El sufrimiento también tiene valor moral

El sufrimiento es tan humano, que aunque uno lo elimine, va a volver, tarde que temprano, por alguna insatisfacción de la vida, asegura Efraín Gayosso especialista en Teoría de las Emociones y estudiante del Programa de Doctorado en Filosofía de la UNAM

Distinto al patriotismo, a la honestidad, a la solidaridad, valores tradicionales que nos enseñaron en la escuela; el sufrimiento, como emoción, también tiene un valor moral.

Esa es la tesis doctoral de Efraín Gayosso Cabello, para quien el sufrimiento, aunque intrínsecamente malo, “puede ser valioso” para reconocer aquello que se tiene que arreglar para atenuarlo.

Más acá que del más Allá (en un valle de lágrimas nos tocó vivir para ir al Cielo, como pregonan algunas religiones judeocristianas para justificar el sufrimiento), a nadie le gusta sufrir, “sólo a los azotados”, que padecen una emoción recalcitrante, similar a aquellos que tienen fobia a volar a pesar de que el avión es uno de los medios de transporte más seguros.

Sin embargo –insiste Gayosso Cabello, especialista en Teoría de las Emociones y estudiante del Programa de Doctorado en Filosofía de la UNAM– el sufrimiento tiene un valor moral porque nos apela a aliviar tanto el sufrimiento propio como el de los otros.

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Sufrimiento y dolor

El sufrimiento no se puede desechar como prometen los libros de autoayuda. Es tan humano, que aunque uno lo elimine, va a volver, tarde que temprano, por alguna insatisfacción de la vida. Además, antes de nosotros hubo sufrimiento y después de nosotros también lo habrá por alguna u otra cosa.

Como emoción moral, todo sufrimiento para Gayosso Cabello “es afectivo”. Lo constituyen emociones como la tristeza, estados de ánimo como sentirse decaído una mañana y desórdenes mentales como la depresión.

El sufrimiento siempre es desagradable. En cambio el dolor, no. “Nos gusta enchilarnos”. Hay “como un dolor placentero” por la relación del mexicano con lo picante.

El dolor, más asociado a lo físico por su nocicepción, puede ser desagradable como una cortada con una hoja de papel o intenso y crónico como una migraña que incapacita por días y causa sufrimiento por no poder seguir con la vida cotidiana.

–¿En una decepción amorosa hay sufrimiento pero no dolor?
No hay propiamente dolor. Sí, sufrimiento y otras emociones, como duelo por la ruptura amorosa. Incluso estados de ánimo como tristeza y desilusión, que pueden degenerar en desórdenes mentales, como una severa depresión.

–“Me dolió hasta el alma” ¿es una falacia?
No, pero no nos está doliendo propiamente. Decirle a una mujer: “tus ojos son como soles”, cuando ni siquiera la Tierra tiene dos soles, no es una mentira, es una metáfora.

Capacidad para reponerse

El sufrimiento, sostiene Gayosso Cabello, nos muestra por qué uno o los demás están sufriendo, pero sufrir (como sentirse culpable por una acción mala) no implica que vamos a aliviar el sufrimiento (o a reparar el daño que causamos).

Enfrentarse al sufrimiento, independientemente de la necesaria ayuda psicológica o psiquiátrica, depende de la resiliencia o capacidad de cada quien para reponerse al sufrimiento, apunta el estudiante de doctorado asociado al Instituto de Investigaciones Filosóficas.

Según el entorno cultural y los contextos familiares en que se creció, unos tendrán más o menos desarrollada esa capacidad. Aunque hasta ahora no hay una medición fiable que nos indique cuánto es más o cuánto es menos sufrimiento.

Rica vida afectiva

El sufrimiento puede causar otras emociones que motivan a aliviar el sufrimiento de los demás. No solo empatía, sino otras que nos apelan a aliviar el sufrimiento de los otros, como la compasión (sin su “carga religiosa”), el amor fraternal y el arropamiento para “hacerlo sentir mejor”.

También genera emociones reactivas, como enojo y la indignación cuando uno ve que alguien “en posición de poder y ventaja hace daño” a otro u otros.

–¿El sufrimiento de uno puede generar alegría en otro? Hay envidiosos que se alegran cuando fracasa y sufre quien ha tenido éxito.
Nuestra vida afectiva es tan rica (más que los cinco emoticones con que interactuamos en redes sociales) que muchas veces no tenemos palabras para designar ciertas emociones: esa alegría por la desgracia de los otros, por ejemplo. Los alemanes tienen la palabra “Schadenfreude”” para nombrar el regocijo por el sufrimiento del otro.

Los japoneses tienes esa emoción llamada “amae” que es “como el gusto, la satisfacción de sentirse aceptados por la autoridad” del padre, de un profesor.

En América Latina, la palabra “pena” asociada a pésame (la pena que uno siente por la muerte de un ser querido), la utilizamos también como sinónimo de vergüenza.

Insensibilidad presidencial

–Hay quienes, siendo causa de sufrimiento, no tienen vergüenza. Y por decreto pretenden acabar con él. ¿Qué opinas del “¡Ya supérenlo!”, que les dijo el presidente Enrique Peña Nieto a los papás de los desaparecidos de Ayotzinapa?

Es una falta de empatía. A quien no se le ha muerto un hijo, quizá no tenga ese sentimiento de participación afectiva por el sufrimiento de esos padres, pero a un jefe de Estado no se le puede excusar de una mayor empatía por esos ciudadanos. Es una “insensibilidad” decir ¡ya supérenlo! Porque no solo han sufrido la incertidumbre de saber si sus hijos están vivos o muertos, sino también la ansiedad por no encontrarlos.

Nadie, agrega Gayosso Cabello, está preparado para el sufrimiento. Cuando el boom de las llamadas telefónicas para extorsionar por un presunto secuestro, uno caía por la importancia que tienen para uno los seres queridos. El sufrimiento entonces no solo es causado por algo dañino sino también por aquello o aquel ser querido en peligro.

–En su travesía, los migrantes sufren también. ¿Qué se puede hacer por ellos?
Ya que no podemos cambiar la situación de sus países ni a sus gobiernos, como tampoco al presidente Trump, lo que podemos hacer, para que sea menos tortuosa su migración, acechada por la delincuencia y la xenofobia, y sobre todo ahora que `México se ha vuelto hostil´, es ofrecerles “un acompañamiento en el camino”.

Vicio y virtud

El sufrimiento que causan las hambrunas y las injusticias, por ejemplo, nos puede mostrar “como nos gustaría que el mundo fuera, para cambiarlo”.

–Hay ricos, como Bill Gates, que donan parte de su fortuna para aliviar un poco el sufrimiento en algunas partes del mundo. En México, sin embargo, no hay esa filantropía. ¿Es avaricia?

Según la ética de las virtudes, una manera de ser virtuoso, es ejercitando los buenos hábitos y los buenos rasgos de carácter, como ser bondadoso, o dar a los demás.

En el caso de los ricos que no asisten a los desaventajados, que tienen grandes fortunas y no ayudan y si ayudan, como en México, sólo para deducir impuestos, es egoísmo. En ese caso, concluye Gayosso Cabello, la avaricia es un vicio, no una virtud.

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