EL POEMA PLÁSTICO DE MATHIAS GOERITZ

Poema Plástico (1953), Mathias Goeritz.

El 5 de octubre de 1987 en la Gaceta de la UNAM se anunció, en términos oficiales, la instalación de Poema Plástico, obra de Mathias Goeritz, en la biblioteca en ese entonces llamada Lino Picaseño y ahora Lilia Margarita Guzmán y García de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. El Poema…, construido en hierro negro y compuesto por caligrafías distintas, está montado sobre un alto muro (5.80 X 6.90) y pintado en amarillo intenso. Se trata de una réplica del poema que originalmente fuera instalado en El Eco (1953), la primera iniciativa de arquitectura escultórica diseñada por el artista alemán, radicado en México desde 1949, y cuya función es servir de museo experimental.

Mucho se ha escrito sobre El Eco y sus afinidades con el Cabaret Voltaire de Zúrich, fundado por Hugo Ball en 1916. Goeritz se identificaba por sus propias vivencias de guerra con este personaje nietzscheano empeñado en encontrar el sentido del arte en tiempos de conflicto bélico y de destrucción de los valores estéticos establecidos. La revaluación del arte fungía como un acto de restitución y un reencuentro con su sentido. Esta ha sido la versión del artista y sus motivos para embarcarse en el proyecto. El Eco, construido bajo la premisa de un complejo concepto con diversos significados de carácter filosófico, se manifestó a través de expresiones heterogéneas como la arquitectura, la escultura religiosa y los oros monocromáticos fundamentados en versículos del viejo testamento.

Poema Plástico forma parte de su idea de una arquitectura emocional que en el caso de El Eco contribuyó a la noción escenográfica del edificio caracterizado por muros con ángulos levemente diagonales y nunca de 90 grados. La obra ha sido interpretada como un antecedente de los trabajos de Goeritz en el terreno de la Poesía Concreta, concepto que ha sido definido de varias formas, y cuya disquisición prevalente es la que afirma características como la creación de artefactos verbales y atributos sensoriales como el sonido y el ritmo con un mayor énfasis en la visualidad y la subversión del orden poético en el espacio. Todo ello también puede ser abordado desde la cualidad bidimensional de las letras impresas o desde la tridimensionalidad de las palabras en relieve y de los ideogramas esculpidos.

En esta obra, Goeritz aglutina lo primitivo y lo arcaico, como puede verse tanto en el primer conjunto de signos que algunos han interpretado como escritura cuneiforme; y en el segundo conjunto de signos, conformado por caracteres basados en una interpenetración de la caligrafía árabe. El poema remata al final con una sola línea de formas encadenadas. El color amarillo del gran muro donde incrusta sus letras quizá fue pensado como una alternativa moderna al movimiento de pintura mural, puesto que parte del principio de la abolición del relato en el campo de las artes visuales por medio de una caligrafía que sólo quiere ser gesto y visualidad. Esta es una primera incursión del artista en este género. Más tarde –hacia mediados de los años sesenta– Goeritz hará trabajos más afines a la estética del concretismo y en México será el representante más importante de este movimiento internacionalista.

El Poema Plástico pensado para El Eco puede interpretarse como ese momento de transición entre el conjunto de las obras del artista que se desplaza de la herencia del expresionismo hacia su original invención de una arquitectura escultórica o escultura arquitectónica abstracta. En palabras de Goeritz:

La relación entre arquitectura y escultura es un tema que me ha preocupado desde 1952, año en que escribí el Manifiesto de la Arquitectura emocional (contra el funcionalismo vulgar) comenzando con la construcción de un museo vivo y experimental, El Eco en Ciudad de México. Construí este edificio como una escultura, sin planos exactos. En esta construcción, pintura, escultura y arquitectura eran una sola y misma cosa.1

Izquierda: Vista del patio interior de El Eco. Foto: Cultura UNAM. Derecha: Dibujo ideográfico del Museo Experimental El Eco (1952). Imagen: Cultura UNAM.

En 1987, año de la réplica, El Eco se había desvanecido por una compleja serie de transformaciones e intervenciones. La reposición es un homenaje al maestro y a su curso más exitoso, Educación visual que impartió por más de 30 años. No sería sino hasta el 2006, más de 15 años después de la muerte de Goeritz, que la UNAM se encargaría de rescatar y restaurar tan importante obra en la trayectoria del artista.

Quizá uno de los reconocimientos más apreciados e inesperados en la vida de Goeritz en México provino de quien a inicios de la década de los 50 del siglo pasado, a poco tiempo de llegar a México, lo había atacado como solo él sabía hacerlo. El 25 de septiembre de 1967, David Alfaro Siqueiros envío una carta a Mathias Goeritz desde su Escuela Taller donde lo invitaba a colaborar en una amplia exposición sobre obras de carácter público. Definía Siqueiros que se trataría de hacer una revisión a partir del movimiento muralista de 1922, hasta la fecha actual de entonces, de todo tipo de obras de carácter público sin restricciones de estilo o lenguaje artístico: “Sin ningún carácter discriminatorio en cuanto a tendencia de las mismas.”2

Si bien la incursión de Goeritz en el campo de lo mural fue ocasional, su trabajo, como lo reconoció Siqueiros, y como también lo hizo la UNAM mediante el gran proyecto del Espacio Escultórico, en colaboración con otros artistas, se inscribe como esta segunda fase del arte público en México.


  1. Mathias Goeritz, “Sin título”, Aujourd’hui art et architecture, núm. 53, Boulogne, mayo, junio de 1966, p. 97 [Traducción al castellano de María Leonor Cuahonte Rodríguez, publicado en, Leonor Cuahonte, Los Ecos de Mathias Goeritz , IIE, UNAM, México, p. 76.]
  2. David Alfaro Siquieros, Carta a Mathias Goeritz, 25 de septiembre de 1967.
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