El mundo transita por una época de expectativas disminuidas
Se requiere un Estado proactivo, desarrollista y eficiente: Jorge Máttar, consultor de la CEPAL
Sin duda, hoy necesitamos proyectar para el progreso, acelerar ese proceso basado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas, a través de la planificación y prospectiva como herramientas claves de la política pública para la construcción de un mejor futuro y enfrentar con éxito fenómenos inesperados de alto impacto.
Así lo planteó Jorge Máttar, consultor en desarrollo y política industrial de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), al intervenir en el 17º Diálogo Nacional por un México Social. Horizontes 2030 para el Desarrollo.
Ante la ausencia de estrategias de coordinación, cooperación e integración con visión de largo plazo, abundó, esa dimensión debe incorporarse en el discurso social como narrativa política para avanzar en la creación de consensos sobre porvenir. En ese sentido, es necesario “un Estado proactivo, desarrollista y eficiente”.
En el Panel 1, “El pacto para el futuro y el horizonte del desarrollo mundial”, que se llevó a cabo en el Auditorio Narciso Bassols de la Facultad de Economía, el oficial a cargo de la Dirección de la Sede Subregional de la CEPAL en México, de 2006 a 2009, destacó que en América Latina y el Caribe el porcentaje de metas de los ODS, según su posibilidad de cumplimiento, es, en 2024, de retroceso, debido a que el mundo transita por una época de expectativas disminuidas y de un futuro pesimista por factores de riesgo como el cambio climático, el autoritarismo y/o la pérdida de democracia. Además del desorden de la geopolítica, la concentración del ingreso y la riqueza, el aumento de la desigualdad, el retroceso de derechos humanos fundamentales, un avance tecnológico excluyente y conflictos bélicos entre naciones.
En este contexto, enfatizó: “La prospectiva y la planificación son herramientas para alterar el rumbo y quebrar la expectativa de un futuro distópico al que nos estamos habituando como irremediable”.
Concepción Olavarrieta Rodríguez, presidenta de Nodo Mexicano de la organización The Millennium Project, manifestó en su presentación que sólo 15 % de las metas de los ODS están orientadas a su logro; 48 % muestra un progreso débil e insuficiente; y 37 % “está estancado o incluso ha retrocedido”.
En el panel –moderado por Iliana Yaschine Arroyo, del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED)– estuvo también el embajador Eugenio Anguiano Roch, integrante del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM, quien se refirió, entre otros temas, al arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y su impacto en la región latinoamericana.
“Lo que estamos viendo venir es un proyecto nacional en la segunda presidencia de Trump, que no tiene nada que ver con lo que se ha dicho aquí. Es un presidente antiinmigrante. Evidentemente nos afectará, porque estamos y seguimos en un mundo de segregación y de dominación de los poderosos”, finalizó.
Desigualdad y pobreza
A pesar del exiguo crecimiento económico de los últimos años, los datos muestran que, a partir de 2016, la desigualdad en México cayó. La pobreza, no obstante, afecta a casi 47 millones de personas, señalaron académicos en la UNAM.
Fernando Cortés Cáceres, investigador del PUED, dijo que “se mida como se mida, la tendencia de la desigualdad es claramente decreciente”. Del año 2016 al 2022, en México ha habido una reducción sistemática de la desigualdad en la distribución del ingreso.
Al participar en el Panel 5, “Perspectivas en pobreza y desigualdad” del foro, explicó que esa reducción se debe a que los ingresos de los sectores sociales de menos recursos económicos aumentaron más rápidamente que los del resto de la sociedad, mientras que el décimo decil sufrió una merma sistemática de sus ingresos a lo largo del periodo.
Paulina Gutiérrez, coordinadora de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, explicó que, en México, la pobreza afecta a casi 47 millones de personas y sólo 12 % de la población vive en condiciones de bienestar.
Las raíces del problema se encuentran en el sistema laboral y permanecen de manera estructural: salarios bajos con ingreso inferior a la línea de pobreza; trabajos informales que producen carencias de acceso a la salud y a la seguridad social; la exclusión laboral de mujeres y jóvenes que reducen los ingresos del hogar, y la falta de opciones económicas en las zonas indígenas y rurales de mayor rezago social. “La reducción de la pobreza viene, sobre todo, del incremento del ingreso laboral”.
En la clausura del encuentro, Enrique Provencio Durazo, coordinador del PUED, dijo que “vamos hacia un horizonte incierto, complejo y con muchas dificultades para discernir la magnitud de los retos y las tareas que enfrentará el desarrollo en los próximos años”.