El monumento a Colón, parte del patrimonio

Es necesario un debate sobre su remoción en Paseo de la Reforma, señalan

Ante la polémica sobre la pertinencia del monumento a Colón en el espacio público, es necesario un ejercicio de reflexión colectiva y debate público para decidir el destino de la escultura, reconocieron expertos en historia del arte durante la mesa redonda El Monumento a Colón en el Paseo de la Reforma: Origen y Destino, organizada por iniciativa del Seminario de Arte, Arquitectura y Cultura Visual del Siglo XIX del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE).

De acuerdo con la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, la escultura forma parte del patrimonio histórico y las autoridades están obligadas a protegerlo, afirmaron.

Para Renato Gónzalez Mello, investigador y exdirector del IIE, no hay razón para escandalizarse por una reconfiguración en el Paseo de la Reforma, los cambios han sido frecuentes en las últimas décadas: la remoción del Caballito para situarlo frente al Palacio de Minería, el emplazamiento de una escultura de Sebastian enfrente de la Lotería Nacional, la construcción y destrucción de una fuente en la glorieta en Río Misisipi, la mudanza de la Fuente de Petróleos, y qué decir de la Diana vestida y desvestida, vagando por glorietas y parques.

No obstante, advirtió, “las funciones ideológicas o políticas a las que una escultura sirven cambian con el tiempo y no son decisivas para la realidad política; por lo que sería un error remplazar la estatua en una acción unilateral de Estado”.

En ese mismo sentido, James Oles, profesor de arte en el Wellesley College, comentó que en Estados Unidos hay más de 200 monumentos a Colón y varios han sido removidos, como la estatua ubicada en el condado de Providence, Rhode Island, elaborada por Frédéric Auguste Bartholdi –autor de la Estatua de la Libertad–; la escultura instalada en el Capitolio, en 1844, y trasladada a una bodega en 1958, tras la demanda de comunidades indígenas estadunidenses. Y la más reciente, la remoción del Cristóbal Colón en Hartford, Connecticut, en junio de este año.

Esta controversia no es reciente, insistió, ha existido un sentimiento de antimonumentalismo desde el siglo XIX y se observa también en Latinoamérica: en 1906, en Caracas, Venezuela, sustituyeron la estatua de Colón por la de un héroe indígena del siglo XIV, Guaicaipuro; en Buenos Aires, durante el gobierno de Cristina Kirchner se removió un monumento antiguo del genovés y se colocó otro dedicado a una lideresa de las guerras de la independencia, entre otros.

“En Estados Unidos la decisión de remoción de obras como éstas ocurre a la luz del día, después de largas conversaciones y debates entre distintos sectores tanto públicos como privados”, recalcó.

Orígenes

Con una mano dirigida al cielo señalando el horizonte y con otra levantando el velo que oculta el mundo que acaba de descubrir, el monumento a Colón en el Paseo de la Reforma se inaugura en agosto de 1877, como una donación del empresario Antonio Escandón y Garmendia, quien durante un viaje a París, en 1872, encarga la obra al exitoso escultor francés Charles Cordier.

“El importe final de 60 mil pesos liquidado por Escandón no fue una donación libre de interés, sino parte de un convenio gestado con el gobierno de la República Restaurada vinculado con la concesión de una línea ferroviaria”, detalló Angélica Velázquez Guadarrama, investigadora del IIE.

En diciembre de 1875, la estatua llegaría a Veracruz, pero debido a las convulsiones electorales y la rebelión de Tuxtepec (1876) –que llevaron a Porfirio Díaz a la presidencia por primera vez–, se retrasó su instalación en la Plaza de Buenavista, lugar elegido por el donador con el propósito “de que los viajeros nacionales y extranjeros disfrutaran al salir de la estación del ferrocarril” de las figuras –hechas de bronce y mármol– de Colón y las cuatro ubicadas bajo sus pies de los frailes Pedro de Gante, Bartolomé de las Casas, Juan Pérez de Marchena y Diego de Deza, así como de los dos relieves a los costados del pedestal, añadió Velázquez Guadarrama.

“En mayo de 1877, nombrado por Porfirio Díaz secretario de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, Vicente Riva Palacio inicia los trabajos de ubicación del monumento. En contra del deseo de Escandón –quien muere en abril de ese año–, Riva Palacio decide ubicarlo en la primera glorieta del Paseo del Emperador –hoy conocido como de la Reforma– ante el desacuerdo de la opinión pública”, declaró la especialista en arte del siglo XIX.

Por su parte, María José Esparza Liberal, investigadora del IIE, relató que una vez instalada, la escultura también recibe críticas del gremio artístico –Francisco Sosa, Felipe Gutiérrez, Ramón Rodríguez Arangoiti, Francisco Jiménez–, referente a la superioridad de las figuras de los frailes, los problemas de armonía en las proporciones del basamento que soportan la figura principal o la inexacta representación del navegante; mientras que la prensa muestra desacuerdo porque un francés realizó la obra habiendo en la ciudad tan buenos escultores.

Reflexión y debate

“Se cree que estatuas como las de Colón son expresiones de una voluntad estatal o clase dominante que se impone en el espacio público; pero es más complejo”, enfatizó Natalia Majluf, historiadora de arte independiente de origen peruano.

Para Majluf es evidente la urgencia de repensar y resignificar la historia en el presente; pero también está segura que borrar los rastros del pasado no ayudarán a ese proceso.

En su oportunidad, Hugo Arciniega, especialista en arquitectura y urbanismo en México durante el siglo XIX, aseveró que existen algunos monumentos que logran hacer ciudad, donde sus repercusiones para la vida urbana y cotidiana trascienden los bordes de lo representado, de los estilos artísticos que se escriben y de la época de su inauguración.

Por ello, “la fragmentación del monumento a Cristóbal Colón en el Paseo de la Reforma altera irremediablemente una sólida relación contextual entre tres conjuntos escultóricos (Colón, Cuauhtémoc y la columna de la Independencia) dotados de un simbolismo que alcanza la escala nacional”. Y al mismo tiempo, agregó el integrante del IIE, abre otras formas en que el Estado actúa sobre el espacio público y su contenido patrimonial sobre lo que decididamente hay que reflexionar.

James Oles encuentra una solución en una comisión de arte. “En Nueva York estos temas se deciden en conjunto entre gobierno, ciudadanos, académicos, artistas y líderes de comunidades por medio del consejo de las artes del Estado de Nueva York”.

No obstante, Renato González aclaró que el debate tiene que establecer qué es una obra de arte público y debe hacerlo con todos los recursos teóricos del siglo XXI. “En estos tiempos ya no es posible suponer que la noción de historia es territorio de consenso, por eso la ley debe reformarse e incluir la protección de obras del siglo XX; ésta sólo abarca los inmuebles y obras del siglo XIX”, concluyó.

De acuerdo con la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, la escultura forma parte del patrimonio histórico y las autoridades están obligadas a protegerlo.

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