El compromiso de las sombras: “una película sobre la importancia de las despedidas”

El primer largometraje documental de la cineasta Sandra Luz López Barroso compite en la sección Ahora México de la décimo primera edición del FICUNAM

Una de las películas elegidas para competir en la sección Ahora México de la décimo primera edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) es el documental El compromiso de las sombras (2021), primer largometraje documental de la realizadora Sandra Luz López Barroso.

El proyecto retrata “en una atmósfera de rezos, música, altares y color” la historia de “Lizbeth, una mujer transexual afro descendiente, encargada de guiar los rituales fúnebres de una pequeña comunidad de Guerrero. Liz es heredera de un conocimiento ancestral, de un particular sincretismo cultural y religioso en el que la vida y la muerte son parte de un ciclo inseparable”, detalla el catálogo del FICUNAM.

En entrevista previa al festival, la realizadora egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) habló sobre su llegada a la Costa Chica de Guerrero, su relación con la comunidad y su deseo por retratar la vida de la zona en los últimos años.

Gaceta UNAM (GU): ¿Qué te atrae de la Costa Chica de Guerrero? Tu cortometraje anterior, Artemio (2017), también estaba ambientado en esa zona.

Sandra Luz López Barroso (SLLP): Antes de estudiar cine estudié antropología. Soy de la ciudad de Oaxaca y estuve en la ENAH, ahí un maestro nos pidió hacer una etnografía de un pueblo en México. Yo sabía de las comunidades afrodescendientes por mi hermana que tuvo una experiencia previa en la Costa Chica. Fue la oportunidad que vi para conocer esa zona, primero, porque me daba mucha curiosidad; y segundo, por ignorancia, no sabía que existían personas afrodescendientes en mi país. El pretexto de la tarea de etnografía me ubicó en ese lugar.

Conociendo la Costa Chica en el 2004-2005, hice una investigación antropológica sobre el son de artesa, una música que me gusta mucho. A partir de las personas que conocí en la investigación, me enamoré del lugar, quedé fascinada por ese encuentro. Es una conexión que me gusta mucho mencionar, porque los procesos creativos tienen una cosa mágica. Con perspectiva, ahora todo me hace sentido.

Ahí conocí a una mujer llamada Catalina Noyola Bruno, bailadora de artesa, que resultó ser la bisabuela de Artemio. Doña Cata falleció en el 2007 y eso me llevó a hacer cine, porque el cine, para mí, es la posibilidad de atrapar aquello que va a desaparecer. Como la vida de una persona o la memoria de un pueblo.

Regresé a la Costa Chica durante el 2014 con la intención de hacer una película sobre Doña Cata y la historia de Artemio y Coco nos encontró. Quedé fascinada por ellos, Coco es nieta de Doña Cata, y a Lizbeth, la protagonista de El compromiso de las sombras, la conocí desde el 2007 cuando enterró a Doña Cata. Siento que de alguna forma todo está entrelazado, Doña Cata me regaló estas historias.

GU: Hay un sincretismo muy particular en esa zona por la afrodescendencia, ¿cómo lo vive la comunidad?

SLLP: En el 2007, tuve la experiencia de un ritual fúnebre en San Nicolás y me pareció profundamente conmovedor, entrañable. Además de toda la mezcla indígena, mestiza y afrodescendiente. Es un ritual especial y único, precisamente por esa mezcla.

Cuando murió mi padre en 2016 tuve la necesidad de contar esta historia y explorar mi duelo a través de estos rituales fúnebres de la Costa Chica. Su sincretismo es particular porque son pueblos herméticos, a pesar de que en los 70 se hizo una carretera entre Acapulco y Huatulco, han conservado sus tradiciones y herencia ancestral gracias a la oralidad.

Más allá de la antropología, porque el cine que hago tiene mucho que ver con esa experiencia previa como antropóloga, me interesa mucho la emoción y los sentimientos. Conectar con el público desde la emoción y no la explicación de qué es la afrodescendencia.

GU: Tu cámara acentúa la importancia de este rito para las comunidades. Es una zona golpeada por la violencia, el documental subraya la importancia del duelo en la comunidad.

SLLP: Cuando empezamos a escribir el proyecto, me di cuenta que quería hacer una película sobre la importancia de las despedidas. Es el punto. Yo no me pude despedir de mi padre y eso me llevó a este universo. Estrenar la película en medio de una pandemia resignifica todo el trabajo, porque vivimos una prohibición de nuestros ritos. ¿Qué hacer ante la incapacidad de participar en el ritual? Tenemos que reflexionar y reimaginar cómo hacer el ritual personal.

GU: Cómo fue la colaboración con Lizbeth? ¿No se sintió la comunidad vulnerada en su intimidad?

SLLP: Lizbeth se volvió la productora del set, por así decirlo. Siempre que había un funeral ella entraba, platicaba con la familia y les decía que dos personas –Isis Puente, la sonidista, y yo– veníamos con ella. Entonces yo me sentaba con la familia para explicarles que es era una película sobre la importancia de las despedidas, que deseaba contar su contexto y la mayoría de las familias dijo que sí. Hubo otras que nos dijeron “con el cuerpo presente, no quiero que graben nada, sólo sonido”.

Después de casi 15 años de estar visitando la comunidad y que me ubican por trabajar con la familia de Doña Cata, junto a la devolución del trabajo, se ha fortalecido mi relación, mis vínculos con la comunidad. Llevar las películas de retorno para proyectarlas ahí. No fue fácil pero no tuvimos muchas complicaciones. Siempre estábamos acompañadas y abrazadas por Lizbeth, ella es muy importante para su comunidad.

Lizbeth no discrimina, no hay diferencia entre los difuntos. Ella es la encargada de enterrar a los muertos de su pueblo. Es muy emotivo, ella conoce a toda la gente que ha enterrado.

GU: ¿Cómo recibió la comunidad el documental cuando se los compartiste?

SLLP: Hicimos una proyección con un corte previo al final a finales del 2019. Para las tres familias que aparecen fue pesado, pero, y esta podría ser una de las lecturas de la película, es importante poder tener la imagen de la despedida para compartirla con la familia que vive en Estados Unidos.

Esa zona vive una migración muy importante. Me llama la atención, tal vez haga otra película, que muchos jóvenes que transmiten en vivo los funerales, las fiestas del pueblo, la comida. Hay una necesidad de capturar las imágenes para compartirlas con la familia que está lejos y no puede asistir.

GU: El documental tiene un acercamiento antropológico, no es una sorpresa teniendo en cuenta tus antecedentes, ¿qué beneficios tiene acercarse de esa manera al tema?

SLLP: Lo más importante es la emoción. Poder reflexionar sobre tus propias despedidas. Para mí el proceso de edición fue emotivo. Tardamos un año, siento que cuando me emocioné supe que estaba lista la película. Cuando yo conecté con mis emociones.

El cine es una gran herramienta e instrumento narrativo para visibilizar a los pueblos afrodescendientes, pero yo no pretendo ser la voz del pueblo afrodescendiente. Es una invitación al espectador a vivir conmigo, porque al final soy yo ahí, este duelo que me atraviesa a partir de este contexto o la guía de Lizbeth por el universo de la Costa Chica, un México muy particular.

De ahí podemos partir a la afrodescendencia, la migración y muchas otras cosas. El lenguaje que elijo para contarlo es cinematográfico, no antropológico. Me encanta el cine que te da esa intimidad, la cercanía que no caiga en “la mosca en la pared”, un término que me molesta un poco. Se usa mucho en antropología ser un observador, pero estás ahí y la gente siente la presencia, hay una devolución de la mirada. Por eso tenemos escenas en que la comunidad mira a la cámara, está bien. Eso significa que estamos ahí, eso es importante. No creo en la mosca en la pared, en poder ser invisible. No es mi pretensión.

La programación de la décimo primera edición de FICUNAM estará disponible en las plataformas Cinépolis Klic y MUBI, así como en el micrositio Cine en línea, de la Filmoteca de la UNAM. Más información: ficunam.unam.mx

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