El puesto de la mujer en la sociedad maya antigua

Como lo expresa el mito cosmogónico contenido en el libro sagrado de los mayas quichés, Popol Vuh, los varones fueron creados para venerar y alimentar a los dioses, misión que cumplían por múltiples caminos, y la mujer, para acompañar a los hombres y procrear a los hijos. Esto significa que el matrimonio, y todas las actividades relacionadas con él, fue el principal camino de realización de las mujeres mayas.

El matrimonio era monogámico; se efectuaba en una importante ceremonia, pero los viudos y las viudas se unían sin ceremonia alguna, y se consideraban casados cuando el hombre era admitido en la casa de la mujer y ella le hacía la comida. Tal vez los cónyuges podían separarse voluntariamente, pero el adulterio era severamente castigado; a los hombres, con pena de muerte, y a las mujeres, con infamia pública y, en algunas ocasiones, también con pena de muerte.

La mujer maya se concentraba en las funciones de ama de casa, esposa y madre, la educación de los niños, la elaboración de los alimentos y de los vestidos, el cuidado de la casa y la crianza de animales domésticos. Sin embargo, también tenía un papel activo en la producción de bienes de subsistencia y participaba en la vida pública, ya fuera en el comercio o en la política.

Sobre la mujer en la época de la Conquista española, el fraile Diego de Landa, en el siglo XVI (Relación de las cosas de Yucatán), proporciona muchos datos, según los cuales las mujeres “son grandes trabajadoras y vividoras porque de ellas cuelgan los mayores y más trabajos de sustentación de sus casas y educación de sus hijos y paga de sus tributos, y con todo eso, si es menester, llevan algunas veces carga mayor labrando y sembrando sus mantenimientos. Son a maravilla granjeras, velando de noche el rato que de servir sus casas les queda, yendo a los mercados a comprar y vender sus cosillas”.

Añade que se ayudaban unas a otras para hilar las telas, y respecto a los animales domésticos, entre los cuales los principales eran perros y pavos, el fraile dice que criaban aves para vender y comer, así como pájaros para su recreación y para obtener las plumas con que hacían la ropa. También asienta que dan el pecho a los corzos, “con lo que los crían tan mansos que no se les van nunca”.

Confirmando las palabras del fraile, hay varias pequeñas esculturas en barro realizadas desde el periodo Clásico (300 a 900 d. C.) que representan mujeres embarazadas, cargando niños o cachorros de perro, de jaguar y de otros animales, tejiendo en telares de cintura, portando madejas de hilo, en actividades rituales y en estrecho abrazo con hombres, incluso ancianos (estas últimas se han interpretado como el vínculo del dios solar y la diosa lunar).

Pero las mujeres también realizaban otros oficios, como el de parteras y chamanas, oficios que se daban por elección divina y que requerían pasar por ritos de iniciación, como los sacerdotes y los chamanes. Conducían ritos realizados en el campo, en las noches y bajo la Luna, para iniciar a las doncellas que iban a casarse, en los secretos de la sexualidad, el embarazo y el parto. Estos ritos se relatan en el Libro de los cantares de Dzibalché, recogidos en la época colonial. Asimismo, las parteras efectuaban el rito de bautizo de los recién nacidos, como se dibujó en el Códice Madrid.

En muchos retratos de los gobernantes, esculpidos en estelas y paneles de piedra, en el periodo Clásico aparecen a su lado sus esposas, participando en los ritos que ellos debían realizar, por ejemplo, practicando el autosacrificio, como en el dintel 24 de Yaxchilán. A veces se menciona a varias esposas, lo que muestra que en los linajes ilustres existió la poligamia, tal vez por acuerdos políticos o cuestiones de linaje.

Según las inscripciones jeroglíficas, algunas mujeres de linajes ilustres incluso llegaron a ocupar el poder supremo, como la señora Yohl Ik’nal, que fue designada “Sagrada Gobernante de B‘aakal” (Palenque) por derecho propio. Se menciona también a la reina madre de Caracol, señora B’atz’ Ek’, quien desempeñó un papel político activo; y la mujer que más honores recibió en la historia maya fue la señora K’abal-Xoc de Yaxchilán, esposa principal de Itzam Balam.

Y en el grupo de sacerdotes de la época prehispánica se encontraban los ajk’uhuun, “señores de los libros sagrados”, guardianes de los códices, que tal vez los escribían, y se contaban entre los nobles que sabían leer y escribir. Había otros importantes cargos sacerdotales y un gran número de sacerdotisas o ixajk’uhuun, o guardianas de los códices, o sea, mujeres letradas. Estas actividades no excluían al matrimonio, como lo expresa el texto que asienta que la Señora Estrella Vespertina de Yaxchilán, madre de Yaxun Balam, lleva ese título. Confirmando estos datos, existe una figurilla de Jaina del Periodo Clásico, que está sentada con las piernas cruzadas y, sobre ellas, hay un códice que ella sostiene con una mano. Sin duda, era una sacerdotisa “señora de los libros sagrados”. Todos estos datos revelan que las mujeres eran fuertemente valoradas y podían llegar a los estratos más altos de la sociedad por derecho propio.

* Doctora Honoris Causa

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