El futuro incierto del petróleo mexicano

Actualmente, la nación importa más de 70 por ciento de las gasolinas y más de 90 por ciento del gas natural

En diciembre de 2012, México extraía diariamente de sus yacimientos dos millones cien mil barriles de petróleo. A finales de 2018, esta cifra bajó a un millón 600 mil.

Actualmente, la producción diaria de petróleo en el país suma un millón 700 mil barriles, cien mil más con respecto a diciembre de 2018, de los cuales cerca de 700 mil van a las seis refinerías distribuidas en distintos puntos del territorio nacional y el resto se exporta, sobre todo a Estados Unidos.

¿Cuáles son las perspectivas a corto y mediano plazos en esta área preponderante de la economía mexicana?

“Con un esfuerzo descomunal, el nuevo gobierno ha logrado sacar a Petróleos Mexicanos (Pemex) del hoyo en que se encontraba y estabilizar su producción. Ha sido una hazaña, sin duda. Ahora bien, aunque este esfuerzo representa un parteaguas en la historia de la nación, la producción petrolera está a punto de alcanzar su tope”, señaló Fabio Erazo Barbosa Cano, profesor de la Facultad de Ingeniería e investigador del Instituto de Investigaciones Económicas.

De acuerdo con el especialista, en 2020 habrá un aumento leve, moderado, de la producción petrolera, como en 2019, y otro más en 2021; pero hasta ahí, porque la mayoría de los yacimientos de México está dando muestras de agotamiento.

Cabe recordar que, como resultado de los altos precios que alcanzó el petróleo en el arranque del siglo XXI, el gobierno de Vicente Fox Quesada obtuvo cuantiosos ingresos económicos que le permitieron darle un fuerte impulso a la exploración y extracción petrolera. Esto hizo que la producción de Pemex llegara a su pico: tres millones 400 mil barriles diarios, de los cuales un millón 800 mil se exportaban.

“Sin embargo, en agosto de 2003, este nivel de producción comenzó a caer estrepitosamente, como consecuencia de diversos factores. El más significativo fue la sobreexplotación, una explotación depredadora, de nuestros recursos. Por ejemplo, al inyectársele nitrógeno, uno de los yacimientos petrolíferos más grandes del planeta, Cantarell, ubicado en la sonda de Campeche, colapsó. Hoy en día está convertido en ruinas”, añadió el docente e investigador.

Revolución del Shale

Por lo que se refiere a la llamada Revolución del Shale (extracción de petróleo y gas de esquisto), es innegable que en todo el mundo tuvo un duro impacto que, en opinión de Barbosa Cano, aquí sólo se entendió conforme la casa se nos caía encima…

“En primer lugar detuvo toda nuestra exploración de gas. Habría unas 60 plataformas buscando gas en la cuenca de Burgos, nuestra zona gasera más importante, ubicada cerca de la frontera con Estados Unidos, y tuvimos que pararlas porque era más barato importar gas que producirlo aquí.”

Por si fuera poco, nuestra dotación geológica está compuesta básicamente por crudos pesados y amargos, esto es, de muy alta densidad, en extremo viscosos y con una gran cantidad de azufre.

“Con tales características es más difícil y costoso llevarlos a la superficie y moverlos, a través de las tuberías, de una plataforma a otra y, luego, a las terminales de exportación. Esto también influyó para que fueran expulsados del mercado”, explicó Barbosa Cano.

Otro fenómeno

Otro fenómeno, que el académico e investigador universitario ya ha abordado en otras ocasiones, ocurrió en México durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.

“Ante la sobreproducción de petróleo, gas y condensados que inundaba el mercado internacional, nuestras importaciones de gasolinas estadunidenses se dispararon y, de pronto, plataformas como la Abkatún Alfa, en el Golfo de México, y refinerías como la de Salamanca, en Guanajuato, empezaron a sufrir extraños incidentes (explosiones y desabasto de refacciones, entre otros) que las obligaban a permanecer inactivas durante semanas, lo cual determinó que nuestra producción petrolera cayera una vez más y que actualmente estemos importando más de 70 por ciento de las gasolinas y más de 90 por ciento del gas natural que consumimos.”

Modelo 3D de una planta compacta para Kazajistán.

Derroche

El uso irracional y el dispendio de los combustibles fósiles (petróleo, gas natural, gas licuado y carbón), inducidos por el crecimiento monstruoso del parque vehicular mundial, entre otras cosas, está llevando al género humano a un callejón sin salida.

Acerca de este tema, Barbosa Cano comentó: “Este crecimiento es insostenible. Hay que reorientarlo y, también, voltear a ver las posibilidades que ofrecen las energías alternativas: solar, eólica y mareomotriz, entre otras. México importa gas LP, que es el más caro de todos, ¡para generar electricidad en Morelos!, cuando el país en su totalidad recibe muchísima energía solar todo el año. Es hora de que la sociedad mexicana ponga en entredicho este derroche e impulse la adopción de ciertas medidas relacionadas con el uso eficiente y el ahorro de energías.”

Desde hace tiempo, la industria petrolera mundial sigue una original tendencia: construir refinerías pequeñas. “Por ejemplo, 25 por ciento de las refinerías construidas recientemente en Estados Unidos fueron diseñadas para recibir a diario sólo una carga de menos de 10 mil barriles de petróleo. Ya no son costeables ni viables las grandes refinerías que requieren una carga de petróleo abundante. Además, en el planeta el hallazgo de yacimientos petrolíferos gigantes es cada vez más escaso. Se creía que el de Ayatsil, descubierto en la primera década de este siglo en el Golfo de México, era gigante, pero su producción demuestra que no es así. Por eso, sería mejor construir en el país pequeñas refinerías ahí donde haya producción nueva”, indicó Fabio Barbosa Cano.

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