El Estado también es responsable

Debe fomentar el derecho de las mujeres y niñas a recibir educación, formal e informal, libre de estereotipos sexistas

Se cree que la violencia contra niñas y mujeres son casos aislados perpetrados por hombres con algún tipo de desviación social o distintos al resto de la configuración masculina cotidiana o normal, pero eso no significa que sólo este tipo de hombres llevan a cabo violencia contra ellas, afirma Raquel Ramírez Salgado, profesora de Perspectiva de Género en la Facultad de Arquitectura.

Agrega que aunque el sistema faculta a los hombres a ejercer violencia, no todos la llevan a cabo. Dicha potestad existe en varios niveles como en el jurídico, social, económico y político, entonces, un contexto de desigualdad siempre será desfavorable para ellas.

“En términos de Silvia Federici (Italia, 1942) y María Mies (Alemania, 1931), el arribo del capitalismo y su consolidación como modelo económico imposibilitó a las mujeres para participar en la vida pública, lo cual reafirmó la desigualdad. La estructuración de las sociedades modernas está basada en las violencias contras las mujeres como un fenómeno estructural y ejercido por conocidos y desconocidos en el espacio público o privado. Una acción tolerada por la sociedad que justifica cómo hemos sido educadas las personas desde la familia, la Iglesia, los medios de comunicación, entre otros”, explica la también integrante del proyecto “Escuela Feminista de comunicación”.

Para la especialista en estudios de género y feminismo existen mujeres con actitud antifeminista por una serie de estereotipos y prejuicios sobre las mujeres que promueven esta perspectiva ideológica, además de un miedo a perder la aceptación y reconocimiento de los hombres, lo cual se entiende como una estrategia de supervivencia. Las mujeres debemos aprender a reconocer a las otras, dejar de vernos como enemigas porque las redes entre nosotras nos salvan. El Estado también tiene responsabilidad importante en el problema, ¿qué pasa con las mujeres que viven mayor precarización?, hay quienes deben permanecer con sus agresores porque están empobrecidas, expone Ramírez Salgado en entrevista para Gaceta UNAM.

En las convenciones sobre Derechos Humanos como la Belém do Pará o el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer se habla de que el Estado tome la responsabilidad de educar y fomentar el derecho de las mujeres y niñas a recibir educación formal e informal, libre de estereotipos sexistas, lo cual ayudaría a una toma de conciencia de todas.

Si bien no podemos encontrar el origen de la violencia hacia ellas con el arribo del neoliberalismo, sí podemos entender cómo la vida se ha precarizado especialmente para las niñas y las mujeres, por ejemplo, de cada diez personas empobrecidas, siete son mujeres, acota.

Narrativas violentas

Precisa que el “hipercapitalismo” o la mercantilización de todo, de la vida y dignidad de las personas, inclusive, genera narrativas violentas, como el caso de la pornografía, la cual, al paso de las décadas se ha convertido en una industria lucrativa, aunado a la llegada del internet en el que se concentra contenido pornográfico de forma gratuita. “¿Cómo se sostiene dicha industria?, produciendo, creando y compartiendo contenidos que no se van a obtener gratuitamente, lo cual nos lleva a pensar que esto recrudece la narrativa violenta contra las mujeres y se van generando categorías que promueven el incesto, la pederastia, la pedofilia y hasta la zoofilia”.

Los hombres están siendo educados en este entorno y se confunden, sobre todo cuando consumen pornografía a temprana edad, y es así como se va desarrollando la erotización de la violencia, agrega.

Indica que también hay desigualdades entre los hombres, por su clase social o condición étnica-racial, por la edad, entre otros; sin embargo, es complejo que ellos renuncien a los privilegios brindados por el sistema. “Aunque sí hay hombres solidarios, sensibilizados y dispuestos a desmontar la parte violenta de la masculinidad, hay resistencia porque a ellos se les educa para no ser cuestionados”.

La perspectiva feminista, continúa la académica, es un cuestionamiento personal y colectivo que se torna incómodo y doloroso porque se toma consciencia, inclusive se proponen nuevas metodologías de crianza de los niños, las cuales serían benéficas para todos, pero al sistema le conviene tener hombres violentos que tomen decisiones “desalmadas”, como sucede en el campo de la política.

Si el Estado quiere tener éxito en la erradicación de la violencia debe allegarse de personas con formación en feminismo y en perspectiva de derechos humanos para lograr mensajes pertinentes y elocuentes, pero pareciera que no hay voluntad política para apoyar la agenda de la igualdad. “Necesitamos campañas que promuevan la salud de los hombres para que aprendan a cuidarse, de esa forma sabrán cuidar a otras personas. La cruzada tiene que verse a partir de cuatro dimensiones: detección, atención, prevención y erradicación, lo cual resultaría en políticas públicas más exitosas”, concluye.

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