eso ya es ciencia ficción”, explicó.

Iwasaki –quien además ha investigado la cultura flamenca alrededor del mundo– comparó el cliché que se aplica a los escritores con el uso de trajes típicos, como los que en su juventud portó con amigos que no eran peruanos, pero que vestían como tales para hacer música andina y obtener así dinero en un recorrido por Europa. “Al final lo que se está vendiendo es el traje típico”.

La anécdota apuntala su postura como un escritor cuyo territorio natural es –en palabras de Rosa Beltrán– la literatura en sentido amplio. Una actitud que desde el inicio de la charla Iwasaki refrendó al rendir reconocimiento al “linaje mexicano” de su formación literaria. “No sería quien soy sin Jorge Ibargüengoitia, un escritor deslumbrante, un humorista exquisito; ¿qué sería de mí sin Arreola, sin Julio Torri, sin el Fondo de Cultura Económica?”, dijo.

Y destacó sobre la composición heterogénea de Latinoamérica: “Somos países con culturas muy sólidas, con cimientos identitarios que son también híbridos: no hay nada más mexicano que el mariachi, pero el mariache es algo que viene de otro lugar. Es lo maravilloso de México, que ha sido capaz de transformar en algo propio elementos culturales que vienen de fuera”. Por ello, consideró, “todos tenemos un poncho que es un kimono flamenco”.

Recordó el caso del novohispano fray Diego de Valadés, quien en el siglo XVI fue el primer mestizo americano en publicar un libro en Europa: en Perugia, Italia, y lo hizo en latín, mientras que el inca Garcilaso de la Vega lo hizo en España, y los primeros comentarios aparecieron en Lisboa, pues en España no había suficientes imprentas.

Reconocimiento a escritoras

Iwasaki es uno de los primeros autores latinoamericanos en reconocer la obra de escritoras de la región, destacó Beltrán. “Hasta llegar, en uno de los ensayos de este libro, a exponer la muy audaz tesis de que el mundo literario simplemente no puede ser, ni se explica, sin las autoras”.

Sobre su interés en la obra de sus pares mujeres, Iwasaki recordó que en aquel Encuentro de Escritores Latinoamericanos celebrado en 2003 en Sevilla –al que la muerte desinvitara a Roberto Bolaño–, la única escritora presente fue Cristina Rivera Garza. “El resto éramos escritores heteropatriarcales”.

Reconoció que, si después de la década de los 80 hubo más mujeres que comenzaron a publicar en sus 20, esto se lo deben a antecesoras como Elena Poniatowska y Margo Glantz, y a generaciones posteriores que abrieron brecha en América Latina.

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