Diccionario de las emociones

El miedo, una alarma mental para proteger la integridad

A lo que más teme el ser humano es a las grandes alturas, a los animales peligrosos, a las lesiones corporales y enfermedades

¿Qué es el miedo? Es una emoción natural que se caracteriza por experimentar una sensación desagradable e intensa ante la percepción de un peligro real o imaginario. Es una de las pocas emociones básicas que compartimos con muchos animales. La consecuencia suele ser huir ante el peligro, intentar evitarlo o combatir aquello que lo causa.

Se ha identificado que a lo que más teme el ser humano es a las grandes alturas, a los animales peligrosos, a las lesiones corporales y enfermedades, a los lugares públicos abiertos, al tráfico, a hablar en público y a los espacios estrechos. El miedo infantil más común es a la oscuridad, aunque esta respuesta suele decrecer con la edad. Por otra parte, el miedo reprime al instinto lúdico, frena la iniciativa y la creatividad.

Función

Es considerada una de las emociones más primitivas, pues su función es prepararnos para la supervivencia, para dar una respuesta rápida y eficaz ante una amenaza. Asimismo, es un mecanismo de defensa, provocado por cosas específicas y que funciona como una alarma psicológica que avisa de amenazas para la integridad física y el bienestar de la persona.

Manifestación y expresión

El miedo se manifiesta en cuatro niveles:

Cognitivo: se transforma en pensamientos e imágenes negativas acerca del estímulo o situación temida; además, hay una interpretación que se hace al respecto.

Fisiológico: ocurren cambios corporales que originan sensaciones desagradables, como aceleración del ritmo cardiaco y la respiración, contracción muscular, temblor de piernas y manos, sudoración, bloqueos, tics, expresiones faciales como palidez del rostro y piloerección (se erizan los pelos de la piel).

Conductual: el miedo origina acciones hacia el estímulo o situación temida, como paralizarse, escapar o llorar.

Neuronal: el miedo comienza en una región del cerebro denominada amígdala, que forma parte del sistema límbico; este sistema es el encargado de regular las emociones y funciones de conservación del individuo. La respuesta autónoma del miedo (la que no activamos de manera consciente) surge mucho antes de que nuestra razón decida algo al respecto. Son muchas las áreas cerebrales relacionadas con el miedo. Las más importantes son:

Tálamo: decide dónde enviar datos sensoriales entrantes (de ojos, oídos, boca, piel).

Córtex sensorial: interpreta los datos sensoriales.

Hipocampo: almacena y recupera recuerdos conscientes; procesa conjuntos de estímulos para establecer el contexto.

Amígdala: decodifica las emociones, determina la posible amenaza, almacena recuerdos de las emociones y del miedo.

Hipotálamo: activa la respuesta de “lucha o huida”.

Diferentes tipos

Miedo real. Éste surge a partir de componentes reales, por ejemplo, el miedo a caer de un lugar alto, poco seguro, cuando existe la posibilidad real de caer al vacío o se tuvo una experiencia previa. Se trata de un patrón de activación fisiológica y emocional que tiene valor adaptativo, porque nos lleva a evitar el peligro de manera inmediata, muchas veces independientemente de nuestras intenciones conscientes.

Miedo irreal o irracional. Tiene su origen en un pensamiento imaginario, distorsionado y catastrofista. Por ejemplo, el miedo a hablar en público o el miedo a volar. Son miedos no adaptativos, en los que en realidad no existe un peligro real. En muchos casos, este tipo de miedo puede transformarse en una fobia; es algo que ocurre cuando dicho malestar y las estrategias que utilizamos para evitar estos momentos interfieren de algún modo con nuestra calidad de vida.

El miedo normal. Tiene un carácter adaptativo y se presenta ante un estímulo que puede ser dañino para la persona; tiene corta duración; no interfiere con la normalidad en la vida cotidiana; pone a la persona en estado de alerta. Por ejemplo, al ver que nos apuntan con una pistola.

Miedo patológico. Se activa, aunque no haya peligro y puede prolongarse indefinidamente. Interfiere de manera importante con el funcionamiento cotidiano, produce un gran malestar psicológico a quien lo padece, en ocasiones también afecta a terceras personas (por sus efectos en la conducta social) por lo que requiere tratamiento.

Miedo social. Ocurre en respuesta a un estímulo externo que se presenta en un plano social; la persona siente miedo porque puede ser ridiculizada o ser juzgada por los demás.

Miedo físico. Es el miedo que se convierte en temor a sufrir sensaciones dolorosas ocasionadas por un estímulo externo (real o imaginario), por ejemplo, a los niños les da miedo ir al médico cuando saben que los van a inyectar.

Miedo al compromiso. Se presenta principalmente en las relaciones de pareja, por el miedo que se experimenta al ver que comprometeremos gran parte de nuestro tiempo y recursos de vida con otra persona. Ocurre simplemente porque la persona tiene dudas para entregar su libertad, posiblemente porque ha sufrido daños emocionales o pérdidas importantes en una relación anterior y está inseguro de comprometerse de nuevo.

Miedo a ser descubierto. Se caracteriza porque la persona ha hecho algo que se considera malo o ilegal y, por tanto, no quiere que se le descubra. Lo experimentan algunas personas tras recurrir a mentiras y quienes tienen algo que ocultar.

Miedo al fracaso. El miedo al fracaso causa mucho sufrimiento; está relacionado con las expectativas que una persona tiene. Se relaciona también con la opinión de los demás y generalmente lo experimentan las personas perfeccionistas.

Miedo a la soledad. Los seres humanos somos seres sociales y necesitamos a los demás para gozar del equilibrio emocional necesario para hacer frente a los problemas que puedan surgir en nuestro día a día. La soledad puede afectar mucho a algunas personas y las pérdidas generan sentimientos de culpa, frustración, tristeza, angustia, etcétera.

Miedo a la muerte. Este miedo se da con frecuencia y generalmente lo siente todo el mundo. El miedo se convierte en temor a perder la propia vida o bien cuando alguien cercano fallece, pues se entiende que desaparece para siempre. Cuando los pensamientos relacionados con esta emoción son constantes en una persona, suele requerirse asistencia psicológica.

Diferencia entre miedo y fobia

Éstos difieren en cuanto a la racionalidad de su percepción. En el miedo la persona asume una actitud atenta y de cautela frente a los peligros, mientras que en la fobia se observa que el miedo es desproporcionado con respecto al peligro al que la persona se expone y le lleva a evitar la situación temida; es decir, hay un miedo irracional que provoca un ataque de pánico o ansiedad severa.

Regulación

La regulación emocional es el proceso de modular la intensidad o duración de la emoción, con el fin de lograr una adaptación social o biológica.

Para ello, es apropiado realizar algunos pasos, entre los que se encuentran el reconocimiento de la emoción, cuando la persona da respuesta a ciertas preguntas: ¿qué ocurrió?, ¿por qué se piensa que sucedió esa situación?, ¿cómo hace esa situación sentirse, emocional y físicamente?, ¿qué quiere hacer, como resultado de cómo se siente?, ¿qué hace y dice?, ¿cómo su emoción y sus acciones lo afectan después?

El siguiente paso es poner atención en cómo los pensamientos y conductas pueden influir en la emoción de miedo. Existen pensamientos detonadores que causan dolor emocional y sufrimiento; por tanto, es importante llevar a cabo estrategias que ayuden a controlarlos.

Igual se puede recurrir a una respiración diafragmática, también llamada profunda, que oxigena mejor la sangre, porque permite el acceso del aire a la parte inferior de los pulmones; este tipo de respiración ayuda a relajar la mente y el cuerpo.

Pasos para realizar la respiración profunda

  • Siéntese en el suelo sobre una alfombra o manta.
  • Doble las rodillas y separe las piernas a unos 20 centímetros, dirigiéndolas suavemente hacia fuera. Asegúrese de mantener la columna vertebral recta.
  • Explore su cuerpo en busca de signos de tensión.
  • Coloque una mano sobre el abdomen y otra en su pecho.
  • Tome aire, lenta y profundamente por la nariz, y hágalo llegar hasta el abdomen elevando la mano que había colocado sobre él. El pecho se moverá un poco, a la vez que el abdomen.
  • Cuando se haya relajado, sonría un poco, inhale aire por la nariz y sáquelo por la boca, haciendo un ruido suave.
  • Continúe con cinco y 10 minutos de relajación profunda.
  • Al final de cada sesión de respiración, dedique un poco de tiempo a explorar su cuerpo una vez más en busca de signos de tensión. Compare la tensión que siente al acabar el ejercicio con la que sentía al empezarlo.

Referentes culturales o sociales

Inside out (Intensa-mente). En esta película el personaje que representa el Miedo se encarga de dirigir algunas situaciones de la protagonista, pero los demás compañeros tratan de que no tome el control, ya que el miedo exacerbado puede llegar a convertirse en terror y hacer que la persona pierda el control. Pero también se destaca que el miedo puede llegar a ser una ventaja.

¿Por qué a tanta gente le gustan las películas de terror?

Seis razones por las que amamos tener miedo:

  • Estar asustado puede darte una exaltación emocionante.
  • Estás aterrorizado, pero también estás a salvo.
  • Te ayuda a prepararte para lo peor.
  • El horror te enseña a sobrellevar.
  • Te permite explorar tu propio lado oscuro.
  • Te hace pensar que eres diferente a la víctima y, por lo tanto, es más probable que sobrevivas.

Algunas películas de terror clásicas

  • Psicosis – Alfred Hitchcock (1960)
  • El exorcista – William Friedkin (1973)
  • Tiburón – Steven Spielberg (1975)
  • El resplandor – Stanley Kubrick (1980)
  • Hereditary – Ari Aster (2018).

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